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Domingo, 27 de enero de 2013
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> Sobre Sánchez, de Osvaldo Baigorria. Hacia un nuevo género de biografías argentinas

Primero hay que saber partir

Por Juan Jose Mendoza
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Sobre Sánchez. Osvaldo Baigorria Mansalva 172 páginas

¿Para qué escribir? La pregunta recorre el libro Sobre Sánchez, la biografía que Osvaldo Baigorria emprendió y abandonó varias veces. “Estoy seco”, “Se me acabó la épica”, “Yo ya escribí”, decía Sánchez. Lo decía en los años ’80, después de haber escrito Nosotros dos, Siberia blues, El amhor, los orsinis y la muerte y Cómico de la lengua. Lo decía después de haber escapado de la Argentina en busca de una revelación espiritual y después de haber vuelto al país para publicar el que sería su último libro: La condición efímera. Hacia fines de los ’60, el rastro de Sánchez se pierde. Deambula como clochard por ciudades de Estados Unidos. Duerme en una playa de estacionamiento en California o en un rincón del Central Park. Es la misma Nueva York por la que pasea Manuel Puig, acopiando material para sus crónicas en las revistas Siete Días Ilustrados y Bazaar. En la misma manzana, mientras Puig baja de un hotel para ir a un cine o entrevistar a algún dominicano, Sánchez bebe jugo de paraguas en algún McDonald’s o hace largas caminatas por la ciudad con piedras en los zapatos. Cruza semáforos en rojo y se sienta en un umbral a llenar cuadernos en la intemperie, con la mano izquierda, en mitad de la nieve. Son cuadernos que, una vez completados, deben ser tirados. Porque, ¿para qué escribir? Por aquellos días, para Sánchez el sentido de la escritura es “ejercitar la mano contraria”. La anécdota del cuaderno recuerda a libros como El secreto de Joe Gould, la sensacional biografía de Joseph Mitchell sobre un vagabundo de Nueva York. Pero la vocación por el devenir lumpen la fabricó Sánchez con otros libros. Libros para él centrales como los del místico armenio George Gurdjieff. “Porque cuando se tiene una revelación como la que yo tuve, uno se da cuenta de que escribir es un acto de orgullo –dirá Sánchez muchos años después, ya de nuevo en la Argentina–. Dejé de escribir porque me encontré ante un conocimiento sagrado que requería una humildad inédita.” Había tropezado Sánchez con las enseñanzas de Gurdjieff en Perú. Pero de allí en más, poco o nada se sabe. Roberto Bolaño lo confunde con un saxofonista en Amsterdam. Vila-Matas lo imagina en Roma, en París, en Barcelona y hasta como becario de la Universidad de Iowa. Pero, ¿dónde está? Su hijo Claudio envía cartas a embajadas, editoriales, agentes literarios. Nadie sabe nada. Hasta que un día llega una respuesta. Y después otra. Y otra. Aquellas cartas (toda carta llega a destino) pergeñan las esquirlas documentales con las que Baigorria teje su libro sobre Sánchez. El otro hilo documental es un hilo de voz. Lo pergeñan los testimonios de quienes lo conocieron: Hugo Savino, Liliana Heer, Marta Gallo, Ruy Rodríguez, Tamara Kamenszain, Roberto Raschella y el propio Claudio Sánchez, su hijo.

Exilio, viajes, drogas de la sensibilidad, comunas del amor libre y crecidas en el Delta se entrelazan en el libro, que Baigorria comenzó a escribir en 2005 en su casa de Tigre, cambió varias veces de género. Fue biografía sobre Sánchez, fue autobiografía de Baigorria, novela sobre el Delta, hasta que finalmente volvió a ser biografía sobre Sánchez. Con los restos de todo eso puede tropezar ahora el lector del libro. Pero el resultado no ha sido un libro fragmentario. La crónica, o el diario de la investigación, arroja una biografía parcial de Sánchez. Una biografía parcial es algo titánico tratándose de Sánchez, alguien que hizo de la fuga su hogar. ¿Tiene sentido una biografía sobre alguien que eligió el silencio? –se pregunta Baigorria–. Hacia el final del libro, en un tercer capítulo titulado “Notas al pie” que bien puede leerse como primero, aparecen los retazos de la novela ambientada en el Delta que Baigorria soltó, o dejó caer, encima de su libro sobre Sánchez. Baigorria, el remador que toca el agua, interpreta a Sánchez, el escritor, el bailarín de tango, el místico que tocaba frases. Ambos hacen un dúo. Si Sánchez vivió 18 años en un exilio autoimpuesto, Baigorria a su modo también. Así, la vida del escritor consagrado que se convierte en clochard y vaga por la Nueva York de los ’70, se cruza con la del desencajado que se exilia en los ’70 para devenir en el sembrador de árboles en Canadá o en el errante que escapa del invierno rumbo al Oeste con una chica en un viejo Ford. Hippies, lúmpenes, mujeres libres, derviches y ecologistas se cruzan. El aire de En el camino, aquel libro de Jack Kerouac, se entremezcla con muchas otras atmósferas: tango, jazz, yoga y con los olores fríos que deja la crecida. Y El Tigre de Baigorria evoca a Arlt, Walsh, Haroldo Conti, otros escritores también cautivados por el agua marrón del Delta. Ricardo Strafacce, autor de la monumental biografía sobre Osvaldo Lamborghini, y Baigorria, autor de Sobre Sánchez, han compuesto, cada uno a su manera, dos de las biografías literarias más importantes de los últimos años. Una, monumental; la otra, parcial. Las dos biografías son diferentes, desde luego, como diferentes son las vidas de los escritores a los que refieren. Pero hay sin embargo algo que las une. No son biografías académicas pergeñadas en claustros revestidos de autoridades bibliográficas. Tampoco hay un predominio de lo literario por sobre la vida. Y aunque se puedan leer como novelas, por el fuerte componente imaginario que las nutre, jamás se podría decir que son novelas biográficas. Son más bien biografías conjeturales. Un género arrancado con los dientes de aquellas semblanzas de Borges. Un género de biografías que invierten el afán documental para confesarse impulsadas por preguntas fundamentales: preguntas existenciales que aparecen como un tormento firme en mitad del insomnio hasta que en un amanecer cobran por fin su forma exacta: Lamborghini, Sánchez. ¿De qué cosas está hecha una vida literaria? ¿De qué materias viscosas y arduas, amasadas con experiencia y fuga?

Las preguntas son como flechas que parten en muchos pedazos el tiempo. Atraviesan la velocidad de los años queriendo dar en el blanco de un vacío. O en la mitad exacta de aquellas vidas que, como un imán, han arrastrado hasta allí a sus biógrafos. ¿Se podría hablar de un nuevo género, el de los biografistas argentinos? Libros como éstos son un viaje. La contemporaneidad a la que se regresa pierde espesor. De lo que se vuelve es de algo muy abrupto. Intenso.

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