Esta ciudad tan peculiar tiene sus fiebres, que vienen y pasan, y una de las m谩s recordables fue la de los palacios. Roca mandaba cuando se alz贸 el primero, de la familia Mir贸 y en la ahora inexplicable ubicaci贸n de Tribunales. Alvear era presidente cuando se levantaron los 煤ltimos, ya un reflejo tard铆o en medio de la moda del departamento. Estas grandes mansiones fueron como un hermoso par茅ntesis, una exageraci贸n en eso de acumular belleza e importar patrimonio que pronto cay贸 ante la piqueta. Hoy quedan exactamente dos en manos particulares, una en la avenida Alvear y otra en Basavilbaso, mientras que el Estado preserv贸 alguna que otra como edificio p煤blico.
Con lo que los porte帽os les debemos a las embajadas de varios pa铆ses que todav铆a tengamos parte de este patrimonio que no supimos conservar. Y 煤ltimamente le debemos una muy especial a la de Brasil, que acaba de completar un a帽o de restauraci贸n muy exacta, rigurosa y pensada del hotel particular de la familia Pereda, en la primera cuadra de Alvear. El edificio es un tesoro que contiene tesoros y que ahora rebrilla con nueva luz.
La historia del palacio Pereda refleja buena parte del proceso de acumulaci贸n de belleza protagonizado por dos generaciones de argentinos. El pater familiae, Don Celedonio, naci贸 en 1860, en la Argentina Vieja donde, como escribi贸 Roca, nadie se hab铆a dado cuenta de qu茅 pobres que eran. Todav铆a muchacho y estudiando Medicina, Celedonio vio la explosi贸n argentina, que en veinte a帽os le dio a este fin del mundo el octavo PBI per c谩pita 鈥搚 no absoluto, como se mitifica hoy鈥 del planeta. Como se sabe, este enriquecimiento tuvo su lado de proyecto a futuro: hab铆a que acumular patrimonio cultural, aumentar el 铆ndice de belleza y valor. Con lo que estos argentinos se dedicaron a comprar e importar objetos de arte y talento. Parte de la f贸rmula fue medio siglo de arquitectura de primer铆simo nivel.
Para cuando Celedonio y su mujer Mar铆a Girado decidieron construir el palacio en la primera cuadra de la avenida Alvear, en 1920, ya eran grandes y cabezas de una familia abundante. Los Pereda sab铆an elegir arquitectos 鈥揂lejandro Bustillo les construy贸 el notable casco de Villa Mar铆a鈥 y fueron directamente a esa otra notable importaci贸n, el franc茅s Luis Martin. Autor de varias mansiones y departamento impecables, y del muy notable Jockey Club de Tucum谩n, Martin hizo parte de los dise帽os, pero termin贸 excus谩ndose del proyecto: no quer铆a terminar peleado con los Pereda, pero no estaba del todo de acuerdo con sus ideas.
Con lo que aparece en escena el ya jubilado Julio Dormal, un belga que le deb铆a su carrera y ascenso social a la Argentina de un modo muy peculiar. Dormal hab铆a llegado a la Argentina como ingeniero y termin贸 amigo del presidente Sarmiento, que le dio trabajo 鈥揵uena parte de la realizaci贸n material del Parque Tres de Febrero es suya鈥 y un consejo filial: que estudie Arquitectura. Dormal le hizo caso, volvi贸 a Europa, consigui贸 su segundo t铆tulo y se volvi贸 a estos pagos. Se lo recuerda por haber terminado el Teatro Col贸n como tercer arquitecto y como dise帽ador del Sal贸n Dorado, adem谩s del afrancesamiento general del edificio. Y se lo recuerda por una larga cadena de edificios particulares y p煤blicos, y por ser un entusiasta temprano de la estructura met谩lica, que por algo era ingeniero.
Para cuando Pereda lo llama, en 1920, Dormal se dedicaba a una agradable vida social de amigo del qui茅n es qui茅n porte帽o. No se niega al pedido del amigo y as铆 arranca la obra. Pereda ten铆a m谩s que en claro qu茅 casa quer铆a y el trabajo comenz贸 hasta con la foto de un edificio que ambos, cliente y arquitecto, conoc铆an bien: el Hotel Andr茅 en el boulevard Haussmann de Par铆s. Andr茅 y sobre todo su mujer madame Jacqu茅mart eran formidables coleccionistas de arte y mobiliario hist贸rico, con lo que su residencia puede visitarse hoy como museo.
Quien lo haga sufrir谩 un d茅j脿 vu fort铆simo, porque el parecido exterior de los edificios es total. Ambos tienen el mismo basamento con entradas en los extremos, ambos se retiran para dejar una promenade privada a la altura del primer piso, ambos articulan sus frentes con pilastras monumentales, ambos se restringen con pa帽os laterales que se proyectan, ambos ganan movimiento con su volumen central curvado y ambos rematan sus mansardas con 谩ngulos bajos y una c煤pula achatada. De hecho, las adaptaciones son al terreno, con una escala algo menor que forz贸 un cierto estrechamiento, pero el concepto es id茅ntico.
