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Sábado, 26 de enero de 2008
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Nota de tapa

La cuesti贸n de Pompeya

Junto a sus suburbios de Herculano y Stabia, es la ciudad romana mejor conservada. Pero sufre de problemas inesperados que la ponen entre los sitios patrimoniales en peligro del mundo.

Por Sergio Kiernan
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La Pompeya italiana es uno de los lugares m谩s extra帽os del mundo, una ciudad entera enterrada instant谩neamente. No es la 煤nica enterrada, como lo prueban las decenas de ciudades grecorromanas encontradas y excavadas en Medio Oriente, entre Troya y Alejandr铆a. Pero una ciudad abandonada toma muchos a帽os para ser sepultada, con lo que reaparece pala en mano es m谩s bien un cimiento, alguna columna aqu铆 y all谩, una suerte de plano de lo que fue. Para peor, ciudad abandonada es ciudad saqueada, batida por la guerra y vaciada por el enemigo. S贸lo un arque贸logo entiende lo que vuelve a ver el sol.

Eso es lo que hace que Pompeya, y sus suburbios Herculano y Stabia, sean realmente 煤nicos. La erupci贸n del Vesubio se carg贸 a estos tres pueblos instant谩neamente, vaporiz贸 techumbres y pisos altos, y enterr贸 en cosa de minutos s贸tanos y plantas bajas bajo una capa de ceniza hipercalentada que luego recibi贸 la lava, en muchos casos avanzando con tal lentitud que ni siquiera la removi贸. As铆 qued贸 encapsulada una comunidad completa, con todos sus niveles sociales y equipamientos: est谩 el kiosco y el palacio, la escuela y el h铆per.

Pompeya era un suburbio rico de la vieja N谩poles, puerto romano de importancia, una suerte de San Isidro con grandes casas de fin de semana y de retiro, vista al mar, un estilo de vida vagoneta y hedonista, poblaci贸n permanente y todo lo necesario para que el pueblo funcione. Es la misma idea que hoy mantiene al Mediterr谩neo espa帽ol pr贸spero y ocupado con sus grandes comunidades de alemanes e ingleses de la tercera edad, jubiladA que se mudan al solcito.

El Vesubio se encarg贸 de terminar con esto en el a帽o 鈥79. La erupci贸n fue tan notable que nos lleg贸 en relatos detallados, como un hito hist贸rico cuya memoria sobrevivi贸 la ca铆da del Imperio y la p茅rdida de casi todos los libros. Siglos y siglos despu茅s, cualquier napolitano pod铆a se帽alar sin duda y sin error d贸nde exactamente yac铆an las ciudades enterradas.

A mediados del siglo XVIII, los Borbones que gobernaban media Italia con capital en N谩poles se pusieron a cavar. Los espa帽oles decidieron que hab铆a que reencontrar las ciudades perdidas, y empezaron por Herculano. En esos tiempos se acababa de inventar el anticuariado y el concepto central, que se mantiene hasta hoy, era la preservaci贸n de artefactos. Nac铆an los primeros museos, crec铆an los archivos y se comenzaban a valorizar objetos por su misma antig眉edad. Para mejor, 1750 estaba plenamente instalado en el neoclasicismo de inspiraci贸n romana, por lo que la tentaci贸n de encontrar una ciudad entera resultaba irresistible.

Los anticuarios de la 茅poca, sin embargo, no valorizaban el contexto y el conjunto, como hacemos hoy. Tampoco les importaba mostrar o preservar el artefacto en su lugar original. Por eso, las excavaciones del siglo XVIII consistieron en t煤neles que atravesaban impunemente muros y edificios, rompiendo todo a su paso. El museo de la corte de N谩poles en Portici 鈥揾oy Museo Nacional鈥 fue una de las m谩s formidables colecciones de su 茅poca, admirada y descripta en 茅xtasis por conocedores como Sir Alexander Hamilton, reci茅n casadito con Lady Emma y todav铆a por conocer a Lord Nelson. En el museo se concentran estatuas, columnas, fragmentos arquitect贸nicos, artefactos de la vida cotidiana y una cantidad asombrosa de frescos cortados de los muros romanos. En el mercado se traficaban antig眉edades con abandono, financiando las excavaciones alimentando colecciones privadas y p煤blicas de media Europa.

