Ohlsdorf, 28 de febrero de 1981
Estimado Dr. Unseld:
Dos visitas que he tenido en casa en los últimos dÃas hacen que me sea imposible no escribir esta carta y lo hago realmente con el mayor esfuerzo.
El Sr. Rach, al que me ha anunciado para julio como director de su Theaterverlag, solo me ha perjudicado, como usted sabe, durante todo el tiempo que ha trabajado ya en la Theaterverlag Suhrkamp y cuando pienso en la concepción del teatro que ese hombre tiene se me ponen los pelos de punta. El Sr. Rach es, en lo que al teatro se refiere, un completo idiota y además el carácter del Sr. Rach, como sé por experiencia propia, resulta francamente deprimente. Sin embargo esas cosas se las he dicho yo y, como ahora veo, no han tenido el menor efecto, porque de otro modo no habrÃa vuelto a designar al señor Rach para la Theaterverlag.
Ahora, como puedo demostrar, el Sr. Rach se presenta en todas partes como enemigo mÃo, y trata de denigrar mi trabajo y de denigrarme asÃ, dondequiera que aparece. Entra en el teatro y difunde su rechazo y enemistad como corresponde a su estilo, de la forma más vil y taimada, sin sospechar sin embargo que su actuación no queda limitada a sus iguales y que, con ella, sólo sigue añadiendo rasgos a su sospechoso retrato. No le basta con Alemania, el señor Rach aparece también en los Estados Unidos, como me consta, en calidad de enemigo mÃo, y difunde un ambiente antiBernhard en Nueva York. Y precisamente en el momento en que, como sé, comienza en los Estados Unidos a favor de mi obra un impulso significativo e importante para toda mi evolución. El Sr. Rach va por Nueva York y, por orgullo herido, porque nunca he escondido ante él mi opinión, me propina puntapiés. Otra vez, como corresponde a su naturaleza, de la forma más solapada. Su lema primitivo es: ¡estoy a favor de la literatura entretenida y desprecio y aborrezco lo presuntuoso! ¡ConfÃo mucho en que usted no haya hecho suya esa máxima! Para mÃ, después de todo lo que sé ahora sobre la actividad de Rach y de lo que veo cuando veo a ese hombre, cuando entra como un viajante en el vestÃbulo de un teatro y reparte sus bofetadas contra mà a escondidas y por tanto de una forma mucho más vil, resulta un pensamiento insoportable que ese hombre represente mis derechos en la Theaterverlag Suhrkamp. ¡Tiene que reconocer que es absurdo! Pero por otra parte ha vuelto a contratar al Sr Rach, aunque conoce perfectamente la cuestión y hemos hablado de ella entre nosotros más de una vez. Ha metido en la editorial a un enemigo de mi obra, ése es el hecho y tan deprimente como lo presento aquÃ. Mi pregunta es ¿qué piensa hacer? Con el Sr. Rach no quiero tener absolutamente nada que ver y si entra ese señor en la editorial yo saldré de la Theaterverlag Suhrkamp. No veo otra solución. Estamos en una situación difÃcil. Si no conociera sus propias dudas sobre mis obras teatrales, pero por desgracia las conozco y durante los decenios que llevan representándose mis obras ha estado lleno de dudas e inseguridad y habÃa que convencerlo siempre en el último momento de lo contrario, es decir, de que valÃan algo (...)
Lleno de esperanza y entusiasmo le escribà hace unos dÃas diciéndole, diciéndole una vez más, a pesar de toda la contradicción interna, ¡que es usted el mejor editor! Por lo que a mà se refiere debo encerrar ahora en gruesos signos de interrogación ese el mejor
Muy cordialmente
Thomas Bernhard
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