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Domingo, 12 de enero de 2003
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Queer as folk

Habitaciones, Emma Barrand茅guy

Cat谩logos
Buenos Aires, 2002
220 p谩gs.

Antes, la supervivencia de la cultura estaba garantizada s贸lo por la relaci贸n que entabl谩ramos con nuestros antepasados (de la pedagog铆a al culto a los muertos). Despu茅s, los medios masivos desplazaron (y, en muchos sentidos, aniquilaron) aquella relaci贸n por medio de la cual las tradiciones (selectivas) dominaban los procesos de adquisici贸n de conciencia de s铆. El pluralismo medi谩tico (y no s贸lo por una raz贸n econ贸mica) impuso la coexistencia de todas las tradiciones, cuyo efecto fue un puro presente que alarm贸 a historiadores y soci贸logos.
Desgarrado de todas las tradiciones, el arte en la edad de los medios se volvi贸 un producto cada vez m谩s impersonal, mejor o peor realizado, pero en todo caso sin demasiadas marcas personales o locales: fue el auge de la literatura internacional y de sus subespecies, igualmente globales (de la 鈥渓iteratura femenina鈥 a la 鈥渓iteratura gay鈥). Mucho de c谩lculo y nada de experiencia.
Hoy, cuando asistimos a la irreversible decadencia de los medios masivos como organizadores de la herencia cultural, habr谩 que volver a pensar qu茅 tipo de relaci贸n entablamos con las tradiciones para garantizar la supervivencia de nuestra cultura. No ser铆a extra帽o que una relaci贸n personal con nuestros antepasados vuelva a imponerse como el v铆nculo con un c煤mulo de experiencias, cuyo conocimiento se nos har谩 necesario para resolver los tormentos de la buena o la mala conciencia.

Punto de partida
Habitaciones es una novela escrita a fines de la d茅cada del cincuenta que, a partir del formato carta, expone las relaciones afectivas y sexuales de quien escribe, como una manera de explicarse a s铆 misma. Todo el libro est谩 dedicado (y las cartas le est谩n destinadas) a Alfredo Weiss, compa帽铆a fiel de la narradora (que, sin embargo, estaba casada con otro y supo tener un amante var贸n y dos amantes mujeres a lo largo de los a帽os y casi en simultaneidad). La narradora es la propia Emma, una escritora de provincias. Alfredo Weiss fue un miembro perif茅rico del grupo Sur, a quien todav铆a hoy Edgardo Cozarinsky recuerda por su atildamiento tribunalicio en el vestir y su vasta sabidur铆a libresca. (Hay quienes podr谩 leer esta novela en su irrealidad. No es mi caso. Por esos ominosos azares de la vida, la viuda de Alfredo, Jessie Weiss, fue mi profesora de ingl茅s a mediados de la d茅cada del setenta.)
Escrita con gran soltura, Habitaciones se lee hoy (despu茅s de Puig, Aira o Pablo P茅rez) como una novela levemente anticuada en la que sorprenden sobre todo su soltura formal, la ausencia total del habitual estre帽imiento afectivo de nuestras letras, y un pu帽ado de frases memorables que, m谩s all谩 de su utilidad para comprender la conciencia de quien habla, sirven para describir la cultura argentina (鈥淢e gusta asar la carne porque as铆 estoy sola鈥, p谩g. 100). No cabe aqu铆 discurrir, sin embargo, sobre la calidad de la novela de Emma Barrand茅guy, que estuvo esperando m谩s de cuarenta a帽os su publicaci贸n. S铆 de su importancia.
Tiene raz贸n a medias Diana Bellessi cuando caracteriza a Emma Barrand茅guy como una 鈥渇uera de lugar鈥 y da la bienvenida a Habitaciones 鈥渁l fuera del canon鈥. Bien mirada, Emma estuvo m谩s bien fuera del tiempo: se adelant贸 como una loca a los imperativos de su 茅poca y escribi贸 para la nuestra. Como dice Mar铆a Moreno: 鈥淓scrita mucho antes de que se teorizara sobre las minor铆as sexuales, Habitaciones puede leerse como algo que est谩 por delante de ellas, en un horizonte m谩s radical鈥. Memorialista, autobiogr谩fica, ut贸pica, ilustrada, perversa y gorila: todo eso es Habitaciones y, por su misma radicalidad, mucho m谩s: es una experiencia inaudita en el contexto de la literatura argentina de aquellos tiempos.
鈥淐omo para m铆 comienzo es intensidad, demoro la partida鈥 (p谩g. 97), escribe Emma en el colmo de la histeria. Pero una vez que hubo partido, en tres pasos deja atr谩s el verso de Alejandra Pizarnik (escrito a帽os despu茅s): 鈥淓xplicar con palabras de este mundo que parti贸 de m铆 un barco llev谩ndome鈥.

