El peronismo es una fuerza imaginaria. Decir esto puede pasar por escandaloso, pero es apenas la constataci贸n de una serie de circunstancias que, como m铆nimo, han afectado tanto a la pol铆tica como a la literatura local en lo que va del siglo XXI. En principio, en t茅rminos de la cotidianidad pol铆tica, diversas instancias nos demuestran que 鈥渓o peronista鈥 es una suerte de identificaci贸n que puede reunir bajo su nombre universos tan lejanos como las formaciones nacionales y populares y el neoliberalismo conservador. Ahora bien: en literatura, la fuerza ficcional de lo peronista tiende a la parodia e inclusive a lo fant谩stico: en esa l铆nea hay que ubicar a la segunda novela de Hugo Salas El derecho de las bestias; un texto que no s贸lo recae en el peronismo sino, sobre todo, en las t铆picas figuras antiperonistas, contreras y gorilas para hacer una ficci贸n que explota hacia todos lados y no deja una sola certeza hist贸rico-pol铆tica en pie.
La novela comienza con una fuga nocturna en donde un grupo de j贸venes antiperonistas es emboscado en su huida a Montevideo. Lo que transportan en ese escape es un malet铆n que, cual film tarantinesco, tiene un contenido desconocido por todos. Un solo miembro del comit茅 en fuga logra sobrevivir: un tal Enrique, rescatado por 鈥淧epe鈥, quien lo lleva a la casa de una amiga para que se recupere de una herida en el muslo causada por un disparo. La naturaleza de los nombres se va disipando de a poco, como parte de una bruma que, a medida que las p谩ginas pasan, va en retirada. Pepe es Jos茅 Bianco, su amiga no es otra que Victoria Ocampo y el joven Enrique est谩 entrando, sin quererlo, en el mundo 铆ntimo de la intelectualidad contrera por definici贸n: el grupo Sur. Y luego, el Tirano. Juan Domingo Per贸n aparece en la escena siguiente para conformar el otro hilo narrativo: por un lado, el antiperonismo y la protecci贸n de Enrique; por el otro, los secretos de la corte que preside Per贸n-rey y la sucesi贸n de 鈥渃ortesanos鈥 que tratan de ubicar al fugado. Salas es muy certero al intercambiar los valores de estos mundos: los gestos aristocr谩ticos y desmedidos son patrimonio de las altas esferas peronistas, mientras que la resistencia con tintes pseudorrevolucionarios se ubica del lado de Ocampo, Bianco y Enrique (que, tiempo despu茅s, se dejar谩 entender que es el mism铆simo Enrique Pezzoni, 鈥渁dicto鈥 a las traducciones).
A trav茅s de fragmentos que se van sucediendo bajo la l贸gica del contrapunto, en un juego de ping pong narrativo que pasa de un extremo al otro, varios nombres se dan cita, invocados por esta especie de delirio m铆stico-m铆tico-pol铆tico: Eva Per贸n, Juan Duarte, L贸pez Rega, Isabelita, Mario Firmenich, Fernando Abal Medina, C谩mpora, Norma Arrostito, Fanny Navarro y hasta Mirtha Legrand. Todos personajes de una trama que por momento sigue la l贸gica de una novela de esp铆as: qui茅n est谩 de qu茅 lado y qui茅n busca traicionar a qu茅 facci贸n. Pero, claro, si la ficci贸n se permite la parodia, lo primero a traicionar es el tiempo. La acci贸n se desarrolla en unos pocos d铆as del a帽o de 1953, y todo sucede en ese per铆odo, como si Salas hubiera utilizado el anacronismo deliberado que Borges reconoc铆a como t茅cnica narrativa por excelencia en 鈥淧ierre Menard, autor del Quijote鈥 a los fines de hacer este jugo concentrado de historia peronista, en donde los hitos que conforman al movimiento se dan casi simult谩neamente. La novela parece conservar un gesto relativamente 鈥渟erio鈥 entre tanta bufonesca: los di谩logos que no se pudieron dar por cuesti贸n de distancias emp铆ricas, la ficci贸n las permite, intentando resolver poderosas conjeturas a trav茅s de di谩logos. 驴Qu茅 le hubiese dicho Eva a Per贸n cuando se distanci贸 de la juventud revolucionaria? 驴Y Ocampo a la abanderada de los humildes?
Hugo Salas construye una novela que, con un argumento delirante, no se queda en mera tesis: bien se puede ignorar mucho de historia peronista o directamente argentina, y la trama sigue interesando igual, haciendo de El derecho de las bestias una novela tan entretenida como punzante. La voz narrativa trata de conservar una distancia con los hechos, asegur谩ndose que el lector no se agobie con tanta informaci贸n e intercalando cada tanto palabras en otras lenguas, como si hiciera del cosmopolitismo cipayo el mejor tono para contar el peronismo. Y es que, abierta la puerta de la literatura, no s贸lo el peronismo, sino cualquier hecho hist贸rico tiene que hacerse amigo de su contrario, llegando al l铆mite de lo que cualquier movimiento con pretensiones de absoluta realidad rechaza de manera furibunda: la mezcla.
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