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Sábado, 29 de mayo de 2010
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Entre secretos y fotos

Una versión desmentida por el gobierno porteño, una muestra patrimonial, un pedido de informes sobre la Plaza de Mayo y nuevas catalogaciones.

Por Sergio Kiernan
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Corría por Buenos Aires una versión sumamente extraña: que las reuniones del Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales eran secretas. Era un absurdo, pero parece que el Estado de sospecha en que vivimos le da patitas a cualquier criatura. Como bien saben los lectores de m2, el CAAP recibió poderes especiales bajo la ley 2548 para solucionar un lúgubre berenjenal, el de las demoliciones de apuro para evitar catalogaciones. Después del fallo de la Cámara porteña sobre el caso del Palacio Bemberg –explícitamente de aplicación a todos los casos–, el Ejecutivo no pudo más autorizar demoliciones de cualquier edificio que el Legislativo estuviera estudiando catalogar. El argumento, de enorme potencia, era constitucional ya que un poder le impedía al otro ejercer su función, porque si se demolía el edificio no podía ser catalogado o no catalogado.

Con lo que el CAAP recibió el encargo de ver cada pedido de demolición de edificios anteriores a 1941, nuevo paso obligatorio en el trámite. Si el Consejo decide que el edificio no tiene valor, devuelve el trámite a ventanilla y el bien es destruido. Si lo considera valioso, lo envía a la Legislatura para que se inicie el trámite normal de catalogación.

La versión de que las reuniones del CAAP fueran secretas era absurda por la sencilla razón de que ninguna reunión o actividad del gobierno es secreta a ningún nivel. La única manera de que se pueda crear un secreto es por medio de un decreto de la autoridad competente, en este caso el Jefe de Gobierno porteño. El decreto debe tener sus fundamentos –no vale declarar nada más que el secreto, hay que explicar por qué– y debe ser publicado en el Boletín Oficial. Con lo que se entiende que un funcionario de menor rango no puede cerrar la puerta y decir que lo que se habla no es para oídos legos.

El mismo subsecretario Héctor Lostri explicó esto a m2, agregando en el espíritu de Mayo que “se puede saber de qué se trata” y que las reuniones del CAAP por supuesto que están abiertas. Estas reuniones son los martes a las 14.30 en el octavo piso del Mercado del Plata, en Bernardo de Irigoyen entre Sarmiento y Perón.

La Plaza de Mayo

José Mastrángelo y Carlos Dematté, los restauradores de Uffizi que donaron los arreglos de la Pirámide de Mayo, están muy emocionados. Resulta que les llovieron mensajes a su página de Internet felicitándolos por el trabajo y agradeciéndoles la patriada que hicieron. El tono general de los mails es “menos mal que todavía hay argentinos así”, algo acorde con la emoción patriótica de estos días.

Mientras tanto, y también en el mismo espíritu, el defensor adjunto del Pueblo porteño Gerardo Gómez Coronado le envió a la Policía Federal un pedido de informes sobre esa otra gran instalación de la histórica Plaza, el vallado azul que sella el cuarto más cercano a la Casa Rosada. Gómez Coronado le dirige el pedido al superintendente de Planificación y Desarrollo de la Policía Federal, el comisario general Daniel Rodríguez, explicándole que parte de su mandato es la preservación arquitectónica e identidad barrial. El defensor le explica al policía que los vallados fueron instalados en 2001 a raíz de las continuas manifestaciones que se veían en esos tiempos de grave crisis económica. Las vallas en ese entonces se colocaban cuando había una marcha y luego se retiraban, apilándose en los bordes de la Plaza. Luego, de manera imperceptible, terminaron siendo un muro permanente.

Gómez Coronado le explica al policía que la Plaza no es sólo el lugar más histórico de la ciudad –literalmente, Buenos Aires se fundó ahí– sino que además está protegida por los cuatro costados legales. Desde 1942 es Monumento Histórico y también es parte del APH 1, con lo que “sólo se permitirán trabajos de conservación y mantenimiento de los elementos preexistentes”. Ciertamente, un vallado permanente no cae en esto y, según el Código de Planeamiento Urbano, debería tener permiso de instalación.

