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Sábado, 4 de octubre de 2014
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Diseños desde el pueblo

La Cooperativa de Diseño avanza en proyectos para fábricas recuperadas y ahora suma una experiencia en una comunidad de artesanas qom.

Por Luján Cambariere
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La Cooperativa de Diseño –Cooperapibas, como nos gusta llamarlas– fue formada por siete emprendedoras: Carolina Cuiñas, Cristel Magnetto, Emilia Pezzati, Mora Monteverde, Sofía Bastanchuri, Florentina Dib y Silvia Núñez. El grupo sigue avanzando en su apuesta por ofrecer diseño industrial, gráfico y audiovisual a nuevos comitentes. Su clientela son fábricas recuperadas, cooperativas, pequeños emprendedores y otros grupos de la economía popular. Arrancaron en 2011 como alternativa laboral autogestionada y horizontal dentro de la fábrica recuperada IMPA, Industria Metalúrgica y Plástica de Argentina, de Almagro, y hoy abrazan numerosos proyectos que involucran otras recuperadas como Durax o Safra, y comunidades de artesanos. En diálogo con Silvia Núñez y Carolina Cuiñas, se actualiza el trabajo y las experiencias.

Silvia Núñez: –Desde la cooperativa de diseño impulsamos un diseño “desde y para el pueblo”. Tenemos dos líneas de trabajo. Por un lado ofrecemos servicios de diseño para sectores de la economía popular, como fábricas y empresas recuperadas, cooperativas y mutuales. Cuando las fábricas o empresas son recuperadas por sus trabajadores, se organizan como cooperativa, manteniendo los niveles de calidad de cuando existía la patronal pero con lógicas de organización y distribución diferentes. Por razones comerciales mantienen la marca de sus productos, pero tienen la necesidad de identificarse con esta nueva realidad productiva. Nuestro servicio intenta integrar estas dos realidades de manera participativa, logrando una calidad que los identifique y que los reinserte en el mercado.

Carolina Cuiñas: Es que nosotras comenzamos preguntándonos desde qué punto nosotros intervenimos como diseñadores. Se suele educar en diseño y diseñar para las clases dominantes y nosotras buscamos hacerlo desde y para el pueblo, que es un camino que hay que construir.

¿Qué condiciones o cualidades tiene que tener un diseñador para trabajar en estos contextos?

S. N.: –En realidad lo fundamental, que no pasa mucho en el diseño en general, es empezar a tener una mirada más colectiva. En el mundo del diseño hay, de nuevo en general, una mirada muy individualista. En la universidad predomina mucho lo que es el diseño de autor y poder romper con eso y entender que uno puede ser más una herramienta de todo un proceso que el punto que nuclea todo, es difícil. Este, además, es un camino que tiene un método propio que estamos descubriendo, y a medida que se va trabajando. Sí hay cosas importantes que vemos que tienen que respetarse y que vamos descubriendo en el hacer, como es el diseño participativo, que los equipos sean multidisciplinarios, la unión de proyectistas con productores y destinatarios.

C. C.: –Cuando nos convocaron a trabajar, por ejemplo en Chaco con comunidades de artesanas, una organización nos pedía hacerlo desde Buenos Aires y luego transferir el diseño. Y otra empezar a ir allá, conocernos y si teníamos la aceptación por parte del grupo de artesanas, continuar.

¿En qué están trabajando hoy?

S. N.: –Hay tres grandes líneas. Una que tiene que ver con nuestros propios productos, que los usamos más como para comunicar ciertas cosas como las remeras o también el bastón. Y otras dos grandes líneas, los servicios para trabajar con ciertos sectores de la economía popular, y después lo que son diseño participativo con emprendedores como el Hospital Borda o mujeres en situación de calle. Ahora con las qom en el proyecto Qom Lashepi Alpi (mujer artesana qom) en Chaco. La federación JUM, de la mano de Alba Rostan, viene trabajando hace cincuenta años con comunidades de la zona, qom y wichí. En el caso del grupo de tejedoras, nos convocan a participar como asistencia técnica, con el objetivo de incorporar diseño y así valorizar sus productos. El proyecto comenzó con un primer viaje para conocernos en octubre del 2013. Las artesanas que nos recibieron fueron María, Catalina, Eva, Urbana, Sabina y Juliana, pero actualmente se sumaron más mujeres al proyecto. A partir de la necesidad de vender más y percibir un valor real por su trabajo (a las mujeres les cambiaban sus canastos por unos pocos kilos de verduras y después los vendían a sobreprecio en la ciudad) se decidió vincular la artesanía con el diseño, con el objetivo de revalorizar, visibilizar e insertar en nuevos canales comerciales. El proyecto contempla viajes de dos o tres compañeras a Castelli cada dos meses, donde se realiza una semana de trabajo en conjunto. Entre cada viaje, las artesanas quedan trabajando sobre los productos, asistidas por Johanna Navarrete. Se desarrollaron canastos, canastos de bici, carteras, paneras y prendedores, entre otros. Y por último, tenemos otro proyecto con chicos de Moreno. Ellos ya venían produciendo juguetes y a través de una línea de financiación estamos diseñando productos nuevos.

