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Domingo, 11 de diciembre de 2005
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Algunos relatos negados

La bestia de Lascaux (fragmentos)

• El porvenir es raro, y cada día que llega no es un día que comienza.

• Y en eso, misteriosamente, la escritura ligada sin embargo al desarrollo de la prosa, cuando el verso deja de ser un medio indispensable de la memoria, la cosa escrita se muestra esencialmente próxima a la palabra sagrada, de la que parece trasladar a la obra su extrañeza, de la que hereda la desmesura, el riesgo, la fuerza que escapa a todo cálculo y que rechaza toda garantía. Como la palabra sagrada, lo que está escrito viene no se sabe de dónde, no tiene autor ni origen y, por ello, remite a algo más original.

• Toda palabra originaria, aunque sea el momento más dulce y secreto, es porque nos antecede infinitamente, lo que estremece y más nos exige: como el más tierno despertar del día en que se declara con toda violencia de una primera claridad, y como la palabra oracular que nada dicta, que no obliga en nada, que ni habla incluso, pero que hace de este silencio el dedo imperiosamente dirigido hacia lo desconocido.

La locura de la luz (fragmentos)

• Mi infancia ha desaparecido, la juventud se ha quedado en el camino. No me importa lo que ha ocurrido, me alegro por ello, lo que ocurre me gusta, lo que viene me conviene.

• ¿Es mi existencia mejor que la de todos los demás? Tal vez. Yo tengo un techo, muchos no lo tienen. No tengo la lepra, no estoy ciego, veo el mundo, una suerte extraordinaria. Ya lo veo, esta luz, fuera de la cual no hay nada. ¿Quién podría quitarme eso? Y cuando esta luz se oscurezca, me oscureceré con ella, pensamiento, certeza que me arrebata.

• Debo confesarlo, he leído muchos libros. Cuando desaparezca, insensiblemente todos estos volúmenes cambiarán; más grandes los márgenes, más distendido el pensamiento. Sí, he hablado con demasiadas personas. Ahora, ello me sorprende, cada persona ha sido un pueblo para mí. Ese inmenso prójimo me ha reportado mucho más bien de lo que hubiese querido. Actualmente mi existencia es de una solidez sorprendente; incluso las enfermedades me juzgan coriáceo. Me disculpo por ello, pero es necesario que yo entierre a algunos antes de mí.

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