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Domingo, 28 de diciembre de 2014
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LA HISTORIA SIN FIN

A partir de viajes organizados por la fundación TESA, que invita a formadores de opinión a Israel y Palestina, Sonia Budassi escribió una crónica que reúne el relato de viajes, el ensayo político, los apuntes de vida cotidiana y la reflexión sobre la propia extranjería. La frontera imposible. Israel Palestina, ampliamente documentado y sorpresivamente ecuánime, es un libro que asume lo inabordable del conflicto y abraza esa complejidad.

Por Ariadna Castellarnau
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Palestina e Israel son tan pequeños en términos geográficos como inabarcable es su complejidad. Cuesta entender que un territorio tan diminuto contenga tal densidad política e histórica, que se remonta a una lejanía prácticamente inabordable para un ser humano común. De modo que sacar como tema de conversación, y ya no digamos escribir un libro, sobre el enfrentamiento de estas dos naciones tendría que hacer palidecer de miedo y angustia a cualquiera. La bibliografía es inmensa. Hay que empezar por el Antiguo Testamento y terminar por las noticias de ayer. Aunque las noticias, lo sabemos, son imprecisas y al final siempre pesa el miedo de meterse en camisa de once varas, o que alguien venga y nos susurre al oído (como le pasa, en The Honorable Woman, al comandante de policía que se atreve a mencionar a la ligera la historia del pueblo judío delante de un jefazo israelí): “¿Qué sabe de nuestra historia? Tenga mucho cuidado”.

La periodista y escritora Sonia Budassi viajó a Israel y Palestina invitada por la fundación TESA, que todos los años realiza estos viajes con formadores de opinión para que conozcan las dos realidades. De la experiencia surgió un libro, La frontera imposible, Israel Palestina. Pero no un libro de vivencias al estilo “yo estuve aquí”, como los cándidos nórdicos que se fueron a Camboya para conocer las circunstancias miserables en las que trabajan los empleados de una marca de ropa europea y volvieron para abrirles los ojos a los consumidores. Nada de eso. Budassi escribió un libro bien fundamentado, con cantidad de referencias históricas, que comprenden desde el período del Mandato Británico, antes de la declaración de Estado de Israel, hasta los últimos acontecimientos y el recrudecimiento bélico sobre la Franja de Gaza. A la solidez de su investigación histórica superpuso la mirada de experta cronista, ese filtro invisible (y sensible) que no informa, sino que narra “cuentos que son verdad”, como dijo Gabriel García Márquez como una forma de definir el género.

Cuesta imaginar que un libro que aborda el conflicto más mediático del mundo pueda escaparse del partidismo. Pisar Palestina en el medio de una lluvia de alarmas y sirenas debe ser el sueño húmedo de más de un reportero. Ni digamos la posibilidad de agitar conciencias con algún dato único o simplemente con el privilegio de haber presenciado en vivo y en directo lo que la mayoría ve en televisión. Sin embargo Budassi deja a un lado los detalles efectistas y pone en primer plano la vida cotidiana, que obviamente está teñida por la política y la guerra, pero que aun así resulta mucho más patética y conmovedora de lo que los cuentos sobre espías en el Medio Oriente quieren hacernos creer. De manera solapada, la cronista se permite incurrir en el dato turístico, en la descripción íntima y emocionada de los lugares santos, en breves y agudas observaciones sobre los miembros que forman la comitiva mientras que va dando voz a las distintas personas con las que traba relación durante el viaje. El resultado es un texto complejo, de múltiples caras, que no busca la verdad objetiva, sino que parte de la premisa de que la verdad está en crisis y que cualquier acercamiento a ella será siempre insuficiente. “Me propuse leer el territorio asumiendo el recorte y la traducción indeleble”, escribe la autora hacia el final del libro.

De manera opuesta a la mirada infantil que convierte a los palestinos en los buenos del conflicto y a los israelíes en los malos, el ensayo de Budassi habla del miedo compartido entre estas dos naciones sumergidas en la incertidumbre. Tanto Israel como Palestina alimentan el pánico de que un día su tierra se vea sepultada bajo un río de fuego, como en Pompeya. “Hay quince minutos para llegar a un refugio. Una vez que el misil cae, el instructivo indica que hay que permanecer en el lugar un minuto. Y seguir con la rutina de una vida normal”, escribe la periodista.

Los refugios, las alertas aéreas y las muertes se contabilizan en ambos lados de la frontera. Los dos pueblos se imbrican en un conflicto en que todos pierden y esta desoladora realidad es tal vez el argumento más palpable del libro. Una “cultura de la muerte” –como decía Edward Said– se impone y marca el pulso de las luchas por el territorio. No hay nada nuevo en esto. La historia de todas las guerras de descolonización sirve de precedente. No olvidemos que fue justo en este contexto histórico (el de las guerras por la independencia de las colonias africanas) que Frantz Fanon forjó su conocida reflexión sobre el papel de la violencia dentro del proceso de liberación y sobre los riesgos corridos por las antiguas colonias una vez logrados sus objetivos.

La frontera imposible. Israel Palestina. Editorial Marea Sonia Budassi 299 páginas

El sueño sionista de liberación y autodeterminación nacional se ha ido transformando en el sueño de cumplimiento de una profecía bíblica: el regreso judío a la Tierra Prometida. Algo que a la mayoría de nosotros –pragmáticos, olvidadizos, mundanos– nos resulta inconcebible. ¿Cómo podemos siquiera comprender los motivos que alientan el conflicto? Una guerra de tribus. Una guerra por la tierra, por el agua, por la arena. Una guerra antigua cuyas raíces se remotan siglos hacia atrás. A Ismael e Isaac. Budassi termina el libro abriendo un montón de interrogantes acerca del futuro de ambos países. No hay tesis. No hay conclusión. No puede haberla. Como dice ella misma, su propósito no fue otro que el de “abrazar desde el plano literario el inflamable terreno de la batalla simbólica y social”.

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