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Domingo, 24 de enero de 2016
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Carlos Aletto

OH, MELANCOLÍA

Tras los pasos del médico Vesalio, protegido de Carlos V y opuesto a Galeno, el libro de Carlos Aletto rastrea los pasos de la enfermedad que el hombre arrastra por siglos sin cura aparente.

Por Juan Pablo Bertazza
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Anatomía de la melancolía. Carlos Daniel Aletto Galerna 135 páginas

A pesar de que es una reedición (el libro se había publicado hace tres años en Cuerva blanca, una pequeña editorial marplatense), la llegada de Anatomía de la melancolía de Carlos Aletto al catálogo de Galerna constituye una buena oportunidad para mirar de cerca un libro que todo el tiempo intenta alejarse. Se trata de una de esas obras algo subterráneas que cuentan en su haber con la fascinación de escritores y especialistas como Guillermo Martínez (la eligió mejor novela del año 2012), Ricardo Piglia (“estaba tan entusiasmado con la prosa del libro que casi pierdo un vuelo”) o Noé Jitrik (“una sabia administración verbal, una especie de barroquismo no barroco que recupera el mundo tenebroso y maravillado de los Bosco o los Brueghel”). Pero no hay que perder de vista además que Anatomía de la melancolía es la primera novela de un escritor que empezó a hacerse conocido por ganar el Premio Clarín de cuentos que luego le sacaron en una maniobra por lo menos dudosa. Otro escándalo literario que tal vez no permitió ver en toda su dimensión la calidad literaria de esos relatos reunidos bajos el profético nombre de Antes de perder (2010).

Anatomía es, entonces, una extrañísima opera prima si tenemos en cuenta que las primeras novelas suelen ser una carta de presentación directa y ampliada de los escritores, como un currículum en el que se incluyen foto, nombre y hasta los trabajos de un solo día. La de Aletto (que le llevó escribirla veinte años) vendría a ser, en cambio, un currículum sobrio, enigmático y sin casi ningún canal para contactarse con su autor: no sólo porque no pertenece a ese subgénero de la autoficción del que parece que se empieza a curar Francia pero todavía no nosotros sino también porque su propio lenguaje, su gramática, corresponde a otra época.

Máscaras, falsificaciones, seudónimos, reticencias, secretos, simulacros, distorsiones y cambios de nombre o identidad están a la orden del día en esta novela histórica y, al mismo tiempo, contemporánea que comienza con un concluyente epígrafe de Borges (“Se puede concluir –sin postrarnos ante la provocación– que toda la Literatura no es otra cosa que una mentira que dice la verdad”) y la errónea atribución a El Bosco del boceto Hombre árbol –hoy en el museo Albertina de Viena– firmado, en realidad, por Brueghel y directamente relacionado con el Jardín de las delicias.

Los disfraces y la incertidumbre –dos formas de decir lo mismo– persisten a lo largo de toda la novela: la primera persona corresponde a Andrés Vesalio, un renombrado médico belga de notable prosapia que, al servicio del rey español Carlos V, osó poner en jaque las ideas imperantes de Galeno. Con tal de cumplir su objetivo de encontrar el origen y la localización exacta de la melancolía, Vesalio es capaz incluso de diseccionar cuerpos con vida (con alma) lo cual le significará el máximo castigo de la hoguera que, no obstante, logra evadir gracias al perdón de Felipe II (estaba a su cargo tras abdicar Carlos V en 1556) quien lo manda a Jerusalén para purificarse.

Ahí mismo se terminan los números y los datos históricos y comienzan las hipótesis y la literatura: a tal punto se pierde el rastro de Vesalio que es probable que por evitar el fuego haya muerto en el agua.

Por supuesto que un libro no está solo hecho de palabras y menos que menos en la novela de quien es autor, además, de Diálogo para una poética de Julio Cortázar, ensayo donde analiza cada uno de sus paratextos.

Al mismo nivel de la trama están en Anatomía de la melancolía cada una de las imágenes y pinturas que se van adjuntando al igual que su estructura binaria compuesta por capítulos y visiones: mientras los primeros desarrollan la historia de Vesalio, las otras proponen una especie de actualización del viaje alegórico y apocalíptico de don Túngano por infierno, purgatorio y paraíso, que escribió un monje irlandés alrededor del año 1140.

Dos líneas aparentemente paralelas que se van juntando y fundiendo al final de la novela. Como la historia y la ficción, como la mentira y la verdad: exactamente como les pasa a los científicos con su objeto de estudio, a los grandes creadores con su creación.

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