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Domingo, 5 de junio de 2016
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Junichiro Tanizaki

ORIENTE FETICHE

Considerado uno de los grandes autores de la modernización de la literatura japonesa, Junichiro Tanizaki supo también recoger lo mejor de la tradición estética de su país y su cultura. Opuesto por instinto al naturalismo, se volcó a la descripción puntillosa de lo sensual. El amor, la sexualidad, el goce y la decadencia ocuparon un lugar central en sus ficciones. Así lo confirma la antología Cuentos de amor, que recoge relatos de diversas épocas y que hablan de fetichismo, celos desbordados, travestismo y otras variaciones de las conflictivas relaciones entre hombres y mujeres.

Por Mercedes Halfon
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Cuentos de amor. Junichiro Tanizaki Alfaguara 317 páginas

En Elogio de la sombra, uno de sus textos clásicos, Junichiro Tanizaki exploraba la relación entre lo oscuro, lo tenue, el contraluz y la estética oriental. En ese bellísimo ensayo el escritor japonés daba cuenta de cómo en Occidente el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz, mientras que en la estética tradicional de su país lo esencial es captar el enigma de la sombra. Ejemplificaba con diversas manifestaciones tradicionales que iban del color de la tinta, los trajes del teatro Nô, la luz difusa de las viviendas y la preferencia de materiales opacos como el papel frente al cristal.

Es en esta clave, en la predilección por los reflejos profundos y velados al brillo superficial, que debemos captar las sutilezas diabólicas de la reciente antología Cuentos de amor. Un libro atrapante en su oscuridad, soprendente en su abundancia de personajes perversos y gozosos. Es el modo en que este escritor eligió para hacer gala de su refinamiento extraordinario y a la vez reservado, de gran misterio.

Tanizaki es considerado como el iniciador de la novela contemporánea del Japón, junto a figuras decisivas como Yasunari Kawabata y Yukio Mishima. Él es sin duda el bon vivant de las letras niponas, con un origen acomodado y bohemias costumbres de juventud. Se casó tres veces antes de encontrar a la mujer con la que envejeció y junto a quién escribió la mejor parte de su literatura.

Es el dueño de una obra gigantesca: treinta volúmenes en los que hay novela, cuento, ensayo, obras de teatro, crítica y hasta la la traducción al japonés moderno El relato de Genji (Genji monogatari) de Murasaki Shikibu, una de las novelas más antiguas de la historia. Nació en Tokio en 1886, tiempo en que la literatura japonesa recibía el título de “moderna”, o en otras palabras, se abría a la influencia de Occidente. La tensión entre esos dos polos estará permanentemente actuando en su trabajo. Están sus obras cultoras de la tradición japonesa y las fascinadas por lo occidental. De hecho el encargado de la selección y notas de Cuentos de amor, Carlos Rubio, habla de la existencia de “dos Tanizakis”. El de su juventud, que se caracteriza por la veneración por lo foráneo y el de madurez, que se destaca por el cultivo exclusivo de ambientes y asuntos japoneses. Sin ser tan esquemáticos, podemos ver estos polos en permanente tensión magnética a lo largo de su obra. Hasta en Elogio de la sombra, el disparador de sus reflexiones sobre la forma tradicional oriental es el advenimiento de la revolución técnica con la llegada de la bombita eléctrica, el tenedor y otra serie de elementos que provenían del Poniente. Muchas de estas cuestiones se dejan ver en Cuentos de amor,una antología de once relatos escritos a lo largo de casi veinticinco años. En ellos se dibujan diversas formas del deseo, de un erotismo perturbador, como un tornasolado abanico. Se sabe que Tanizaki vivió acosado por la censura y aquí es posible notar por qué. Hay en su pluma conocimiento y profundidad para abordar distintas parafilias, engarzándolas en sus cuentos como joyas, formas sutiles de la sensibilidad. A lo largo de las páginas nos encontramos con estas obsesiones amorosas fundantes: la fascinación por el pie femenino, la belleza como arma destructora, la caprichosa crueldad de las mujeres/hombres amados.

El libro se abre con sus dos primeros relatos publicados, escritos a comienzos de la primera década del siglo veinte. Es importante saber que en ese momento el estilo imperante en Japón era el naturalismo. Es por esto que estos cuentos –“Tatuaje” y “El secreto”– son una suerte de llamado a las armas, una clara toma de partido por la contraria. A Tanizaki no le interesaba un ápice la moral social ni el registro de su época, sino irse muy lejos con la imaginación. Paisajes exóticos, romanticismo lánguido y decadente, asomarse a los abismos más extraños del deseo humano. Estas ideas que son su carta de presentación en los comienzos, no las abandonó nunca. Sordo al clamor de los hechos históricos trascendentes de su tiempo, al clima espiritual dominante, atraviesa dos guerras mundiales sin inmutarse, buscando su verdad en la pura ficción.

Esta colección incluye algunos relatos muy conocidos como “Los pies de Fumiko” (1919) , un clásico del Foot fetishism– junto a otros que se editan por primera vez en castellano como el ominoso “El caso del baño Yanagi” (1916) o el mencionado “El secreto” (1911) que cuenta la historia de un dandi que fuga de sí mismo travistiéndose. Allí, por ejemplo, Tanizaki escribe: “Aquel kimono de crepé de seda azul decorado con dibujos pequeños y grandes colgaba en la tienda con una languidez deliberadamente descuidada. Me estremecí al imaginar el intenso placer que sentiría con la seda fría y pesada envolviendo mi cuerpo. ‘¡Sí! Deseo caminar por las calles vestido con un kimono de mujer’”.

Cuentos de amor. Junichiro Tanizaki Alfaguara 317 páginas

Todos sus personajes son extravagantes, crueles, violentos, subversivos, pero él no se preocupa por encontrar sus motivaciones secretas ni trazar ninguna clase de psicologismo. El goce está en la descripción detallada de sus aconteceres en un cuadro amplio en el que también aparecen ambientes, vestuarios y climas. La visualidad de los relatos de Tanizaki es absoluta. Puede detenerse en la descripción de un pie, un rostro o un kimono por largas líneas. Muchos de sus personajes son pintores, geishas, escritores, lo que parece habilitarle el extremo detallismo en el relato de cuestiones de orden sensible. Lo esencial es lo que ven los ojos, parece decir. En esas texturas y descripciones de aspectos laterales, lo que queda entre sombras, lo que no puede ser demasiado iluminado, lo que solo podemos entrever.

Sin el corset de la moral judeocristiana, Tanizaki se atrevió a narrar estas experiencias diversas que hoy llegan hasta nosotros. Transmiten una turbación extraña y magnética, no tan distinta que la que debe haber producido cuando se leyeron por primera vez. Entre la novela erótica y la policial, a través de la belleza misteriosa de su prosa, vamos al encuentro de la idea que Tanizaki construye del amor. Unos romances atípicos en todos los casos. Un tratamiento sutil en las formas, de intenso contenido.

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