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Sábado, 30 de octubre de 2010
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Cosas rotas y desvaríos

La Defensoría está preocupada por el Parque Lezama, en estado crítico, y los vecinos de Floresta están enojados por los actos de vandalismo públicos y privados.

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La casa de Joaquín V. González, antes y después de la obra estilo comando.

La Defensora del Pueblo porteño, Alicia Pierini, está muy preocupada por el estado del Parque Lezama, cosa que cualquiera que visite ese rincón de la ciudad entenderá de un vistazo. El Lezama es un lugar realmente notable, por varias razones: es una rara barranca que no fue peinada y pavimentada en nuestro tejido urbano, es hogar de un caserón ya único –el Museo Histórico– y es el último parque que muestra un diseño que supo ser típico de esta capital, muy victoriano y pensado como un escenario para cultivar al prójimo. No por nada el parque es monumento histórico a nivel nacional y el ámbito más importante de la APH1.

El lugar era un pajonal con alguno que otro ombú cuando en 1857 el salteño Gregorio Lezama se lo compró a Charles Ridgley Horne, un inglés que debe ser el primer refugiado político gringo de nuestro país: tuvo muchos privilegios bajo Rosas y los terminó pagando con el exilio. Lezama se hizo su casona italianizante, un lujo para la época, comenzó la arboleda de especies importadas y trazó el camino italiano de vasos y arboledas. La quinta pasó a ser parque en 1889, cuando su viuda aceptó venderla a la Municipalidad con la condición de que llevara el nombre familiar. Buschiazzo en persona aceptó la idea, explícitamente para darle un pulmón a los barrios “malsanos” del sur.

Pero donde el Lezama alguna vez fue un paseo con esculturas y un aire a giardino europeo, de los que parecen una colección de arte al aire libre y abundan, como este parque, en templos y columnatas, hoy es el único pulmón de un barrio ya saturado y en camino a saturarse todavía más. Ver el Lezama un domingo es percibir la demanda contenida de espacios verdes del sur porteño, la plaza tapada de pibes, padres, paseantes. Como en nuestra ciudad hace rato que ya no se cree en el mantenimiento –dejar que todo se caiga permite la foto de la reinauguración– el pobre parque termina arrasado. Y después están también los vandalismos deliberados, en parte por la ocupación de sus espacios para una feria que es una quitanda de revendedores.

La actuación de la Defensoría ya comenzó el año pasado, cuando la vecina Margarita Fernández se acercó preocupada por el estado del monumento a la Cordialidad Internacional, cuya cubierta metálica se estaba cayendo que daba miedo. Hace más de un año, la cosa terminó en una intervención de la Guardia de Auxilio y un apuntalamiento. Este año, el defensor adjunto Gerardo Gómez Coronado recibió la visita de los vecinos de la Asociación Civil Mirador Lezama, muy preocupados por el estado del parque. Estos vecinos le acercaron a Gómez Coronado una carpeta de fotos mostrando el abandono de los monumentos, la ocupación de espacios indebida y hasta la tala de árboles añosos. A lo que se le suma la roña general, la falta de mantenimiento mínimo de uso y la evidente ausencia de jardinero, podas, plantaciones y arreglos, todas cosas que manda la Ley 1556.

Pierini y Gómez Coronado, entonces, se dirigieron al ministro de Ambiente y Espacio Público para preguntar si existe algún plan de recuperación o manejo del Lezama, pidiendo copia si esto existiera. También preguntan qué piensa hacer con los arbolados y si a alguien se le ocurrió consultar con alguien que sepa de patrimonio –la dirección general específica porteña, o la comisión a nivel nacional– para manejar el deteriorado patrimonio construido. Y finalmente, si alguien piensa ordenar alguna vez a los supuestos artesanos que ocupan el parque.

El ministro Diego Santilli todavía no contestó.

Un premio

Santiago Pusso, titular de la ONG dedicada a salvar el patrimonio, recibió este domingo un premio nada común. Resulta que Pusso no sólo se dedica a los edificios sino que hace trabajo voluntario en la Villa 21 de Barracas, con lo que lo votaron para recibir el premio Padre Daniel de la Sierra al trabajo solidario. La distinción le fue entregada en la parroquia de la Virgen de los Milagros de Caacupé por el padre Pepe, párroco y verdadero personaje del barrio, y lleva el nombre de uno de esos misioneros españoles que le dieron buen nombre a la opción por los pobres.

En Floresta

La energía con la que los vecinos de Floresta están defendiendo su barrio es realmente elogiable y digna de leones. Desde la declaración del APH este año, están realmente patrullando las calles buscando infracciones, haciendo un trabajo muy superior al que hace la Ciudad. Tanto, que hasta están protestando por las notables infracciones que comete el mismo gobierno porteño en el área.

Este mes, los vecinos de Salvar a Floresta detectaron una alevosa infracción a la Ley 3507, que crea el APH, realizada tipo comando y con toda premeditación. El Area de Protección Histórica prohíbe transformar viviendas en comercios, lo que debería amortiguar la presión sobre el área y quitar un aliciente para destruir su patrimonio y su fisonomía. Pero este anárquico polo de outlets y locales que se está armando en la zona puso en el campo del delito a más de uno.

El domingo 10 de octubre, muy temprano a la mañana, un grupo de evidentes albañiles descargaron sus herramientas en la casa de la esquina de Bogotá y Joaquín v. González, que se ve en la foto. Inmediatamente, sin cartel de obra, ni cascos, ni medida de seguridad alguna, empezaron a abrir boquetes en los muro, para abrir las vidrieras de un futuro comercio que, como se ve en la segunda foto, ya tiene hasta las persianas metálicas.

Los vecinos se acercaron a protestar, los insultaron y hasta intentaron correrlos. Cuando los fotografiaron, les sacaron fotos, lo que muestran qué preparados estaban estos delincuentes.

El mismo domingo, los vecinos llamaron al 147 para hacer la denuncia, número que ya entendimos que nadie escucha y no funciona más que para hacer avisos. El lunes, los vecinos hicieron la denuncia en persona en el CGP 10, por carta a su director y al ministro de Desarrollo Urbano Daniel Chaín. En ambos escritos se les exigía que hicieran cumplir la ley, que dice que hay que reconstruir lo dañado. Por una vez en la vida, Chaín no podrá usar su excusa favorita para no hacer nada, que es que “todo es legal” y nada puede hacerse... Los vecinos están contando los días para hacer una denuncia penal al dueño de la finca y a los funcionarios por incumplimiento de sus deberes.

Que es lo que ya se merecen el director del Ente de Mantenimiento Urbano Integral, que quiebra la ley que debería obedecer y encima espera una medalla. Resulta que en el Ente no saben leer, o al menos no saben leer el Boletín Oficial de la ciudad a la que sirven. Por eso no se enteraron de la existencia del Area de Protección Histórica de Floresta y se aparecieron el 19 de octubre a pavimentar por encima de los empedrados del barrio, que están explícitamente protegidos por la ley.

Este acto de vandalismo oficial fue detenido por los vecinos de Salvar a Floresta, que están francamente furiosos por la indiferencia de los funcionarios a las leyes que deberían hacer cumplir. El empedrado de las calles viejas de Floresta –González, Bacacay, Azul, Pergamino, Cuenca, Segurola y otras– se empezó a construir en octubre de 1911, con lo que los vecinos hasta estaban pensando en festejarle el centenario. No hace falta ser adivino para saber qué pensaron cuando se aparecieron con la aplanadora a hacer la capita berreta de asfalto sobre las piedras.

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