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Sábado, 21 de julio de 2007
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Nota de tapa

Cosas de chicos

Desde el martes y hasta el 27 de agosto, el Malba presenta “La niñez en juego”, cuarta edición del ciclo dedicado a los más chicos que tiene en su centro a Satori y sus juguetes hechos con descartes.

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“Quiero tiempo pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor, me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador”, cantaba visionaria María Elena Walsh. Y cuánto más fuerte debiéramos escuchar hoy su canción, cuando por falta de todo o por exceso, el juego es tan retaceado a quienes tocó en suerte ser niños en estos tiempos. Una cuestión nada menor, si tenemos en cuenta que el jugar, el juego, es el gran tesoro de la niñez, el acervo para toda su vida. La partera de todo hábito como explican psicólogos y pedagogos.

Así lo entienden los Satori –Alejandro Sarmiento y Luján Cambariere–- quienes convocados por Malba.diseño, plantearon la cuestión de “La niñez en juego”. Desde ese concepto, el ciclo que el museo dedica a los niños en la época del año en que los tiene como protagonistas, redobla la apuesta. Primero porque más allá de los resultados –en este caso juegos y juguetes hechos con descartes– el arribo a la muestra es diferente. Por primera vez el eje es la discusión de la esencia misma del juego. Más allá de la materialidad, los Satori con su original mecánica –pensamiento y experimentación con descartes en una práctica de trabajo colectivo intensivo e inmersivo– plantean el juego como una necesidad que los adultos no deberían nunca negociar o alterar. Jugar con o sin juguetes. Jugar por el placer de jugar. Y lo hacen de un modo contundente porque son ellos los primeros en ponerse a jugar. Un antimétodo que implica riesgos pero logra resultados inéditos. En este caso, una enorme cantidad de piezas de las más diversas tipologías que pueden verse hasta el 27 de agosto en el Malba.

Abrir la puerta

Desde esa conciencia y con el antecedente de Amor líquido, el workshop e instalación presentada en octubre, se lanzaron al desafío de recuperarlo con todos sus condimentos. Laboratorio de un mes de duración que realizaron en un espacio cedido y equipado con herramientas y materiales especialmente para la ocasión por el Easy en Barracas. Descartes de la empresa Natura, socios desde siempre de sus iniciativas, a raíz de la coherencia de sus postulados en pos del medio ambiente. Así como la señal Discovery que se ocupó de documentar el proceso aun con mayor convicción, ya que este año acaban de lanzar su Green Channel. Convocatoria abierta y gratuita a estudiantes de diseño –industrial, indumenta, gráfica, textil e imagen y sonido– y arquitectura de todas las universidades del país y Latinoamérica.

“Lo hicimos jugando. Jugando a crear. Libres de todo prejuicio y preconceptos. Sin especulaciones, ni directrices. Sin mezquindades, egos, ni autorías. Con lo que teníamos. Empezando cada día algo nuevo. Y dejándolo cuando queríamos, para volver a empezar. Compartiendo. Dispuestos a ‘perder el tiempo’ y hasta anularlo, acallarlo, para poder disfrutar a pleno de ese presente. Y desde ahí liberar la mente para darnos el lujo de sentirnos niños de nuevo”, sostienen Sarmiento y Cambariere. Pero como los juegos tienen sus reglas, ellos las resumieron en un manifiesto que sin dudas da cuenta de su forma de entender el diseño. “Jugar con lo mínimo, que es lo máximo: la imaginación. Jugar con los otros y en comunión con el planeta. Que la naturaleza sea la fuente. Jugar con lo que queremos ser, sin el debe o un para qué”, entre otras, y así lo hicieron. De ahí que sostengan que cada juguete que hoy presentan tiene un pasado. Las vivencias que trajeron consigo cada uno de los participantes al SatoriLab. Un presente, esa usina de trabajo colectivo con alumnos que llegaron especialmente de distintas ciudades (Mar del Plata, Córdoba, Chaco) y países (Bolivia, México, Colombia). Y un futuro. Ese al que invitan de algún modo desde estas bellas piezas hechas con desechos industriales, esa basura silenciosa. Que además de incitar a la reflexión, representa en sí misma una toma de conciencia y actitud concreta frente a problemáticas de estos tiempos para las que el diseño puede dar respuestas. “Sobre todo en un segmento, como el de los juguetes, atravesado actualmente por el consumismo y las nuevas tecnologías”, sigue la alerta. En relación con el trabajo de los materiales, Sarmiento explica que siempre piensan la creación en circunstancias reales de producción. “En este caso, recuperamos los descartes industriales considerando las posibilidades concretas de uso teniendo en cuenta que los niños son los usuarios. Por otra parte, la revaloración de la basura posibilita la toma de conciencia por parte de los chicos de un tema como el cuidado del planeta”, detalla.

