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Sábado, 21 de septiembre de 2013
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Primavera peruana

La diseñadora Vacide Erda inventa piezas bellas y originales. Y las luce conceptualmente, con una modelo muy peculiar.

Por Luján Cambariere
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La peruana Vacide Erda diseña desde que tiene uso de razón. Sus papás (él de Estambul) se separaron cuando era pequeña, así que vivió con su mamá y cinco tías en la casa de su abuela en Lima, un ámbito de mucho estímulo. Esto era por el amor a los oficios, ya que “allí bordábamos, cosíamos, ellas tenían en el sótano de la casa un taller de joyería donde trabajaban cobre esmaltado que luego horneaban y mi abuelo, que murió cuando yo tenía 4 años, tenía un taller de carpintería que ellas usaban, mi mamá torneaba piezas desde muy chica”. Y también por el clima a veces explosivo que, según ella misma cuenta, se vivía.

¿Estudiaste diseño?

–Estudié pintura en la Pontificia Universidad Católica de Perú y me salí en tercer año, sin terminar la carrera, por considerar los procesos muy lentos. Así que alquilé un taller y empecé a pintar y probar un poco de diseño, que luego se comió a la pintura y es a lo que me dedico desde 1999. Al inicio hacía piezas en MDF, pero luego volví a las telas. En mi casa siempre había una máquina de costura que compartíamos con mi abuela, mi mamá y mis cinco tías. Mis papás se divorciaron cuando yo tenía dos años y así fui a vivir donde mi abuela. Era muy divertido y todas éramos mujeres.

¿Hoy te dedicás específicamente a un producto? ¿Sólo a joyería?

–Hago de todo lo que se me ocurre, carteras, joyas, juguetes, ropa. Si pudiera hacer zapatos, una película de cine o una obra de teatro también me encantaría hacerlo. Me dedico más a joyería, pero en realidad son joyas que parten todas de desechos textiles; uso todo lo que encuentro para darles un nuevo empleo. Como crecí en una familia de sólo mujeres, el conflicto es lo que reinaba en la casa y siempre quise buscar cómo convertir todo este conflicto en algo que me sea útil. Cuando descubrí que podía hacer joyas de la basura encontré la manifestación física de lo que yo necesitaba sentir. No sé si se entiende lo que quiero decir, pero es que yo no es que trabaje con basura y recicle cosas porque pretenda salvar el mundo, sino que intento salvar mi mundo. Luego de vivir en tanto caos, decidí desarrollar lo mejor que podía sacar de todo eso, que es la creatividad de tantas cosas y tantos procesos que he visto a lo largo de mi vida dentro mi casa. Sé coser, bordar, tejer, pintar, un poco de carpintería, un poco de joyería. Como los buitres, que pueden convertir la basura en vida, comen la carne ya podrida pero para ellos es vida. Se alimentan de eso.

¿Qué materiales empleás?

–Uso todo lo que encuentro, pero siempre trato de basarme en recoger materiales que ya no se usen, que están destinados para ir a la basura o saldos de cosas, de hilos, de los gorros de fieltro por ejemplo. Todo lo que hago en fieltro lo hago de los gorros que son saldos. Los corto completamente en puntitas, bolitas y los vuelvo a armar. Y los complemento con cosas que sirvan para otra cosa. Es muy divertido probar con los materiales para ver cómo funcionan y todo se basa en prueba y error.

Sumás a las mujeres de la familia como modelos...

–Bueno, mi modelo estrella es mi abuela, que tiene 87 años. Un día me iban a hacer una entrevista y me pidieron que llevara una modelo para que luzca mis cosas. Como no quería poner a la clásica chica linda y no tenía de dónde sacar una tan rápido, se me ocurrió pedirle a mi abuela que modelara. Primero le hice unas fotos con mi prima Malisa Cecchet, que ahora se encarga de la dirección de arte. La pintó y peinó, y le hicimos las fotos en el mercado al que siempre vamos, y salieron lindas. Nunca me hicieron la entrevista, pero las fotos quedaron tan divertidas que quise hacer una exposición de las fotos, que son dos sesiones, una en que sale mi abuela yendo al mercado a comprar y puedes ver la carne en su real dimensión. Hoy día uno compra en los supermercados y vemos todo lindo, empacado, pero no te das cuenta del terror que hay detrás de todo, es el horror de lo cotidiano. En la siguiente sesión de fotos sale mi abuela comiendo lo que compró, cabeza de chancho, sesos, patas de pollo, corazón. Entonces, como las fotos eran muy fuertes, decidí servir la mesa completa, pero repetir lo grotesco de cada plato en algo más delicado y bordado, así que hice a mi abuela y sus cinco hijas tamaño natural, bordadas sentadas a una mesa y les serví a cada una su plato bordado acompañado de las joyas como si fueran una parte más de esta comida. Volví al inicio, cuando vivíamos en esta casa de mi abuela, íbamos al mercado, mi mamá tejía y estábamos todas haciendo algo. Salió muy divertido. Ahora esta muestra la estoy llevando a Brasil, donde se inaugurará el 1º de octubre, en la Galería Nacional, junto con siete diseñadores peruanos.

¿Cómo es diseñar en el Perú?

–Es difícil porque los peruanos no compran mucho, son más los turistas que vienen y mucho lo exporto. Vendo mucho a tiendas de museos como el Moma, Mad Museum of Arts and Design también en Nueva York, The Institute of Contemporary Art en Boston, The Textile Museum Shop de Washington, The Art Institute de Chicago, entre otras y a otros países como Kuwait, Canadá. Trabajo con dos chicas en mi taller y mi mamá, que me ayuda en todo. Por ahora me es difícil porque tengo tres hijos, así que sólo voy en las mañanas, y me llevo para hacer a la casa, en las tardes, cosas que puedo avanzar, como ahora que estoy bordando un montón y mis hijas me ven y también quieren, así que les he comprado sus cositas para que también borden y tejan.

¿Cómo definirías la situación del diseño allí?

–Pienso que estamos empezando. Hay cosas fantásticas de varios diseñadores, pero todavía somos pocos. Viajé a Buenos Aires, luego fui al New York Gift en agosto y hay miles de diseñadores y cada uno es mejor que el otro, lo cual me parece muy divertido porque hay muchísima competencia, lo que genera retroalimentación entre todos. Acá no tengo mucho de eso, así que trato de viajar todo lo que puedo, aunque pienso que en las generaciones que están viniendo sí va a haber mucho más diseño. Nosotros hemos pasado por tantos problemas políticos y hemos vivido el día a día por tantos años que ni el diseño, ni el cine, ni el teatro, ni nada cultural era una necesidad. Recién ahora estamos empezando a tener el tiempo, porque ya no tenemos la necesidad del vivir el día a día, ahora sí hay tiempo para crear y están saliendo muchas cosas fantásticas, hay cine, teatro, música, diseño, arte. Somos un país que recién se está despertando, pero que tenemos muchas cosas acumuladas para poder enseñar.

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