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Sábado, 14 de abril de 2007
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Nota de tapa

Para las mañanas

Un concurso de piezas de cerámica para desayuno, organizado por el portal Design Boom, sacó a relucir la creatividad en objetos cotidianos. Tazas, bols, jugueras, tostadoras y hueveras, instrumentos matinales.

Por Luján Cambariere
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Bols que parecen salpicar, saleros fantasmales y la tostadora ganadora del concurso.

Amanece que no es poco y el mundillo design pone el foco en este tema. Hoy por hoy, concursos de diseño hay de lo más variados. Pero es sobre todo en los que atienden cuestiones de la vida cotidiana donde saltan radiografías de hábitos y comportamientos bien interesantes. Tal es el caso de Ceramics for Breakfast (Cerámicas para el desayuno) al que convocó hace unos meses el prestigioso portal internacional Design Boom, que llegó a sumar más de 5000 propuestas de 93 países, posteriormente expuestos en el Macef, Salón Internacional de la Casa, en Milán. Amén de las ideas, más o menos originales, observando todos los productos presentados se perciben ciertas problemáticas que nos igualan y otras que nos diferencian. Amén de las necesidades que los noveles proyectistas avizoran para el futuro. Así, como era de imaginar, el concurso reunió todo tipo de tazas, tacitas y tazones, ya que la infusión se impone en todo el planeta. Seguidas de cerca por los más variados bols, platos, contenedores y recipientes para lácteos, frutas y cereales. Jugueras, teteras y hueveras, tema álgido en otras latitudes, les siguieron en cantidad. ¿Problemáticas abordadas? Hubo mucho designer preocupado por darles de comer a los más chicos, batalla campal si las hay sobre todo durante el período escolar. Y otra cuestión nutricional, pero esta vez para limitar la ingesta en los adultos.

Y EL GANADOR ES...

Como el material era la cerámica o la porcelana, hubo poco electrodoméstico. De ahí que no llame la atención que se alzara con el primer premio justamente una tostadora. Se trata de Glide, una propuesta de un joven diseñador inglés, George Watson, que según sus palabras eligió este artefacto porque “desde que fueron inventadas hubo poco desarrollo y se podría decir que están de algún modo relegadas. Mientras otros electrodomésticos incorporan día a día nueva tecnología y funciones, ellas, que supieron ser el eje de una actividad casi social que tenía lugar en la mesa del desayuno, quedaron reducidas en algún estante de la cocina”, explica. Por eso, Watson decidió ocuparse de ella. La diseñó realmente bella, orgánica y ciertamente funcional, para que vuelva a ser un icono contemporáneo.

PLANETA CONTENEDOR

Las tres menciones honoríficas del concurso fueron para recipientes. Primero, los Milk Moments de las alemanas Laura Strasser y Milia Seyppel. Una colección de bols que juega en su morfología con ese instante del splash de los copos o la fruta en el yogur o la leche. Una idea simple pero visualmente encantadora. En versión más patrimonial, los Brick-a-bowls de la holandesa Spitshuis Lidewij, que propone “comer de la calle”, ya que repite en sus piezas el patrón del pavimento, más precisamente de los ladrillos de terracota de las calles holandesas. Con ese ensamble, además, promete a futuro la creación de todo tipo de objetos. Y por último, los Parlez avec moi de dos franceses, Xinhe Jiang y Zhuo Wang, quienes se proponen fomentar el diálogo familiar desde las primeras horas de la mañana a través de platos con los que se puede marcar una nota del diario para ser leída por otro miembro de la familia o escribir mensajes con mermelada o, en nuestro caso, a puro dulce de leche.

Sin premio, hubo otras propuestas interesantes. En clave zen, el Buddha Bowl de Elan and Mark Falvai de Canadá. Un tazón con una sola asa, inmenso, cómodo, artesanal, para disfrutar de una experiencia más bien sensorial. Mientras que para “facilitarles la existencia a los padres que tienen problemas con que sus niños desayunen”, o sea todos, los tailandeses Chaiyapruk Tongcham y Panatda Manurasda crearon el SOS. Un plato de sopa o cereales con un avión o barco hundido en el medio que al ingerir el líquido, supuestamente (o más bien ésa es la idea que sugieren transmitir a los más pequeños) se rescata. También con la intención de atraer a los más chicos, el cubano Luis Ramírez creó la juguera Tropics, que además de súper colorida y de formas geométricas, oficia de higienísimo contenedor. Otra que pensó en frutas, pero para usarlas de inspiración para un sinfín de tacitas, fue la inglesa Ingrid Ruegemer, creadora de Frooty. Una divertida colección de miniaturas, según ella, que alegran la vida familiar desde la mañana o distienden desayunos laborales. Mientras que los brasileños Aleverson Ecker, Henrique Serbena, Luiz Pellanda, junto a la empresa Holaria, le apuntaron a la sal y la pimienta en versión fantasmagórica con Booh, unos simpáticos fantasmitas.

En clave ecológica, el japonés Chris Kirby presentó su Compost Vase. Una herramienta sumamente simple y práctica para separar los desechos orgánic y así fomentar el cuidado del planeta, según él, de un modo concreto y a nuestro alcance. Mientras que otro japonés, Yoshifumi Sasamoto, optó por la resignificación de su tradición, creando el Jyu, un práctico plato apilable inspirado en un contenedor ancestral llamado “Jyubako”, ideal para mañanas ajetreadas y de muchos comensales.

Por último, en clave nutricional, la americana Lilianne Milgrom presentó el Eat well (Coma bien), un set de tres platos de distintos colores y tamaños con los que ironiza sobre las porciones indicadas para “alimentarse bien”, “las que imponen ejercitarse” y (el plato más grande) donde directamente hay que resignarse a morir. Mientras que otra circunferencia, The Ring, del alemán Joung Myung Lee, oficia de frutera pero de pared, con lo que su autor la propone como pieza decorativa y artística. Y como si esto fuera poco, aclara, economiza espacio.

DE COSECHA LOCAL

Los diseñadores de A3 –Roberto Beiras, Gustavo Marinic y Diego Caballín– crearon Tondo. Un plato y bandeja, contenedor frío y caliente con múltiples funciones. Además se rota, con lo que sirve muy bien de centro de mesa, atendiendo la diversidad cultural y, según ellos, las de las relaciones. En síntesis, sirve para mantener calentitas nuestras medialunas, churros y tostadas matinales, pero a la vez, con su capacidad refrigerante, es ideal para sushi, frutas o ensaladas, con lo que su función trasciende la mañana.

En el segmento vajilla, Daniel Salvatore presentó Avestruz, una línea de tazas y tetera inspiradas en la postura de dicho animal. Mientras que Cristian Cavallini y Mauro Donati crearon Optimo, una línea de tazas sin asas bien zen para sentir el calorcito del té o el café y luego apoyar en una superficie de cuero, ciento por ciento argento.

Capítulo aparte merecen Marcelo Federico y Sebastián Dovis, quienes presentaron el Tetépradón. “Un producto innovador”, según ellos, “para promover el consumo de leche en los chicos”, aunque asumimos por el nombre, chicos de más de 18 años. “Inspiradas en las ubres de las vacas, con cuatro sorbetes, los chicos pueden divertirse haciendo competencias de quién bebe más”, sugieren. Sin ofender, muchachos, sean coherentes, y apunten al target “más de veinte”.

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