Util铆sima
Y, al mismo tiempo, Habitaciones se integra con el mismo gesto en la serie de la gran literatura argentina para explicarnos c贸mo fue posible el pasaje (ideol贸gico, est茅tico) de Sur a Manuel Puig, o de Ernesto Sabato a Copi. Habitaciones no es un texto que se piense marginal o maldito. M谩s bien es un texto que pretende explicar, reordenar el canon (y en ese sentido tiene raz贸n Bellessi: es como la clave de las alegor铆as medievales, que eran exteriores a aquello que explicaban y de lo que formaban parte). Habitaciones aspira a convertirse en la pieza que faltaba para armar el rompecabezas de las letras argentinas, lo que lo convierte en un texto precioso porque, efectivamente, nos permite comprender mejor nuestra literatura, que durante mucho tiempo pudo confundirse con el vasto sue帽o mis贸gino de un hombre ciego y cosmopolita.
A Borges se le atribuy贸 durante mucho tiempo una mala traducci贸n de Die Verwandlung de Kafka (m谩s all谩 de su verdad, esa atribuci贸n tuvo que resultar veros铆mil porque de otro modo el fraude no habr铆a resultado). Barrand茅guy, m谩s radical (o m谩s ingenua) reescribi贸 (en el cap铆tulo 鈥淛os茅 en tercera鈥) La metamorfosis, invirtiendo su perspectiva narrativa, para dar cuenta de la conciencia de uno de sus amantes. Tan cosmopolita como Borges, Barrand茅guy se apropia de otro modo (un modo no mediado, autom谩tico) de sus precursores: 鈥淟os marginales traemos embrollos al derecho de propiedad, como dice Sebreli鈥 (p谩g. 41). Marginal por su apetito sexual y emocional y por su ausencia de culpa kafkiana, Emma no reconoce, sin embargo, los m谩rgenes. Es como quien descosiera un vestido heredado para coserlo de nuevo y arreglar su ca铆da, sus bieses, sus pespuntes, su ruedo, para adaptarlo mejor al propio cuerpo: lo que se dice, hacer de la literatura una experiencia.

Aires de familia
Por supuesto, el texto crea adem谩s su propia ecolog铆a, bajo la forma de un pu帽ado de nombres de lecturas y de amigos, en definitiva, de condiciones de posibilidad: Bar贸n Biza padre, Val茅ry, Virginia Woolf, Henry Miller, Murena, Egl茅 Quiroga (la hija de Horacio), Alfonsina Storni (鈥淵o estaba dentro del tipo de mujer representado por Alfonsina y todas estas p谩ginas son prueba m谩s que suficiente鈥, p谩g. 180), Sara Gallardo (鈥淓isejuaz soy yo鈥, dice Emma incurriendo en el salvaje anacronismo dado que la novela de la Gallardo que lleva tal estramb贸tico t铆tulo es de 1971).
La m谩s significativa de esas marcas territoriales tiene que ser, sin duda, la de los Botana: Emma, que ha trabajado en el diario Cr铆tica, fue adem谩s secretaria personal de Salvadora Onrrubia de Botana en su casa de Olivos. Cuenta entre sus trabajos: 鈥渁guantar sus caprichos, beber whisky ayudar a que el nieto coma鈥 (p谩g. 145). Barrand茅guy fue quien le dio de comer al nieto de los Botana, ese que con el tiempo se transformar铆a en Copi, uno de nuestros m谩s grandes novelistas. Reconstruir una tradici贸n es explicar qui茅n se alimenta de qui茅n (y de qui茅nes nos alimentamos nosotros). Es una suerte que Mar铆a Moreno haya sabido escuchar en Emma Barrand茅guy y en Habitaciones la voz de esa antepasada que, sin saberlo, ech谩bamos en falta. Ahora se entiende todo mejor: la mesa est谩 servida.

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