El Museo de Arte Tigre es una instituci贸n joven que, sin embargo, acaba de cumplir un siglo. El libro que acaba de publicar explica la paradoja: el edificio fue inaugurado en 1912 y tras una vida de trajines termin贸 alojando una colecci贸n de arte especialmente creada para Tigre. Diana Saiegh, directora del museo, le dedic贸 con buen tino el volumen al edificio y termin贸 publicando un coqueto ensayo visual sobre Dubois y Pater, sus franceses autores.
El actual edificio del MAT es una verdadera curiosidad por su forma y su uso, en nada aparentes. Cuando estaba vac铆o se lo llamaba 鈥淓l Casino鈥 y se lo asociaba sin mayores pruebas al desaparecido hotel, quemado hace d茅cadas. Para entender el muy eduardiano edificio, pintoresquista a morir y con una planta francamente ex贸tica, hay que meterse un poco en la historia de la ribera tigre帽a en esos a帽os. Buenos Aires estaba explotando de prosperidad, se acababa de fundar Mar del Plata, la gente bien ya se iba a la estancia, pero faltaba inventar la quinta y el country, con lo que los fines de semana 鈥搉oci贸n reci茅n inventada鈥 no quedaban muy en claro.
Ese fue el primer rol de El Tigre, cercano a la ciudad, bien comunicado por la velocidad del tren y naturalmente amigo de la nueva moda del deporte n谩utico. Tal vez cueste pensarlo hoy, pero el Delta fue un lugar paquet铆simo, como lo testimonian algunas casonas que sobrevivieron y los notables clubes de la costa. El actual museo fue producto de esto.
Es que el edificio fue de movida un club social, lo que explica su curiosa textura material. Quien lo mire ver谩 un edificio de tres pisos comunicado con la costa por una enorme, exagerada plataforma de arquer铆as, una suerte de puente o costanera a茅rea totalmente desproporcionada.
La planta baja consiste en una entrada de honor y servicios, ya que el centro del uso es el primer piso, una serie de salones literalmente de fiesta, con alguno que otro menor para reuniones chicas o para timbear. Luego se sale a la explanada-puente, lo que permit铆a en su 茅poca bailar al fresco. El resto era una mansarda, nuevamente de servicios. Este absurdo se explica solamente por el buen dinero de sus socios y por la especificidad del uso del palacete. Y este absurdo explica el particular 谩ngel del Tigre Club, un folly si es que los hay.
El libro de festejo contin煤a con una vida de Paul Pater y Louis Dubois, los dos notables franceses que coincidieron en el edificio. El ensayo, creado en equipo por investigadores de IPU, FADU UBA, remonta sus obras, los pone en contexto cultural y econ贸mico, y hasta alcanza a demostrar la flexibilidad de sus estilos, que llegaron al racionalismo versi贸n elegant铆sima. Tambi茅n muestra la transici贸n de Club baqueteado a Museo impecable y termina con un 谩lbum de acuarelas de Pater quien, como tantos arquitectos de esa 茅poca envidiable, tambi茅n era un artista de mano envidiable. Un buen festejo para un edificio bien rescatado y reutilizado.
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