Domingo, 10 de marzo de 2002
El extranjero
THE GATEKEEPER, A MEMOIR
Terry Eagleton
Penguin
Londres, 2002
178 págs., 10 Libras
La contratapa de The Gatekeeper, las memorias de Terry Eagleton, se encuentra estampada de nombres cĂ©lebres que, como siempre en estos casos, augura la insigne altura intelectual del autor. Colin McCabe anuncia que “Terry Eagleton es esa rara ave entre los crĂticos literarios: un verdadero escritor”. David Lodge, el mismo excelente ejemplo de tal ave, ratifica que el libro “combina serias reflexiones con un ingenio cáustico y está abigarrado de anĂ©cdotas que hacen que uno se rĂa en voz alta”. Pero el remate de toda esta alabanza viene de parte de Prince Charles, heredero a la corona de Inglaterra: “Ese horrendo Terry Eagleton”. He aquĂ el signo máximo de la penetraciĂłn cultural de un crĂtico: no sĂłlo sus pares hablan de Ă©l sino además los monarcas (nada mal para un acĂ©rrimo marxista). El recurso de agregar una cita adversa en contratapas se ha convertido en una moda. AsĂ, la Ăşltima compilaciĂłn periodĂstica de Julian Barnes, que contiene nueve ensayos sobre su escritor favorito, Flaubert, trae esta cita de Kingsley Amis: “Ojalá se callara la boca sobre Flaubert”.
El libro de Eagleton está dividido en siete capĂtulos temáticos más que cronolĂłgicos, en los que el autor considera, respectivamente, sus relaciones con las carmelitas descalzas, el clero, los pensadores, los polĂticos, los perdedores, los acadĂ©micos y los “Aristos” (la falta de un capĂtulo acerca de los escritores, puede pensarse, es indicativo del augusto desapego de la teorĂa frente a la literatura). Decir que esas relaciones han sido espinosas constituye un esperanzado eufemismo. Eagleton es un laureado del inconformismo, a quien desde luego no le preocupan los laureles. Sus libros de crĂtica han sido siempre frontales, polĂticos y argumentativamente sĂłlidos (sĂłlidos como el hormigĂłn armado) gracias a los cimientos del marxismo. ÂżAdoptar el vehĂculo “memorias”, un gĂ©nero en esencia burguĂ©s, no comporta un acto de autocontradicciĂłn? No, dice Eagleton, invocando el ejemplo intelectual de Wittgenstein, que habrĂa hecho “anti-filosofĂa”. Eagleton estarĂa escribiendo una anti-memoria: “La anti-autobiografĂa no consiste simplemente en no escribir la propia autobiografĂa, una práctica pasmosamente dominante, sino en escribirla de manera de adelantarse a la lascivia y la inmodestia del gĂ©nero, frustrando el propio deseo de exhibirse y el deseo del lector de penetrar la vida Ăntima de uno”. Esto es además una muestra del estilo dialĂ©ctico de Eagleton, en el que los dobles negativos y los adversativos saturan la página como cabezas de clavos sobre las que el autor martilla sus ideas.
Pese a que Eagleton se propone frustrar las expectativas del lector, hay una historia a todas luces interesante. Nacido en una familia catĂłlica irlandesa de la clase trabajadora, el pequeño Terry Eagleton, entonces monaguillo, participaba fervientemente de la liturgia eclesiástica de su barrio. A los diez años, una de sus ocupaciones era cuidar las puertas de un convento de carmelitas descalzas, y cuando una novicia tomaba los votos, debĂa cerrar las puertas tras ellas y más o menos en la cara de las familias que nunca volverĂan a verlas. Era el portero, el gatekeeper del Señor. La transiciĂłn a activista polĂtico de izquierda y Professor of English Literature en Oxford no es insustancial ni aburrida por unmomento. La historia de un ascenso social: Âżhay gĂ©nero más pequeño burguĂ©s?
MARTIN SCHIFINO
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