Juguetes nada descartables

Así, este espíritu mancomunado se nota también en la diversidad de juguetes producidos. Simpáticos robots humanizados a través de un Dread Look, los Naturitos, realizados con descartes en un 90 por ciento de Natura –tronco de pote de crema, brazos y piernas de envases de labiales, cabeza de tapa de desodorante y manos de pincel de sombra compacta–.

Vehículos de arrastre, los Ruedadores, hechos con envases de desodorantes cubiertos con un pedazo de cámara de bicicleta tramado con perforaciones para tener mejor grip en el uso. Tienen sólo dos ruedas que son tapas de latas forradas también con caucho emulando un neumático. La diferencia con los comunes es que son muy veloces y saltan gracias a un patín en la parte delantera. Y Mini-ruedadores hechos con tapas ovales y basados en el principio del movimiento continuo.

En versión muñecos el espectro es también amplio. Desde las Cintias con caucho de cámaras de bicicleta y cuerpo de millones de cintas de colores. Las Ushkas –muñecas que tienen origen en las mamushkas de origen ruso pero hechas con retazos textiles–. “Las rusas son de madera y se abren por la mitad de donde se saca una más pequeña. La idea en este caso fue diseñar una muñeca sin costuras tradicionales, sino atada sólo con nudos para afuera en el cuerpo y para adentro en la cabellera. Vienen 3 muñecas, una dentro de otra, y se sacan por debajo tratando de acercarnos más a la realidad del nacimiento”, detalla Sarmiento. Los Urnos y los Anudo en plush y polar para la primera infancia. Los Voodines, versátiles muñecos realizados con un burlete que descarta la fábrica cuando pone a punto la máquina que los fabrica, que se abrazan, acurrucan, achican, agrandan, cuelgan, tomando la forma que el niño quiera. “Conceptualmente, se trata de diseñar un muñeco interpretando los trazos que hacen los niños al dibujar y esto mismo se recrea al utilizar la línea en su concepción, es decir el burlete usado es lineal como así también la línea de tela que lo viste”, suma Sarmiento. Y hasta un zoológico de tiernos animalitos, los Chilaquiles –jirafas, osos hormigueros, elefantitos, entre otros–, bautizados así por dos alumnas mexicanas porque están realizados con lo que se encuentra disponible, restos de cosas, hilos, cintas, estopa, al igual que la comida típica de su país hecha del mismo modo.

También hay juegos de encastres, los Alego, que nacen de envases de sombras compactas de ojos, goma de globos y vienen en cajas de video (descarte Discovery). Yo-yos con tapas de latas y caucho (los Vos-Vos), rodadores eternos con chapitas de gaseosa (Gusanito), espadas y escudos que no hieren, marionetas hechas absolutamente con descarte Natura (brazos y piernas de tapas de labiales y cabeza de tapa de perfume); ranitas saltarinas, las runitas, íntegramente hechas con descarte de potes de cremas. Piezas que más que cerrar, abren el juego. Y a través del reciclaje o re-uso rescatan su esencia.

