El a帽o pasado, el viejo edificio de los Bemberg en la calle Montevideo 1250 fue objeto de una revoluci贸n legal. Estos temas de amparos y jurisprudencias suelen ser interesantes s贸lo para gentes de toga, pero en este caso el fallo sobre el edificio fue central para el patrimonio. Para dar una idea de su importancia, basta ver el flamante esc谩ndalo que hay en Nueva York por las picard铆as de la piqueta: los preservacionistas de por all谩 todav铆a no encontraron la soluci贸n al problema. Por partes:
Montevideo 1250 estaba en proceso de catalogaci贸n cuando se anunci贸 su demolici贸n. El interior del edificio ya est谩 perdido 鈥揻ue arrasado y saqueado de sus valiosas antig眉edades constructivas鈥 pero su bella fachada segu铆a intacta. El grupo Basta de Demoler se present贸 con un amparo para frenar la demolici贸n, pero le faltaba un argumento de real poder. Resulta que a los abogados 鈥搚 los jueces son abogados鈥 lo que m谩s los impresiona son los argumentos legales, no los emocionales o hist贸ricos, que funcionan pero no tanto. Los asesores de la diputada Teresa de Anchorena le aportaron al amparo un argumento central: si la empresa demol铆a nom谩s el edificio, la Legislatura no pod铆a decidir si lo catalogaba o no. Es decir, una empresa privada pod铆a f谩cilmente impedir que un poder constituido del Estado porte帽o cumpliera con su funci贸n central, la de legislar.
La Justicia encontr贸 que la idea era preclara y obvia, y fren贸 la demolici贸n. Como el amparo no era contra la empresa sino contra la Ciudad, porque 茅sta hab铆a dado la licencia de demolici贸n, el procurador apel贸. La C谩mara fue tajante y encontr贸 que no s贸lo el fallo de primera instancia era correcto en este caso, sino que deb铆a aplicarse en general. As铆 se sent贸 un principio de oro, que el Ejecutivo no puede darle permiso de demolici贸n a nadie que quiera destruir un edificio en proceso de catalogaci贸n. As铆 se par贸 una avivada que hac铆a que algunos empresarios o particulares demolieran de apuro apenas se enteraban de que se iba a catalogar su propiedad. Como el tr谩mite es legislativo y puede tomar a帽os, ni siquiera se apuraban tanto. Ahora, esas propiedades tienen el t铆tulo inhibido.
El diario The New York Times acaba de dedicarle una extensa nota al mismo problema en su ciudad. El sistema en la Gran Manzana es diferente del nuestro, ya que Nueva York es un municipio y no una ciudad-estado como Buenos Aires. All铆 hay una Comisi贸n de Landmarks, palabra ma帽era para traducir que define algo notable, una marca en la tierra que tambi茅n puede ser natural. Por conveniencia, digamos que la Comisi贸n de Patrimonio tiene once miembros y la autoridad para catalogar edificios o lugares. La catalogaci贸n implica una prohibici贸n de demolici贸n y la obligaci贸n de presentar los planos de cualquier reforma. Las catalogaciones de la Comisi贸n pueden entrar en detalles como permitir reformas parciales y prohibir que se toquen objetos como murales o escaleras.
Pero siempre hay un agujero por donde colarse y el m谩s grande es que la Comisi贸n tiene que anunciar audiencias y tiene que invitar a los due帽os del edificio. T茅cnicamente hablando, una vez que la Comisi贸n pone fecha, el edificio no se puede tocar, pero las trampas abundan.
La primera es que de ac谩 a que se llega a la audiencia, el edificio es visitado y el due帽o es avisado, cosa de ir hablando las cosas. Esto hace que varios corran a sacar permisos de demolici贸n o de stripping, curiosa figura que indica que uno va a 鈥渟ecar鈥 las paredes de un edificio, sac谩ndole todo ornamento. Un ejemplo que cita el Times es el de las viejas caballerizas del Dakota, el edificio donde viv铆a Lennon. Las caballerizas estaban en Amsterdam y la calle 77, en el Upper West Side, zona que se est谩 desarrollando con todo y hace rato dej贸 de ser un barrio barato. Buena parte del edificio era un garage, con algunos locales y oficinas. La Comisi贸n llevaba a帽os dando vueltas para tratarlo como patrimonio 鈥搒on once y no dan abasto鈥 y los due帽os, Sylgar Properties, se ve铆an venir la catalogaci贸n. Finalmente, la Comisi贸n puso fecha y envi贸 las comunicaciones.
