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Domingo, 14 de diciembre de 2014
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PANTALLAS Y ESPEJISMOS

En Los desiertos, Jos茅 Supera plasma un mundo de pr贸tesis, sustitutos, pantallas y huecos, escenario de una novela compacta aun dentro de su propuesta fragmentaria.

Por Juan Pablo Bertazza
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Los desiertos
Jos茅 Supera
ClubHem editor
169 p谩ginas

M谩s que la comida, las monedas y los pasamanos. Incluso m谩s que la ropa: el dispositivo m谩s visto (y m谩s tocado) de los tiempos que corren parece ser la pantalla. Desde la de los advenedizos celulares todoterreno que pueden transformarse, incluso, en libros (la literatura desde una pantalla) hasta las que resisten la marea tecnol贸gica con la esperanza de quedar inc贸lumes, como es el caso de las monumentales pantallas de los viejos cines. Como sea, la in茅dita acumulaci贸n de pantallas, pantallitas y pantallazos parece resignificar la otra acepci贸n de la palabra: algo como un eclipse, algo que se emplea con el objetivo de atraer la atenci贸n y hacer sombra en aquello que se quiere ocultar.

Pantalla es tambi茅n la palabra que m谩s se repite en Los desiertos, la 煤ltima y tercera novela del escritor y periodista Jos茅 Supera, y por supuesto, no es s贸lo una cuesti贸n de palabras: a partir de una serie de tramas on铆ricas que se van superponiendo a lo largo del libro y el empleo de una segunda persona que provoca el efecto de una interpelaci贸n constante, Los desiertos indaga en la terrible 鈥搚, por momentos, inconsciente鈥 soledad que brota como consecuencia de tanto juego de pantalla.

Si bien es completamente distinta en su estructura, hay en este libro una atm贸sfera, un sonido casi aut贸mata que recuerda a La invenci贸n de Morel de Bioy Casares, aunque Supera se corre de cualquier forma cl谩sica para intentar, si cabe el t茅rmino, una novela interactiva. Es decir, orientada a despertar y disparar sensaciones concretas en el lector m谩s que envolverlo en una psicolog铆a de reflexiones.

Es imposible, para ser francos, no hacer referencia al atractivo dato biogr谩fico seg煤n el cual, el autor de este libro 鈥揹estacado en el 2012 por el Premio Nueva Novela de este diario鈥 trabaj贸 durante gran parte de su adolescencia como prestidigitador y mentalista: de hecho Los desiertos es un libro impregnado de esa din谩mica llena de jerarqu铆a, tensi贸n y abismo que acontece durante un truco de magia, aun cuando el cap铆tulo cero que abre las puertas de la novela propiamente dicha quiz谩s tropiece a la hora de remarcar con insistencia ese abordaje (鈥淟eyendo estas l铆neas me pertenec茅s. Leyendo abriste una puerta que no puede volver a cerrarse鈥). Una interpelaci贸n acaso redundante, innecesaria. No s贸lo porque lo sugiere ya en su pr贸logo Aurora Venturini sino tambi茅n porque resta fuerza a la ambig眉edad que el libro se encarga de construir con mucha m谩s sutileza entre el lector y aquel personaje al que le susurra al o铆do la novela.

Un personaje que, justamente, es m谩s bien un espectro o una sombra. Porque la fauna 鈥揺l bestiario鈥 de Los desiertos est谩 constituida por una galer铆a de protagonistas en peligro de extinci贸n, siluetas de personas de repuesto, esbozos de identidades pr贸tesis.

Las principales tramas de este libro fragmentario pero, a la vez, compacto, se concentran en las vicisitudes de una firma que ofrece algo as铆 como extras para satisfacer distintas necesidades cotidianas 鈥搇lorar un muerto, cuidar a un enfermo, criar hijos, aplaudir en la presentaci贸n de un libro鈥 y el crecimiento de un menor que, luego de sufrir un traum谩tico abandono, padece la enfermedad del Ni帽o Solo (鈥渦na especie de asfixia emocional鈥) y desemboca en un adulto parad贸jicamente adicto a la compa帽铆a superficial y forzada de los otros que, en una vuelta de tuerca notable, exige a punta de pistola y con violencia un abrazo o un beso para no morir de soledad, para no volverse invisible.

Pero m谩s all谩 de esos peque帽os hallazgos de gran importancia 鈥搖na de las muchas frases redondas de Supera dice, por ejemplo, 鈥渢e abraza como si fueras el tronco de un 谩rbol鈥濃, lo m谩s interesante de Los desiertos es el clima que construye: un h谩bitat que transpira confusi贸n y en el que la realidad s贸lo aparece a trav茅s de espejismos.

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