Cuentan los protagonistas

“Cuando aprendés algo nuevo decidís qué hacer con todo ese conocimiento y cómo aplicarlo en tu vida. El lab fue una de esas experiencias totalmente enriquecedoras, de la que no ‘descartas’ nada y a partir de la cual aprendí a mirar desde un lado más humano el mundo que me rodea. La temática del juego me hizo revivir nuevamente las experiencias de la niñez y aprendiendo a jugar a través del re-uso entendí que para poder crear un juguete, lo más importante es la diversión”, Andrés Carpinelli.

“Lo que más me gustó de Satori fue la exploración de diseño totalmente diferente a la experimentada académicamente. Y como el proyectar se convirtió en algo más acá, probando, tocando y jugando. Ser consciente de los recursos no explotados del mundo actual y tomar conciencia de que como diseñadores tenemos una responsabilidad con ello tanto en el acto de proyectar, el de crear y el re-utilizar”, Vicky Boccassini.

“Trabajar fue jugar, jugar a hacer, a diseñar un juguete que inconscientemente satisfacía nuestros niños internos y que cobraría vida en las manos de los chicos. Cada descubrimiento fue un compartir de emociones y logros que a medida que el miedo de volver a la infancia se iba y nos desinhibíamos, los productos logrados se tornaban más puros, más del corazón, más del juego. La alegría, la inocencia y el jugar dirigían las emociones y experimentar con materiales fue como el recreo, la libertad para trabajar, el hacer en grupo, compartir las ideas, hizo que los juguetes sean un claro reflejo de lo lindo que fue y es ser niño”, Matías Pérez.

“Satori es vida. Es aprender y compartir. Es entregar y recibir. Es aprender jugando. Es ser para poder crear. La experiencia del Lab me permitió plasmar mis recuerdos de la infancia para entregarles a los niños de hoy aquellas sensaciones. Y crear en mí nuevas experiencias. Adquirí una nueva ruta para llegar al producto, en donde producir con tanta libertad conlleva un proceso más difícil de creación, pero seguro más enriquecedor para el producto final”, Pilar Majdalani.

“Satori significó para mí una introspección. Una conexión que me recuerda cómo comencé mi vida. Cómo comencé a ser yo. Entre risas, muecas y juguetes cada uno de nosotros se encontró con el tiempo y volvimos a caer en nosotros mismos, en nuestra propia esencia de ser niños. Se dice que en el juego se gana o se pierde, acá definitivamente todos ganamos. Desde mi lugar de colombiana, agradezco a la Argentina esta experiencia”, Salomé Santamaría.

“Fue muy interesante y divertido el trabajo (juego) conjunto, viendo en la ‘basura’ productos ‘en serio/e’”, Luciana González Franco.

“Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en Satori es el compañerismo y la calidez que vivimos. La verdad, es muy linda la oportunidad que nos dieron. Para mí, como estudiante, es sentir que alguien cree en nosotros. Que de alguna manera tenemos apoyo para crecer y para lograr algún día nuestros objetivos. Además siempre es un gran aporte nutrirse de experiencias nuevas. Satori-Lab fue eso: una oportunidad para crecer, compartir, aprender, un espacio de libertad, que dio el mejor de los resultados, un grupo de personas dispuestas a diseñar en conjunto olvidando los límites constantes que muchas veces hay que afrontar. Satori Lab es fluidez, trabajando juntos creamos nuestro mundo, las ideas crecieron de a poco, y los resultados fueron el reflejo de la calidez que se vivió. Personalmente, y creo que para muchos de nosotros, diseñar juguetes fue convertirnos en ésos niños que alguna vez fuimos. Realmente nos divertimos y jugamos diseñando. La niñez afloró paralelamente a la imaginación, y así, convertidos en usuarios de nuestras creaciones pudimos lograr juguetes genuinos, con alma propia”, Victoria Dobaño.

Hasta el 27 de agosto en el Malba, Figueroa Alcorta 3415.
Satori: www.satorilab.blogspot.com, [email protected]

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