¿Cómo fue el proceso con mujeres de comunidad qom?

S. N.: –Y la verdad que la primera vez que un choque cultural tremendo porque nosotras veníamos con nuestra planificación, un ritmo, que cuando llegamos fue poner el freno de mano y empezar de cero a conocernos. Hablar lento, dar lugar a que ellas se pudieran comunicar en su idioma.

C. C.: –Cuando quisimos hablar de diseño, claramente fue súper complejo. Luego nos aceptaron, empezamos a trabajar juntas y básicamente a aprender cómo generar estos proyectos. Muchas veces, nosotras, hasta pensamos en hacerlos gratis o subvencionarlos con otros, entendiendo que el diseño social es eso, y en realidad nos fuimos dando cuenta de que eso es contraproducente porque desvaloriza al cliente. El valor que le da el tiempo que uno le puede dedicar.

S. N.: –Así fuimos trabajando y analizando cada etapa. Entender la capacidad productiva de la comunidad, el material, las posibilidades concretas de materializar, las comerciales.

Básicamente otras realidades...

S. N.: –Totalmente. Por ejemplo con ellas otra cosa fundamental es que se manejan económicamente por núcleo familiar. Eso está muy arraigado. Cada artesana de la comisión tiene un núcleo familiar que produce. Eso te da una realidad diferente. Uno de los choques fue pensar que ese grupo iba a producir y todo iba a ir a una misma caja, como nos organizamos nosotras, y por ahí al segundo viaje que hicimos nos pasó que cada una agarraba su canasto y quería vender el suyo. Desde ese momento aprendimos a cambiar la lógica nuestra. También otro punto fundamental fue conocer la palma, el material. Vimos cómo se extrae. Descubrimos que sólo se extraen tres hojas para que no se muera la plata, que éstas tienen un tiempo de secado de 12 horas, y a su vez analizamos sus canastos, cuántas hojas y cuánto trabajo llevaban para poder hacer los nuevos desde una lógica más industrial.

C. C.: –A la vez tienen muchos tejidos. Entonces nos tocó analizar cuál sería el conveniente para realizar las piezas que proponíamos. Buscamos estandarizar el proceso a través del uso de moldes.

¿Logros?

C. C.: –Para mí un momento muy copado fue cuando ellas empezaron a proponer intervenciones nuevas. Ahí entendimos que ellas entendieron lo que era diseñar. Proyectar algo que no es lo dado, sino algo nuevo.

S. N.: –Cuando incorporamos cintas para las canastas no sólo estaban felices porque se ahorraban las manijas, que dan mucho trabajo, sino porque además con el tiempo y el peso éstas se rompían. Y las cintas al pasar por abajo además las estructuraban. Estos también fueron buenos aportes para entender la mirada del diseño.

¿Otras cuestiones?

S. N.: –El primer día propusimos pensar el nombre del proyecto y se armó todo un revuelo. Hablaron entre ellas y nos observaron, con razón, cómo nosotras desde nuestra cultura, por ejemplo, cuando nos embarazábamos, ya poníamos el nombre al bebé antes de tenerlo y cómo para ellas es al revés. El nombre surge después. También aprendieron a valorar su trabajo porque pasaba que venían los camiones con fruta y verdura y se las cambiaban por canastos que luego vendían en los pueblos al triple. Eso obviamente tiene que ver con su necesidad, pero también con no sacar la cuenta de lo que valía su trabajo, ya que no usan la matemática. Ahí, la fundación Jum a través de sus coordinadoras que están al pie del cañón fueron fundamentales.

¿Y qué es Andariegos?

S. N.: –La alternativa laboral de un grupo de jóvenes que funciona dentro de la Red Andando en Moreno. Realizan juegos y juguetes en cartón.

A través de un proyecto asociativo de diseño financiado por el Mincyt se propuso realizar de manera participativa nuevos modelos de juegos que buscan reflejar la cultura de los barrios. Estamos desarrollando una línea de cuentos con títeres “historias de carnaval”, ya que es una de las expresiones populares más importantes. Mi barrio es un rompecabezas 3D que muestra cómo la construcción de sus barrios se logra a partir de la organización y conquista de la gente.

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