Lo que ocurri贸 entonces fue ejemplar. En medio de la noche, una cuadrilla de obreros comenz贸 a sacarles los ornamentos a las caballerizas. El edificio era t铆pico de su 茅poca, una caja completada en 1894 con ornamentos rom谩nicos y unas agradables ventanas de medio punto, redonditas, y un remate en el techo muy bonito, una gran moldura perimetral con un zigzag redondo. Los obreros picaron en cosa de horas toda esta gran moldura y para cuando sali贸 el sol empezaron a romper y sacar los ornamentos que rodeaban cada ventana. Para el fin del d铆a, el edificio era una caja cribada de agujeros y nada m谩s.
La Comisi贸n se reuni贸 igual y trat贸 el tema, pero bast贸 ver las fotos para entender que no hab铆a nada para preservar. Una concejala, que vive a la vuelta del edificio y vio la demolici贸n, le pregunt贸 indignada al abogado de los due帽os si no sab铆an que no se puede hacer esto cuando se puso fecha para la audiencia. El abogado, impasible, sac贸 del portafolios el permiso de stripping debidamente sellado y fechado meses antes. Los due帽os lo hab铆an sacado por las dudas, para evitar que le catalogaran el edificio.
La ley neoyorquina no prev茅 castigos ni 贸rdenes de reconstrucci贸n para estos casos. Tampoco hay un mecanismo que invalide los permisos previos a las audiencias, con lo que la Comisi贸n tuvo que aceptar la derrota. Hoy, en ese lote hay un car铆simo edificio, el Harrison, dise帽ado por Robert Stern y comercializado por Related Company, con monoambientes de 700.000 d贸lares y semipisos de cinco dormitorios de cinco millones.
Otro truco es simplemente sabotear las catalogaciones. Es lo que hizo Gregg Singer, un empresario con pinta de gal谩n al que la Comisi贸n le catalog贸 un estupendo edificio que alguna vez fue la Escuela P煤blica 64 en el Village Este. El edificio es un primor de ese estilo franc茅s peculiar de Nueva York, que consiste en hacer un edificio bastante a la inglesa, con paredes de ladrillo rojo, y rematarlo con una mansarda muy francesa en teja negra. La vieja escuela contaba adem谩s con una serie de dormers muy bonitos hechos en terracota blanca, un material muy de esa ciudad.
Pues Singer se encontr贸 con que el 煤ltimo piso de la escuela, catalogada en junio de 2006, necesitaba reparaciones. Y 茅l no quer铆a hacer ninguna reparaci贸n en un edificio que quiere demoler. Entonces us贸 un permiso de obra para hacer reformas emitido en 2003, cuando la escuela todav铆a era una escuela, para mandar a retirar todas las terracotas y las tejas de piedra negra. No hizo picar las terracotas porque esos ornamentos valen una fortuna en el mercado de anticuarios.
La Comisi贸n no pudo castigarlo: Singer tiene ahora un edificio mocho y obviamente busca deteriorarlo para que se lo clausuren y le permitan demolerlo.
Ya hay varios concejales que est谩n preparando modificaciones a las leyes actuales y que est谩n pidiendo a los gritos que las autoridades del Ejecutivo habiliten una base de datos que la Comisi贸n pueda consultar y en la que pueda inhibir edificios. Tambi茅n piden que los permisos de obra caduquen y no duren a帽os y a帽os, lo que permite sacarlos y guardarlos en un caj贸n por si alguien te quiere catalogar. Y quieren que el Departamento de Obras tenga que consultar a la Comisi贸n antes de dar permisos de stripping, est茅 o no catalogado el edificio.
Tal vez en Nueva York deber铆an leer nuestro fallo de la C谩mara porte帽a, que solucion贸 al menos este problema de una manera clara y, nada menos, con rango constitucional.
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