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Domingo, 12 de octubre de 2003
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Rese帽a

La hermanita perdida

LA HERMANA
Paola Kaufmann

Sudamericana
Buenos Aires, 2003
224 p谩gs.

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POR LAURA RAMOS

La hermana (Premio Casa de las Am茅ricas 2003) habla de la hermana de la poeta norteamericana Emily Dickinson (1830-1886), como falsificadora o fantasma de su hermana exc茅ntrica y genial, como doble fallido y mediocre que con respiraci贸n contenida esp铆a desde la cocina de la mansi贸n familiar de los Dickinson en Amherst, Massachusetts, a Emily, que a su vez esp铆a desde la escalera trasera a los invitados que est谩n en el sal贸n.
Como forzada cualidad que deforma un timbre conocido, la voz de Lavinia Dickinson, hermana menor de una de las poetas m谩s grandes de Nueva Inglaterra, toma la forma de un largo manuscrito que no desmiente la leyenda familiar que trata a la peque帽a con condescendencia. Seg煤n decisi贸n de la autora, el tono general del manuscrito (el documento ap贸crifo que compone la novela) se rige por ciertas leyes de la traducci贸n, por un lenguaje ambiguo, neutro, que procura ser intermediario, como la traducci贸n misma, de una lengua a otra. Fijar la fecha de la escritura del manuscrito en el siglo XIX fue la menor de las preocupaciones del texto; era preciso adem谩s adoptar una inflexi贸n adecuada para un documento escrito en espa帽ol que reflejara la vida de una poeta de lengua inglesa en una peque帽a ciudad norteamericana. Al adoptar el tono pla帽idero de la hermana como narradora de la vida de Emily Dickinson, el texto se adapta perfectamente al tono de copia de mala calidad que a su modo la vida de Lavinia oper贸 en relaci贸n a E., una copia que tiene demasiada conciencia 鈥搚 casi se vanagloria, a fuerza de repetici贸n鈥 de su torpeza e ignorancia frente al oscuro genio l铆rico, y (hecho que resalta la descripci贸n de la vida cotidiana de los Dickinson) al formidable temperamento de E.
La prosa, entonces, se muestra tan torpe y vacilante como Lavinia pretende ser: una prosa que parece sentir l谩stima de s铆 misma; y 茅se es su mayor acierto en las descripciones de las dos o tres visitas que reciben en la casa, los horneados de galletitas de jengibre, las muertes de los animales o de los miembros de la familia, los atisbos a la escritora enigm谩tica y extraordinaria encerrada en su cuarto. Como si se tratara de un deseo contenido y muy ardiente, insatisfecho y avivado sin pausa, as铆 queda el lector con el deseo de penetrar en el cuarto de Emily; un deseo que no lograr谩 saciar (E. se encerr贸 a los treinta a帽os para casi no volver a salir hasta su muerte).
Pero 茅sas son las reglas de este libro: la mirada de Lavinia no logra transponer los l铆mites del cuarto de la escritora en momento alguno, ni las conversaciones entre ambas girar alrededor de otra cosa que las galletitas de jengibre. En ese sentido, la novela es absolutamente estricta (a prop贸sito, la autora es bi贸loga, adem谩s de escritora). Aunque el libro parte de una interesante impostura 鈥搇os falsos manuscritos de Lavinia鈥, la autora luego parece deso铆r el consejo que Kurt Vonnegut le dio en el Smith College: 鈥淢i茅ntase, mi茅ntase como una chiflada, 驴o c贸mo se imagina que escribimos todos?鈥, y a excepci贸n de dos o tres peque帽os embustes a lo largo del texto, la novela se ci帽e prolijamente a los hechos documentados de la vida de la poeta.
Una pena, ciertamente, para los nabokovianos que creen que la literatura es poco m谩s que un hato de mentiras. Pena acrecentada para los nabokovianos empecinados en leer cien veces un texto para terminar de comprenderlo, en el hecho de que la lectura sea de tan sincera linealidad (el siglo XIX escrito desde el XXI, la mentira inicial y los secretos entre las dos hermanas, brindaban un prometedor material para la falsificaci贸n).
Pero la novela brinda una segunda, tal vez involuntaria impostaci贸n: lo que la vieja Lavinia susurra, desde el vano de la puerta, no es m谩s que su propia biograf铆a, y la sombra decimon贸nica que el libro acierta en proyectar es su propia sombra encorvada sobre la cerradura del oscuro cuarto de su hermana.

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