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Domingo, 2 de junio de 2013
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Matrimonios y algo más

Después de tantos años de periodismo, de redacciones y libros sobre medios, Carlos Ulanovsky escribió su primera novela, Nunca bailes en dos bodas a la vez. Y con buenas dosis de humor judío, costumbres argentinas y un menú exquisito, cuenta la historia de un casamiento donde nadie encuentra a la novia.

Por Juan Pablo Bertazza
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Mi gran casamiento griego, Cuatro bodas y un funeral, El hijo de la novia, La boda de mi mejor amigo, Novia fugitiva, Mi primera boda y otras, tantas otras. A pocas temáticas se les dedicó tanto celuloide como a ese santo sacramento –el único que se realiza de a dos– y la correspondiente fiesta de bodas. Aun hoy, los casamientos gozan de un lugar de privilegio en el espectáculo argentino. Basta recordar la esperadísima boda de Palito Ortega con Evangelina Salazar del 3 de marzo de 1967 en la Abadía de San Benito de Buenos Aires, que fue transmitida en vivo con la conducción de Nicolás “Pipo” Mancera; el épico casamiento de Diego Armando Maradona y Claudia Villafañe en el Luna Park el 7 de noviembre de 1989 y, más acá en el tiempo, las nupcias celebradas en el hipódromo de Palermo de Valeria Mazza y Alejandro Gravier, ceremonia inolvidable por la galera del empresario y el millón y medio de dólares que ganó la pareja al vender los derechos a tres medios.

Periodista, docente, crítico, autor de una veintena de libros sobre la historia de los medios de comunicación, hay pocas cosas relacionadas con la profesión que no haya encarado Carlos Ulanovsky, y muy pocos medios en donde no haya trabajado. Con la vuelta de la democracia, Ulanovsky participó además de la apertura de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y, pocos años después, se convertiría en uno de los fundadores de TEA, DeporTEA y TEA Imagen.

La idea de escribir ficción, teniendo en cuenta tantos años de periodismo y comunicación, ¿estuvo desde siempre o surgió en este último tiempo?

–Siempre estuvo. En 1979, viviendo en México, escribí una novela que se llamaba Soñar despierto. La mandé a un concurso y, como no gané, me deprimí y tuve que resignarme diciendo “esto no es para mí”. La idea de este libro la tenía en la cabeza hace bastante tiempo, pero recién pude resolverla en el 2011.

El periodismo usa cada vez más herramientas de la literatura. ¿Considerás que este libro está muy alejado de lo que venías escribiendo?

Nunca bailes en dos bodas a la vez. Carlos Ulanovsky Emecé 164 páginas

–Después de tantos años comprobé que en un libro periodístico es completamente imprescindible trabajar con la verdad, pero que en una novela a nadie se le ocurriría esgrimir el refrán de “la mentira tiene patas cortas”. De todas formas, algunos de mis otros libros tienen elementos de ficción. Hay algo de crónica costumbrista en Los argentinos por la boca mueren, y algo de caprichos de la memoria en las crónicas de exilio de Seamos felices mientras estamos aquí y en Redacciones. La profesión va por dentro. Por el momento, los libros anteriores –de investigación histórica, análisis de medios, biografías, crónicas– golean al de ficción por veinte a uno y es posible que vuelvan a mover el marcador. Debo seguir respetando mucho el patio en donde me hice persona grande, ese que tiene olor a verdadero, a sucedido, a hecho comprobado, a acontecimiento del que se puede dar fe.

¿Qué significan para vos las fiestas de casamiento? ¿Te casaste?

–¿Quién no fue a un casamiento, propio o ajeno? ¿Quién no estuvo unas cuantas horas en uno de esos no lugares que son los salones de fiestas? Cuando era chico iba con mis viejos, que se preparaban mucho tiempo para asistir a eso que vivían como un acontecimiento. Ahí empecé a fascinarme con los músicos que verdaderamente eran el alma de la noche. Ahí están dos orígenes probables de la novela. Una, mis viejos, a los que quiero homenajear: jóvenes, vigorosos, con ganas de salir y divertirse y, la otra, mi mirada sobre los músicos en general, y los bateristas en particular, capaces de conmoverme y de sacar a bailar a una multitud. Y sí, también me casé dos veces, a falta de una. La primera en Buenos Aires –ceremonia religiosa en la sinagoga de la calle Paso y fiesta en el Automóvil Club– y la segunda por civil en el Distrito Federal mexicano frente a un juez que nos leyó la encíclica de Melchor Ocampo. Todavía me gusta mucho ir a bodas de amigos y participar de todos los rituales, desde la elección del regalo a la comida y sacar a bailar a la novia.

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