Cuando al terminar julio florecen los lapachos,
el cielo todavÃa es azul y las grandes nubes
que prestarán su sombra al verano
esperan agazapadas detrás del San Javier.
Entonces me gusta volver sobre mis huellas, pisoteando esa cáscara oscura
que la memoria desprendió en otro tiempo:
Los dÃas que siguen de pie, como los escombros de una casa bombardeada,
unos ojos que perdieron su color, una sonrisa
que quiere ser misteriosa todavÃa, al cabo de los años,
una manera de volver la cabeza, sobre el hombro,
de recitar cansados, parlamentos,
de enumerar fechas,
de coleccionar crepúsculos y enterrar escarabajos
con la secreta esperanza de sobrevivir a tanto sol y tanto polvo.
Este poema de Hugo Foguet está incluido en Obra poética.
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