Imprimir|Regresar a la nota
Sábado, 5 de octubre de 2002
logo m2

Campo nuestro

Luis Benedit es arquitecto, expone sus reflexiones acerca del campo y su historia: una colecciĂłn de objetos lo explica.

Por MatĂ­as Gigli

lMucho tiempo atrĂĄs, cuando aĂșn no existĂ­an los alambrados ni los ĂĄrboles plantados en trebolillo para definir un lĂ­mite, en ese tiempo y en esa espacialidad nacieron nuestros ranchos. ExistĂ­a sĂłlo el vacĂ­o, el cielo y el campo, libre pastaba el ganado. Faltaba definir aĂșn los lugares con trazas y los estrictos lĂ­mites de los caminos.
Luis Benedit, arquitecto y hacedor, maneja ese tiempo y esa mĂ­stica en la cual un gaucho y un caballo conformaban un todo. Los ranchos, junto con elementos como el cuchillo y el lazo, son integrantes de un mundo ya perdido y al que el autor, con su obra, intenta rescatar del olvido.

Todos nuestros ranchos
Sobre la base de un texto de letras y silencios Benedit construye su imaginario:
“Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivĂ­a / y su ranchito tenĂ­a / y sus hijos y mujer... era una delicia ver / cĂłmo pasaba sus dĂ­as.” (JosĂ© HernĂĄndez, MartĂ­n Fierro)
Para después, sobre aquella resonancia, organizar, sujeto a un material absolutamente contemporåneo, elementos que sintetizan ese clima en un solo gesto.
Ellos conforman una serie de objetos de piedra que Benedit expone en la galerĂ­a Maman, junto a novĂ­simos testimonios de una geografĂ­a llamada Pampa. Sobre la idea de aquellos ranchos, de adobe y de caña, que fueron testigos silenciosos de una tenaz lucha contra el sol y el agua. Pobres, paupĂ©rrimas arquitecturas, eran el hĂĄbitat del gaucho, con excremento animal, barro y algĂșn vegetal, las ramas entrelazadas con cueros secados al sol, integraron el acervo constructivo de una rica regiĂłn que aĂșn carecĂ­a de madera suficiente para destinarla a la vivienda.
Benedit hoy los recrea con una calidad y perfecciĂłn que nunca tuvieron, con aristas y brillo, en mĂĄrmol y granito, de madera y vidrio. Representan un icono de lo perdido, hermosas piezas de negro marquina, de verde guatemala, de amarillo veneciano, de azul labrador de noruega, nadie las habita, ellas no son arquitectura.

El campo y los huesos
“Tienes, campo, los huesos que mereces: grandes vĂ©rtebras simples e inocentes, tibias rudimentarias, informes maxilares que atestiguan tu vida milenaria; y sin embargo, campo, no se advierte ni una arruga en tu frente.”
“Lo que prefiero, campo, es tu llaneza. Entra y descansa campo. Desensilla. Deja de ser eterna lejanía.” (Oliverio Girondo, Campo nuestro).
Sobre la base del recuerdo y de literatura épica, lejos del folklore y de caricaturas, el autor manipula huesos, no como parte de una anatomía, sino como simple material del que en el campo se dispone.
No son restos humanos, ellos son partes de esqueletos de vacas y caballos que en una ruta de malones hacia la cordillera, perdieron la vida. Esa marca y esos huesos, Luis Benedit los toma para apuntarnos una parte de nuestra historia. Ya lo han hecho otros antes, lo harĂĄn algunos mĂĄs. Los testimonios de ese pasado aĂșn yace en el lugar.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.