Por supuesto, hay una gran diferencia material entre un palacio franc茅s del Segundo Imperio y una residencia argentina estrenada en 1924. El original es de piedra, el porte帽o exhibe ese material s贸lo en el basamento, con el resto en nuestro t铆pico cemento s铆mil piedra. Y donde los interiores parisinos abundan en m谩rmoles, los porte帽os son un homenaje tridimensional al dominio del estuco. La fachada posterior es tambi茅n diferente, con una escalinata mucho m谩s importante que la parisina y un dise帽o distinto.
La reciente restauraci贸n llevada a cabo por los brasile帽os se concentr贸 en el coraz贸n de la residencia, el acceso y los maravillosos salones del primer piso. Entrar al palacio significa encontrarse en un vest铆bulo que atraviesa el edificio hasta el jard铆n, completamente realizado en un s铆mil piedra muy c谩lido, con muchos ornamentos, un ca帽贸n aplanado de b贸veda y unas columnas de cuerpo verde y fuste metalizado que evitan la monocrom铆a. De all铆 se accede al hall de acceso, de un color tabaco claro y completamente realizado en estucados magistrales, con pavimento de buena piedra clara. Luego se sube por una escalinata alojada en un tubo amplio, luminoso, elegante, completamente recubierto de estuco, con una baranda francesa de primera agua.
Esta procesi贸n ascendente lleva a una suerte de cielo, que es el gran hall del palacio, un 谩mbito realmente notable y seguramente 煤nico en esta ciudad. El trabajo de decoraci贸n de interiores de la casa Jansen 鈥揻undada en Par铆s en 1880 y con sucursal argentina desde 1905鈥 es un impecable caso de dieciochismo adaptado. Aqu铆 los estucos van del crema p谩lido al verde con fuertes venas marrones, en una perfect铆sima imitaci贸n del m谩rmol. Abundan los oros discretos y hasta hay m谩scaras, ese motivo ornamental tan raro en los interiores argentinos. Pero la joya se encuentra al levantar la vista.
Arriba espera el v茅rtigo de Los equilibristas, la notable tela de ese gran artista catal谩n que fue Jos茅 Mar铆a Sert. Pereda seguramente vio el ambiente que el catal谩n ornament贸 para Mat铆as Err谩zuriz 鈥搒u peculiar regalo de 18 a帽os, que se conserva recientemente restaurado en el Museo Nacional de Arte Decorativo鈥 y se sabe que vio la exposici贸n de Sert en el Jeu de Paume en 1926. Fue entonces que entendi贸 qui茅n pod铆a completar realmente su idea de palacio. Es que el Andr茅-Jacqu茅mart tiene cielorrasos de gloria, pintados hasta por Ti茅polo, y a su versi贸n porte帽a no pod铆a faltarle lo mismo. Pereda le encarg贸 a Sert cinco telas para instalar, a la manera de un maruflage, en los salones del primer piso.
Es imposible pensar en describir estas piezas, pero las palabras pueden arrimarse a la sensaci贸n que crean en su instalaci贸n en el contexto. Los equilibristas tiene una perspectiva tan peculiar que el gran hall parece de una altura eterna, con 78 figuras en violento escorzo volando por el aire o mirando el show. La Diana Cazadora hace que el sal贸n dorado sea 煤nico, un artefacto cultural sin precio. El aseo de Don Quijote transforma el comedor, con su severa boiserie, en un aire libre esdr煤julo, mientras que la sala de m煤sica y el segundo comedor, m谩s peque帽o, tienen una Telara帽a y un Agujero celeste bastante lis茅rgicos. Las telas forman un conjunto 煤nico y ponen a Buenos Aires en el mapa Sert de esta tierra, que tiene paradas como sus frescos para el Rockefeller Center de Nueva York. Es notable encontrar arte de semejante potencia visual y conceptual en un contexto arquitect贸nico.
Las pinturas siguen coronando salones hoy impecables. La restauraci贸n fue guiada por un criterio realmente maduro, de limpieza, consolidaci贸n y cuidado que no lleven 鈥渁 nuevo鈥. Quien mire de cerca los estucados ver谩 las microfisuras, pero sabr谩 que el material est谩 firme y listo para muchos a帽os m谩s. Las muchas maderas de los salones siguen la misma idea de limpieza y arreglo, sin pretender que est谩n de estreno. Este criterio llev贸 a varios ajustes del tono de los muchos oros presentes, hasta lograr un elogiable efecto de luz y color que parece completamente natural.
Entre brasile帽os, el Pereda es una de las embajadas favoritas, junto a la de Roma, por su garbo y elegancia. La historia de c贸mo la adquirieron es tambi茅n llamativo: en 1935, el presidente Get煤lio Vargas fue invitado de los Pereda durante una visita oficial y qued贸 encantado con el edificio. Diez a帽os despu茅s muri贸 Don Celedonio y sus herederos ofrecieron la casa a Brasil, que ten铆a una embajada olvidable en la avenida Callao. El trato se cerr贸 enseguida, por canje 鈥搇a embajada vieja y varias toneladas de hierro en barras, material inhallable por la guerra鈥 y con inventario completo, lo que explica que la embajada conserve tanto mobiliario y arte europeos comprado por los Pereda.
En fin, una obra sabia que valoriza una pieza de lo mejor del patrimonio argentino. Obrigado Brasil!
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