Para fines de ese mismo siglo, los borbones decidieron cambiar el sistema de excavaci贸n. Pompeya comenz贸 a ser desenterrada a cielo abierto, por completo y sin t煤neles. Los resultados fueron espectaculares y crearon una verdadera industria del turismo, con visitantes que cruzaban continentes para poder pisar una calle romana y entrar en sus edificios. Los frescos que aparecieron tuvieron una influencia tan notable que se pusieron de moda de inmediato en toda Europa: es el estilo pompeyano que llevaron a resultados tan felices arquitectos como Nash.

Giuseppe Fiorelli, superintendente de Pompeya entre 1863 y 1875, fue el que impuso la idea de que los artefactos encontrados quedaran en su lugar, y el primero en valorizar los peque帽os comercios y las casas m谩s modestas a la par de las villas y palacetes cubiertos de murales. Amedeo Maiuri, su sucesor entre 1924 y 1961, llev贸 esa idea a sus consecuencias l贸gicas y no s贸lo prohibi贸 retirar objetos de las ruinas que se desenterraban sino que muchas veces coloc贸 copias de los objetos delineados por la ceniza petrificada. Por eso es posible ver en Pompeya hasta celos铆as de madera carbonizadas y casi petrificadas, originales del a帽o 鈥79.

Gran idea, en principio, pero con un serio problema, el de la conservaci贸n de las piezas. Una persiana, por ejemplo, no tiene derecho a durar dos mil a帽os: la madera no es ese tipo de material. Pompeya y sus suburbios sobrevivieron porque quedaron enterrados en un medio est茅ril como la ceniza y la lava, as茅pticos por completo. Los materiales org谩nicos que no tuvieron tiempo de quemarse antes de ser cubiertos quedaron encamisados como en piedra. Estas condiciones se alteran dr谩sticamente cuando se desentierran las piezas.

La misma integridad de la ciudad queda en cuesti贸n al volver a estar bajo los elementos. Pompeya no es la Roma cl谩sica cuyas ruinas todav铆a tenemos, edificios de piedra dura. Pompeya es un conjunto 煤nico de arquitectura dom茅stica, con adobes y muros internos de fibras vegetales revocadas con barro, balcones de madera y piedra s贸lo en los ornamentos. Hay que recordar adem谩s que la ciudad fue arrasada por una erupci贸n que tir贸 al mar cuadras enteras y barri贸 todos los niveles superiores, que luego se cavaron t煤neles, que en 1943 una escuadrilla a茅rea bombarde贸 Pompeya por error y que el Vesubio sigue despierto, dedic谩ndoles a estos edificios romanos regulares temblores.

As铆 se entiende que Pompeya haya inaugurado en 1996 la lista de sitios hist贸ricos y arqueol贸gicos en peligro del World Monuments Fund, que compil贸 una alarmante lista de problemas: frescos que se desvanecen en contacto con el aire y el sol, humedades ascendentes en los muros, salitres a rolete, lluvia y nieve, y la constante movida de materiales que imponen un verano ardiente y un invierno de monta帽a.

El manejo

Pompeya hoy es un destino tur铆stico muy concurrido en el que algunos notan los s铆ntomas al ver puertas tapiadas, andamios oxidados, pajonales y grandes hojas de pl谩stico sucio tapando estructuras ya colapsadas. Quien se asome por estos rincones, como hicieron los expertos del Fund, ver谩 charcos que ya se ponen verdes sobre pavimentos internos donde hay mosaicos de rara belleza, y ver谩 tambi茅n rajaduras diagonales en muros principales.

Parte del problema es, como se dijo, la fragilidad intr铆nseca de los edificios. Otro factor es la misma escala de lo encontrado, ya que una cosa es preservar un edificio y otra es un pueblo entero, o en este caso tres. Como escribi贸 Andrew Wallace-Hadrill en la revista del Fund, Icon, no existe un manual para preservar ciudades.

