Entre las obras de Silvina Ocampo, la traducci贸n de Poemas de Emily Dickinson parece ocupar un lugar central. Si bien hizo versiones de otros escritores de lengua inglesa, francesa y latina, a ninguno le dedic贸 tanto tiempo como a la enigm谩tica y retra铆da norteamericana: tradujo 596 de los 1775 textos que se hallaron a su muerte. La reciente reedici贸n de la obra (en Tusquets) no incluye el breve pero significativo pr贸logo de Jorge Luis Borges que present贸 la primera, en 1985. En ese texto Borges aludi贸 a la discusi贸n sobre las maneras de traducir que aparece en varios de sus ensayos y que puede condensarse en sus citas de la pol茅mica Newman-Arnold (1861-1862) y la disyuntiva de 鈥渢raducir el esp铆ritu鈥 o 鈥渢raducir la letra鈥. Cada m茅todo, sostuvo en principio, ofrece sus ventajas, pero en definitiva se manifest贸 contra la literalidad y sobre todo en poes铆a, cuya traducci贸n, apunt贸 por ejemplo en una encuesta publicada en 1975, 鈥渆s posible porque se puede recrear la obra, tomar el texto como pretexto鈥. Lo curioso consiste en que en el caso de Silvina Ocampo pareci贸 valorar precisamente lo contrario: Emily Dickinson, dijo, le inspir贸 a Ocampo un respeto similar al que sent铆an los fieles 鈥渜ue no se atrev铆an a cambiar una palabra dictada por el Esp铆ritu鈥. La versi贸n en castellano 鈥渃asi siempre鈥 sigue el mismo orden sint谩ctico del original. Si 鈥渓a cadencia, la entonaci贸n鈥 se preservan intactas es en raz贸n de 鈥渦na suerte de venturosa transmigraci贸n鈥.
Esa observaci贸n de Borges no es un simple elogio, si se piensa que la recurrencia del alma como presencia y como misterio constituye uno de los ejes de la poes铆a de Dickinson. Al comparar las biograf铆as (o la ausencia de biograf铆a) de ambas escritoras surgen algunas caracter铆sticas comunes, ya que fueron solitarias y hura帽as, concibieron sus obras al margen de las corrientes de su 茅poca, se encerraron en la intimidad. 鈥淢is mejores amistades son aquellas/ con quienes no he emitido palabras鈥: Ocampo debe haber aprobado esos versos de Dickinson, dada su fobia a la sociabilidad. Pero esas coincidencias no alcanzan para explicar la singularidad de sus versiones. Si bien dej贸 pocos datos sobre las diversas circunstancias de su escritura, mientras traduc铆a los Poemas sostuvo una serie de di谩logos con Noem铆 Ulla (Encuentros con Silvina Ocampo, 1982; reeditado en 2003), donde de manera lateral quedaron algunas pistas al respecto. La soledad de Emily Dickinson, se lee all铆, no le parec铆a una desgraciada an茅cdota sino el efecto de una convicci贸n que compart铆a: 鈥淭odos los que se dedican a un arte, deben renunciar a vivir鈥. Y en la extra帽eza formal de sus poemas 鈥搗isible en el recurso de los guiones como signo de puntuaci贸n, que a diferencia de otros traductores supo mantener鈥 encontraba el mismo deseo de liberarse de las limitaciones de la sintaxis, una b煤squeda de sentido en conflicto con las normas de la gram谩tica.
Para Silvina Ocampo traducir significaba no s贸lo asumir otra lengua sino tambi茅n, y sobre todo, otro sujeto. Hab铆a que 鈥渕eterse en el otro鈥, y esa condici贸n se radicaliz贸 en el caso de Dickinson: 鈥淭raduje a otros poetas, pero no tienen ese juego con las frases y las ideas que se van trenzando y que uno tiene que descifrar鈥, dijo. Y al mismo tiempo que la revelaci贸n dio forma a un secreto, el de una comuni贸n en torno de lo peque帽o y aparentemente insignificante, donde transcurre, desconocida para los dem谩s, una experiencia cargada de intensidad.
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