Pero resulta que en 2007 se instaló una gran reja perimetral para proteger a la Casa Rosada, incluyendo la ahora peatonal cuadra de Balcarce, con lo que el vallado cada vez tiene menos sentido. Cortésmente, el defensor adjunto subraya lo feo que queda y cómo “menoscaba el patrimonio” de la Plaza.

Lo notable del asunto es que, el 20 de abril, Gómez Coronado se dirigió con este tema al superintendente de Seguridad Metropolitana de la Policía Federal, comisario general Gustavo Carca, que hasta la fecha ignoró olímpicamente el pedido. Lo que quiere saber el defensor adjunto es simple: ¿van a sacar la valla algún día?, ¿o ya hicieron el trámite legal para instalarla definitivamente?

Patrimonio en fotos

Hasta el 7 de junio se puede ver en la Galería Palatina, de la calle Arroyo, la notable muestra de Fernando Ras Arquitectura del progreso, 1880-1930. La exposición es notable porque reúne un conjunto de muy buenas imágenes –en sepia, tranquilas y vacías, profundamente serenas– y porque forma una suerte de ensayo sobre ideas de arquitectura.

El dato unificador del ensayo es que el período en cuestión resultó ser el medio siglo de mejor arquitectura jamás visto por estos rumbos. Antes de 1880, Argentina era simplemente demasiado pobre para construir con aires y en el período colonial era un arrabal final del Imperio Español. Quien compare nuestras ciudades con Lima, La Habana, México o aunque sea Cartagena de Indias deberá buscar consuelo en las excepciones, como la catedral de Córdoba, o en el encanto sencillo de nuestro clasicismo vernacular.

Pero la Generación del ’80 disparó, para bien o para mal, un enriquecimiento vertiginoso que se tradujo en un proyecto edilicio a nivel nacional muy deliberado. El país se pobló de “arquitectura parlante” para mostrar su estructuración, su flamante poderío y su entidad. El empaque de los lenguajes elegidos podrá debatirse, pero es envidiable la calidad y la energía puesta en el proyecto, que hace que uno se asombre de que pueblos perdidos tengan intendencias a la italiana, pobladas de bronces, mármoles e ideas constructivas.

Ras ejemplifica esto con imágenes de edificios del poder, como la Legislatura porteña, el Congreso y el Colón, y de instituciones como el diario La Prensa o el Hotel de Inmigrantes. Pero les superpone joyas menos conocidas como la catedral de Mar del Plata, un deslumbrante edificio de Pedro Benoit, o la capilla del asilo Saturnino Unzué, una fantasía bizantina de Louis Farre Dujaric inaugurada en 1912 que hasta contiene mármoles de Etiopía. En la muestra, y el libro que la acompaña, hay imágenes muy expresivas de bibliotecas –la legislativa, la del Senado, la del Pizzurno–, de columnas, de escaleras –como la muy bella de la Bolsa de Comercio– y de salones como los del Palacio San Miguel.

Y también el “derrame” en la vida privada, como un departamento en el centro porteño reciclado en blanco puro o un conventillo en Rosario que aloja bares y negocios bohemios. Como en todo conjunto de primera, hay sorpresas hasta para el más sabido: ¿quién conocía esa belleza notable que es el Museo Popular y Biblioteca Juan Madero, en San Fernando? La entidad existe desde 1873 y la sede que retrata Ras es de 1910, realizada con el sistema panóptico y una verdadera rareza argentina.

El autor de la muestra es un diplomático argentino con mucho de artista, que estudió fotografía en Tokio y vivió muchos, muchos años en el exterior.

En la Legislatura

Hace diez días, los diputados porteños protegieron tres edificios patrimoniales. Dos de los proyectos son de autoría de Patricio Di Stefano y el tercero es todavía uno iniciado por la ya ex diputada Teresa de Anchorena. Los de Di Stefano protegen un conjunto de edificios en la calle Malasia y otro en Posadas, mientras que el de Anchorena protege uno en Ciudad de La Paz y Gorostiaga.

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