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Domingo, 16 de noviembre de 2003
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Reseña

Ética y dolor

JOB: LA FUERZA DEL ESCLAVO
Antonio Negri

Trad. Alcira Bixio
Paidós
Buenos Aires, 2003
196 págs.

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POR DIEGO BENTIVEGNA

Job es un libro anómalo dentro de la producción de Toni Negri. Escrito entre Roma y París a comienzos de los ochenta, se trata de un texto que busca líneas de fuga con respecto a las intervenciones anteriores del hoy famoso coautor de Imperio, que analizaban cuestiones ligadas con la filosofía política y con la acción concreta. Frente a estos escritos, Job venía a plantear la revisión de un proyecto político (el de la autonomía y el obrerismo) a esa altura ya desarticulado por el terrorismo, la represión, la cárcel, el exilio. En estas condiciones extremas, Negri –que encontró en los textos de Foucault, Deleuze y Guattari el lugar teórico del “laboratorio político” italiano– se entregó a la lectura apasionada de Spinoza, a partir del cual pensó, en libros como La anomalía salvaje y Spinoza subversivo, la reconstrucción de una teoría materialista de lo político y lo social. El cattivo maestro leía, también, a Leopardi, el más grande de los románticos italianos, al que dedicaría el libro Lenta ginestra. Y al mismo tiempo leía el libro bíblico de Job, que forma parte de los textos sapienciales. Spinoza, Job y Leopardi fueron, para el teórico italiano, viajes de ida. A partir de ellos, Negri comenzó a pensar la reestructuración del sujeto colectivo y de la lucha política en términos alternativos a la tradición del materialismo dialéctico e historicista.
Job, cuya versión italiana se publicó en 1990, está dedicado “a aquellos que no se arrepintieron, a las nuevas generaciones”. La dedicatoria actúa como una toma de posición con respecto a una tradición interpretativa plurisecular que ha hecho de Job y de sus padecimientos un ejemplo de la resignación y del arrepentimiento ante el poder divino. Job –cuyo relato funciona como una parábola que, de alguna manera, da cuenta del derrotero político e ideológico del propio Negri– es el que se reconstruye a partir de la experiencia extrema, incomunicable, del dolor. Producto de la reunión de un conjunto de textos en prosa y verso de diferentes épocas, cuyo protagonista oriental, de un día para otro y sin entender bien por qué, pierde toda su fortuna y recibe la terrible noticia de la muerte de sus siete hijos y sus tres hijas, el libro de Job es una sucesión de largos monólogos del desdichado anciano y sus amigos (llegados para reconfortarlo desde regiones lejanas) que se cierra con una intervención directa de Dios, en la que se encuentran las celebérrimas descripciones de los monstruos Behemot y Leviatán.
En las interpretaciones judeocristianas más consolidadas, la historia de Job es la historia del justo que recibe un castigo sin causa aparente, desafía a Dios y termina arrepintiéndose ante él después de haberlo visto y, sobre todo, escuchado. Frente a esta interpretación teológica, Negri propone una lectura ontológica, que reconstruye la historia de la constitución humana del ser y de la subjetividad. En este sentido, Job es una eficaz intervención contra las posiciones dialécticas dominantes en las prácticas políticas de la izquierda. El libro bíblico, en efecto, no plantea una lucha cuerpo a cuerpo con Dios (en la que cabe alguna superación hegeliana) sino que es el relato de la constitución de una subjetividad colectiva que hace del dolor, y de la inexpresabilidad del dolor, el punto de partida de la constitución del ser social. Más que aquel que se resigna, Job es sobre todo el que instaura, en su negación absoluta de lo divino, una potencia que no puede ser reducida a los límites de la medida, que no puede traducirse en un conjunto de valores codificados. Es una potencia absoluta, constituyente: la puesta en marcha de un trabajo creativo que innova “el tejido ontológico del mundo”.
Para Negri, el camino que se abre con Job es el de la potencia encarnada en el Mesías, el de Spinoza expulsado de la sinagoga, el de Wittgenstein que abandona fortuna y abolengo en Viena para ser maestro rural u hortelano. Es en el último Wittgenstein, el de las Investigaciones filosóficas, donde según Negri se produce la articulación moderna de una tradición alternativa a la teología, al pensamiento negativo y a las hermenéuticas heideggerianas del ser arrojado en el mundo. Más allá del lenguaje, hay algo del orden de lo inexpresable que sólo puede ser reencontrado en una instancia intersubjetiva. “Yo no puedo sentir tu dolor”, escribe Wittgenstein en su obra póstuma; pero sí puedo, a través de la compasión, colocarme en una condición similar a la que produjo ese dolor en el que se forman los grandes sujetos colectivos. Leído en esta serie, el libro de Job no es sólo el relato de la potencia constituyente como fuerza irreductible a la dialéctica del valor: es también el relato de la formación (de la constitución, como prefiere decir Negri) de una ética colectiva, irrepresentable.

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