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Domingo, 11 de diciembre de 2011
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Las semillas del odio

El periodista Lawrence Wright ganó el Premio Pulitzer en 2007 con una monumental e impactante investigación sobre las redes del fundamentalismo islámico que terminaron por confluir en los atentados del 11-S. Esta edición agrega un epílogo tras conocerse el asesinato de Osama bin Laden.

Por Mariano Dorr
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El 29 de agosto de 1966, el mismo día del último concierto de los Beatles, moría en la horca un escritor egipcio, Sayyid Qutb. Las circunstancias que rodearon a esta ejecución fueron un verdadero caldo de cultivo para el desarrollo de lo que en los años venideros se conocería como “fundamentalismo islámico”. Acusado de formar parte de un plan para derrocar al gobierno, Qutb fue detenido y juzgado junto a cuarenta y dos de sus seguidores. La influencia del intelectual en los jóvenes egipcios era enorme, a tal punto que el presidente Nasser le ofreció no sólo el perdón sino el cargo de ministro de Educación, pero Qutb lo rechazó desafiante y abrazó la muerte: “Ha llegado el momento de que un musulmán entregue su cabeza para proclamar el nacimiento del movimiento islámico”, declaró. Y (para desgracia de muchos y consuelo de otros) no se equivocaba. Qutb había vivido en los Estados Unidos en los años cuarenta, donde aprendió a odiar los conceptos fundamentales de Occidente y forjó sus primeras ideas sobre la necesidad de crear un Estado islámico en Egipto: “El hombre blanco de Europa o Estados Unidos es nuestro enemigo número uno. El hombre blanco nos aplasta bajo sus pies mientras nosotros enseñamos a nuestros hijos su civilización, sus principios universales y sus nobles objetivos. Estamos transmitiendo a nuestros hijos asombro y respeto por el amo que pisotea nuestro honor y nos esclaviza. Sembremos, en su lugar, las semillas del odio, la aversión y la venganza en las almas de esos niños. Enseñemos a esos niños, desde que sus uñas son blandas, que el hombre blanco es el enemigo de la humanidad y que deberían destruirle a la primera ocasión”, escribió.

La torre elevada. Al Qaeda y los orígenes del 11-S Lawrence Wright Debate 592 páginas

Un chico de quince años, conmovido por la “pasión” y muerte del escritor (que le fuera narrada por su tío, un hombre cercano a Qutb), fundó su propia organización islámica, Al Jihad, con el objetivo de dar continuidad a la lucha del “mártir”. Era nada menos que Ayman al Zawahiri, el hombre que hoy (muerto Osama) lidera la red Al Qaida. Uno de los aspectos más impresionantes del libro de Lawrence Wright (por el que ganó el Pulitzer en 2007) es precisamente el seguimiento de la vida de Al Zawahiri, desde su niñez hasta convertirse en el segundo de Bin Laden (a quien se acercó menos por coherencia ideológica que por necesidad de financiamiento de sus propias actividades clandestinas). Efectivamente, Osama estaba siempre dispuesto a entregar dinero a aquellos que se mostraran seriamente dispuestos a luchar en favor del Islam. Antes de fundar Al Qaida, vivía en una modesta casa de Arabia Saudita (divida en cuatro, con una esposa e hijos en cada una), sin mesas donde comer ni sillas para sentarse, en la más completa austeridad. Lo único que nunca podía faltar allí, eran los millones que los mujahidines (guerreros santos) retiraban a diario. El dinero procedía de las ganancias siderales de la Saudin Binladin Group. Su padre, Muhammad Bin Laden, era obrero de la construcción, analfabeto (castigado por un maestro perdió un ojo, abandonando la escuela muy temprano), llegó a ser el principal constructor de todo el mundo árabe, artífice de la mezquita de La Meca tal como hoy la conocemos. Osama, por su parte, fue un padre severo, llevaba a sus hijos a pasar algunas temporadas al desierto y dormían a la intemperie; si hacía demasiado frío se tapaban con arena, y rezaban.

Al mismo tiempo, La torre elevada es la historia de un puñado de agentes de la CIA y el FBI siguiendo el rastro de un hombre que, en principio, aparece como un demente salido de una extraña leyenda medieval. De tan delirantes, los resultados de las primeras investigaciones no pueden ser tomados en serio por las autoridades. Mientras un grupo de agentes de inteligencia intentan desbaratar la red del yemení, hombres de Al Zawahiri se introducen en los servicios norteamericanos. Son casi seiscientas páginas –muy bien documentadas– en las que parece increíble que no haya podido evitarse el espectacular baño de sangre y polvo de septiembre de 2001. Incluye un “Epílogo a la edición de 2011”, actualización necesaria a propósito de la reciente cacería de Osama bin Laden, asesinado de un tiro en la cabeza y otro en el pecho, y luego –según dicen– arrojado al Mar de Arabia para evitar la peregrinación de millones a su tumba.

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