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La historia de la literatura es tambi茅n una historia de fantasmas. Todo lector puede decir, como Quevedo: 鈥淰ivo en conversaci贸n con los difuntos/y escucho con los ojos a los muertos鈥. Muertos que siguen hablando, que discuten entre s铆, que acrecientan sus obras con la aparici贸n de manuscritos, cartas, textos recobrados y cuentas de la lavander铆a. Muertos, incluso, que empiezan a hablar cuando son descubiertos por un investigador afortunado que los rescata del olvido.
De fantasmas y libros olvidados trata La casa del lago de la luna, la novela que Francesca Duranti public贸 en Italia en 1984. Fabrizio Garrone, el protagonista, es un noble arruinado porque su padre decidi贸 hacer negocios en lugar de disfrutar de sus riquezas. Fabrizio s贸lo conserv贸 de su herencia el cuadro de un viejo maestro, sus modales y un conocimiento de las lenguas europeas que apenas si le permite ganarse la vida como traductor. Pasa sus d铆as rumiando su odio hacia un mundo que es responsable 鈥渄e haber hecho fracasar su modelo de cultura, elegante y un poco fuera de moda, como todo lo que no se compra ni se conquista, sino que emana naturalmente por herencia familiar鈥.
Si la historia de la literatura es un di谩logo de muertos, las bibliotecas y las librer铆as de viejo son unos extra帽os cementerios en los que se estimula la exhumaci贸n. En un puesto de libros de Mil谩n, Fabrizio encuentra una recopilaci贸n de art铆culos period铆sticos del fil贸logo Giorgio Pasquali (鈥渆n una vieja edici贸n de provincia que le gust贸 particularmente por su austera elegancia鈥) en el que se esconde un tesoro: la referencia elogiosa a Haus am Mendsee (鈥淟a casa del lago de la luna鈥, novela dentro de la novela) de Fritz Oberhofer: un 鈥渘ovelista vien茅s del mejor per铆odo鈥, que public贸 una edici贸n de autor de cien ejemplares y es, por lo tanto, un perfecto desconocido. La posibilidad de convertirse en el descubridor de un nuevo cl谩sico, en un germanista reconocido, en alguien importante en el mundillo literario, lo conducir谩 a recorrer bibliotecas vienesas y pueblos de Austria hasta quedar encerrado en un ambiguo retorno y una trama g贸tica al conocer a una descendiente del gran amor del escritor.
Un logro de la novela es la paciencia con la que demora la aparici贸n de las ambig眉edades de lo fant谩stico. El relato se transforma de a poco y lo que comienza como una cr贸nica sobre las dificultades amorosas, intelectuales y econ贸micas de un traductor, con apuntes sobre la vida cultural y editorial de la Italia de la d茅cada de 1980, se convierte en una novela de aparecidos y posesiones sobrenaturales. El fantasma que sin dudas sobrevuela la novela es el de Henry James: el due帽o de ese mundo de 谩nimas melanc贸licas, manuscritos perdidos y combates por la posesi贸n de los recuerdos literarios. Duranti no recurre a los infinitos subterfugios con que James evitaba hablar de sexo en sus relatos, pero obtener los papeles de Jeffrey Aspern no se relacionaba con el erotismo menos que poseer las cartas de Fritz Oberhofer.
No es un exceso de biografismo notar los parentescos entre Francesca Duranti y Fabrizio Garrone. Duranti viene tambi茅n de una familia aristocr谩tica y aprendi贸 el alem谩n de una serie de ni帽eras que le hicieron odiar la cultura germana como un s铆mbolo de la separaci贸n de su madre. Duranti, que es tambi茅n traductora y 鈥渁utotraductora鈥, ha dicho que en t茅rminos ling眉铆sticos se considera esquizofr茅nica. 鈥淟a indisciplina italiana, el moralismo rompebolas alem谩n, el pragmatismo anglosaj贸n, el snobismo franc茅s. Todos defectos en los que me reconozco鈥.
La casa del lago de la luna puede leerse como un episodio de esos conflictos ling眉铆sticos: el traductor como la v铆ctima de una posesi贸n.
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