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Sábado, 30 de octubre de 2010
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Visiones de madera

La nueva apuesta de la diseñadora gaúcha Heloísa Crocco, creadora del proyecto Topomorfose y de los laboratorios Piracema de Design, rescata otras maderas y los alambrados de la región que la vieron nacer.

Por Luján Cambariere
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Su vida y obra vibran al ritmo de un material: la madera. Como fervientes admiradores de su trabajo, en otras oportunidades nuestro suplemento ya dio cuenta de sus proyectos signados por los rescates. Topomorfose, impresión digital de la naturaleza. Investigación aplicada del interior –corazón, nudos, anillos– de los árboles para la transferencia de sus grafismos vegetales a todo tipo de soportes (textiles, vajillas, papelería, mobiliario y objetos). Un proyecto por el que es conocida en todo el mundo y recibió infinidad de reconocimientos, como el primer lugar en la categoría Revestimientos del 8º Premio Design Museu da Casa Brasileira (San Pablo, 2004), el del Salón Nacional de Arte del Museo de la Pampulha (Belo Horizonte, 2000) y fue tema de una exposición individual en Osaka, Japón. Y del Laboratorio Piracema de Design, programa pionero y referente de artesanía y diseño brasileño que ideó junto al doctor en Artes Plásticas, especialista en cultura popular y su socio en estos desafíos, José Alberto Nemer.

De algún modo, la nueva apuesta personal de la artista y diseñadora gaúcha Heloísa Crocco (Porto Alegre, 1949) tiene un poco de ambos. Del primero, la materialidad. Del segundo, esa vuelta al origen (la palabra Piracema es de origen indígena y designa un fenómeno natural muy particular: cuando los peces migran en el sentido de las nacientes de los ríos, subiendo las correntadas, para reproducirse. Por motivos que sólo la naturaleza sabe, los peces son movidos a volver al lugar donde nacieron para, recién allí, proyectar la nueva vida). Esa imagen de una vuelta a los orígenes es una metáfora que esta vez Crocco aplica para su propuesta personal: la nueva colección Aramados. Es que los alambrados, las cercas del campo, eran el paisaje de su infancia ya que, como ella explica, Rio Grande do Sul, donde nació y vive al día de hoy, es un estado con una cultura rural muy presente.

“La pampa gaúcha, próxima al Río de la Plata y a la frontera con Uruguay y la Argentina, es la región de mi niñez. Aún hoy recuerdo las visitas a mi abuela, los viajes en familia y las tranqueras que iba abriendo a lo largo del camino. La vida en las estancias. Conviviendo con esos paisajes fui descubriendo las tramas de las cercas, los alambrados. Y también cómo eran transformadas en banco, plataforma, moldura y mesas de los formatos más variados, incorporadas en el día a día de la tradición rural. Con el reforestamiento de la región por parte de varias empresas, esas cercas fueron desapareciendo porque las reemplazan por nuevas de eucalipto. De hecho, un día (casi como le ocurrió cuando, estando en Amazonas, vio las tremendas sierras despedazando árboles y ahí se le reveló en un mismo acto el corazón de estas especies y su necesidad de trabajar con eso), pasando por Pedras Altas y Jaguarao, vi una montaña de ellas tiradas en el suelo, a la espera de terminar su vida en el fuego. Así que le pedí a la empresa que hacía el retiro de ellas si me dejaba darle un nuevo rumbo a aquel desecho y me llevé todo a mi atelier. Son maderas muy nobles –pau-ferro, angico, curunilha, cañafístula– que datan de las primeras décadas del siglo XX”, detalla. Un acervo material que se va perdiendo en el descuido absoluto y que ella nuevamente, a su modo, recupera.

NUEVA COLECCION

“Hace años que oriento mi trabajo en dirección a la sustentabilidad y el reaprovechamiento. Así usé para esta serie de paneles, que apodé Tramas, lo que esas maderas me pueden dar con sus texturas, color, agujeros marcados por el tiempo y el viento, óxidos. Tal vez la mayor ligazón que se puede tomar de la práctica de creación a partir de materias primas como éstas es el ejercicio selectivo de mirar. Y la posibilidad de encontrar en los materiales más prosaicos del cotidiano una fuente de inspiración y de renacimiento”, señala.

“Cuando paré para pensar porque estaba desarrollando esta nueva serie Aramados, descubrí que en realidad era una secuencia de hechos la que me colocaban ahí. Ayer y hoy tiene que ver con el significado de las cosas. Mi infancia y mi presente. Estos encuentros, además del descubrimiento del arte ya existente en esta serie de recortes de las cercas. El coraje creativo que invade como la pasión. Esa savia vital de la creación que llega a través de eso que te moviliza e importa. Y ese insight que se da de entender el desecho de esta joya que no era reaprovechada, génesis de mi lenguaje”, aclara sobre los enormes paneles que despliegan su belleza en muestras varias, como la que está aconteciendo por estos días en Maya Espacio Cultural, en la ciudad de Bagé.

Una pasión con la que Heloísa tiñe de absoluta coherencia todos los aspectos de su vida. Y si no, como muestra vale su atelier-casa-morada. Un bellísimo cubo de madera reforestada con el río Guaíba delante, los pájaros posándose en su ventana y el bosque detrás, que tanto la representa y donde nada sobra, pero nada falta. Igual que su libro, también de reciente aparición, Topomorfose, de Editorial Paiol. Ese que está presentando también por estos días y que llegará en diciembre del otro lado del charco, con el apoyo de Occidente Studio, a la Galería del Paseo en Punta del Este, Uruguay. Una edición que revela del modo más poético, de la mano de nuevo de su amigo y socio, Nemer, quien en este caso se ocupó de la factura y los textos, su proceso creativo. Las fotos, que son de otro cómplice de la dupla, Fábio Del Re, sumergen en este mundo de sabiduría vegetal y vibración tan especial que palpita Heloísa.

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