Pero otra parte mayor del asunto es la intervenci贸n moderna, que suele sufrir de omnipotencia. Pompeya est谩 ahora llena de hormigones, que hace cuarenta a帽os parec铆an la soluci贸n obvia a ciertos problemas y un material infalible. Pero result贸 que nuestro hormig贸n dura mucho menos que el cemento romano, esa combinaci贸n asombrosa de cal y piedra de conchilla molida que endurece como la roca. Hoy se ven estructuras supuestamente protegidas por el hormig贸n que est谩n mucho mejor que sus cubiertas, de hierros florecidos y en peligro de caer sobre las ruinas. Ni hablar de los casos en que la rigidez absoluta del hormig贸n termin贸 quebrando los muros m谩s flexibles que se supon铆a que iba a sostener.

Tambi茅n ocurri贸 con otras ideas aparentemente obvias, como la de sumergir las maderas sobrevivientes en una mezcla de parafina. Lo que termin贸 ocurriendo fue que eventualmente lleg贸 un verano m谩s caliente de lo normal, lo que dej贸 charcos de cera inflamable al pie de cada madera as铆 tratada. Peor fue la idea de usar esas ceras sobre los murales: les dieron una apariencia de frescura lind铆sima, pero impidieron que el revoque respirara. Hoy se los ve abombados por la humedad, con serios problemas de desprendimiento de materiales.

La conclusi贸n a la que llegaron los expertos es que Pompeya debe ser tratada por equipos multidisciplinarios que adapten t茅cnicas con m谩s humildad y generen pol铆ticas regulares de mantenimiento. El actual superintendente, Pier Giovanni Guzzo, est谩 de acuerdo y est谩 trabajando con el Fund en la realizaci贸n de un piano di Pompei en el que se releva el estado exacto de cada pieza. Tambi茅n se realizan varios trabajos experimentales de estudio, financiados y operados por la universidad de Bolo帽a, la de Maryland y el Packard Humanities Institute.

Una de las primeras lecciones aprendidas, cuenta Wallace-Hadrill 鈥搎ue dirige la Escuela Brit谩nica en Roma y coordina estos estudios鈥, es que hay que documentar lo que hay y lo que se hace mucho, pero mucho m谩s que hasta ahora. No s贸lo para aprender de los errores anteriores y para entender c贸mo hac铆an las cosas los romanos, sino para que no se pierda todo si el Vesubio vuelve a estallar.

La segunda lecci贸n es que Pompeya es una ciudad y las ciudades necesitan infraestructura. Los expertos recomiendan no enso帽arse con soluciones de alta tecnolog铆a sino simplemente reactivar lo que construyeron los romanos. En Herculano se destap贸 y restaur贸 parte del complejo sistema de drenajes, cloacas y vaciaderos originales, y result贸 que funcionan perfectamente bien. La idea hoy es estudiar al detalle el camino de cada gota de lluvia en las ciudades desenterradas para entender qu茅 pasa con ellas y c贸mo encauzarlas.

La tercera y final ense帽anza es la importancia del mantenimiento com煤n y corriente, eso cotidiano de barrer y cortar el pasto. Esto es un problema porque con los ajustes de los a帽os ochenta y noventa 鈥搒铆, en Italia tambi茅n鈥 se perdi贸 el equipo de unas cien personas que realizaban estas tareas y hab铆an acumulado un conocimiento colectivo de las ruinas incomparable. Hoy, cada tarea debe ser licitada y es realizada por contratistas que no se dedican a la arqueolog铆a sino a cortar el pasto o limpiar calles. Los resultados orillan lo grotesco.

Mientras, se est谩n logrando algunos resultados positivos para crear t茅cnicas regulares de preservaci贸n. En Stabia, la m谩s peque帽a y menos conocida de las tres ruinas, se sistematiz贸 un estilo de cubiertas livianas para proteger las estructuras romanas. Ya se excavaron seis casas de veraneo, villas frente al mar, y parte del pueblito costero, y estos edificios son protegidos por techos montados sobre columnas de madera sin el menor contacto con los muros romanos. Estas estructuras est谩n 鈥渁tadas鈥 con lingas de acero ajustables, lo que les permite 鈥渂ailar鈥 si hay temblores. Los techos protegen del sol y la lluvia, y un conjunto de simples canaletas desv铆an las aguas de las ruinas.

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