
Uno de los esc谩ndalos de esta vida es lo que est谩 pasando en La Plata, una ciudad que estuvo entre las cosas m谩s lindas que hicimos los argentinos. El gobierno municipal vive una suerte de guerra con sus vecinos, guerra que incluye hasta ignorar la Corte Suprema de la provincia, donde el poder juega abiertamente a favor de los especuladores inmobiliarios. La idea es simplemente demoler todo, todo menos algunos edificios simb贸licos, y transformar a la capital bonaerense en una colecci贸n de arquitecturas pedorras pero rentables, una suerte de suburbio desangelado que haga felices s贸lo a los que lucraron con eso. Y quien encuentre exagerado este diagn贸stico no tiene m谩s que ver el nivel de detalle al que se est谩 llegando para favorecer el negocio.
El gobierno municipal de Julio Alak cre贸 en 2006 un cat谩logo de inmuebles protegidos, que no fue muy amplio pero buscaba estabilizar ciertas zonas del casco fundacional de la ciudad. El instrumento para frenar la piqueta era la catalogaci贸n con el grado de 鈥減rotecci贸n contextual鈥, definida por el C贸digo de Ordenamiento Urbano como lo que caracteriza a edificios cuyo 鈥渧alor reconocido es el de constituir la referencia formal y cultural del 谩rea, justificar y dar sentido al conjunto. Protege la imagen caracter铆stica del 谩rea previniendo actuaciones contradictorias en el tejido y la morfolog铆a鈥.
El actual gobierno municipal detesta este tipo de l铆mites y ya es un comprobado agente inmobiliario, con lo que no asombra que haya anunciado que mand贸 al Concejo Deliberante un proyecto para desafectar 31 edificios del microcentro de la ciudad protegidos como contexto. Es llamativo que al mismo tiempo el Colegio de Arquitectos local se presentara ante el mismo Concejo para pedir que se conforme un Instituto de Planificaci贸n Urbana para que los edificios catalogados se puedan 鈥渋ntervenir de forma controlada鈥. Esto suena bien hasta que se descubre que la idea del Colegio es que deje de existir el cat谩logo preventivo y se utilice s贸lo un 鈥渕anual de intervenci贸n鈥. La autoridad de aplicaci贸n ser铆a un consejo en el que participar铆an... ellos mismos.
Si esto suena a dejar el pobre gallinero a cargo del proverbial zorro debe ser por el ensordecedor silencio del Colegio de Arquitectos frente a la destrucci贸n del patrimonio platense. Nunca se opusieron, nunca pusieron palos en la rueda y siempre se portaron como los c贸mplices y valedores ideol贸gicos de los intereses de las grandes constructoras, las que los emplean y son las 煤nicas que pueden hacer torres a escala.
De todos modos, lo que marca el calendario es el a帽o electoral, que puede introducir un cambio en el ejecutivo municipal y/o en la composici贸n del Concejo. Como el tema patrimonial gan贸 mucha importancia en la pol铆tica local, es manifiesto que se busca dejar cerrados ciertos negocios ahora trabados antes de tener que lidiar con caras nuevas. En La Plata calculan que los 31 edificios a catalogar no bajan de modestos 200.000 d贸lares, con lo que el primer numerito en danza pasa los seis millones de esa moneda, para hablar s贸lo de valores de compraventa b谩sicos.
Santiago de Chile est谩 sufriendo fen贸menos de gentrificaci贸n realmente llamativos, con problemas en las zonas residenciales de siempre y alguno que otro nuevo h茅roe del urbanismo. La revista The Clinic acaba de descubrir uno realmente inesperado, un ingeniero forestal de 61 a帽os que se le plant贸 a un megashopping de los pesados y termin贸 viviendo en una 鈥渋sla鈥, pr谩cticamente rodeado por un pozo de construcci贸n de seis niveles de profundidad. La situaci贸n es muy similar a la de esa se帽ora china que hizo lo mismo y termin贸 produciendo una foto que dio la vuelta al mundo.
Mauricio Montecinos vive en una casa que compr贸 su padre, en el barrio Bellavista, originalmente creado por cooperativas obreras de la d茅cada del veinte y treinta, el mismo modelo de nuestro barrio Los Andes y de buena parte de la Higien贸polis paulista. Hasta 1985, todav铆a en dictadura, el barrio fue de los tranquilos, equipados con su moderado comercio de servicios, alguno que otro bar y restaurante, calles tranquilas y un tr谩nsito que mostraba cierta desconexi贸n con el fluir de la ciudad. De hecho, el casi 煤nico orgullo local era que Pablo Neruda hubiera vivido ah铆 por muchos a帽os, con lo que los vecinos viejos se acordaban del poeta como uno que viv铆a a la vuelta.
Pero hace treinta a帽os se decidi贸 鈥渄esarrollar鈥 el lugar, conect谩ndolo f铆sicamente con el tr谩nsito de la ciudad con ensanches y regulaciones del tr谩fico. Bellavista se pobl贸 de bares y gente, con lo que hubo que enrejar jardines y acostumbrarse al ruido, y a recoger las latas de cerveza del pasto a la ma帽ana gigante. El barrio, definitivamente de moda, recibi贸 el siniestro diploma que suele coronar estas situaciones: alguien decidi贸 instalarle un shopping. La mole se llama Patio Bellavista 鈥揳ll谩 tambi茅n se usa eso del patio para darle pin茅鈥 y se define como un 鈥渃entro gastron贸mico y cultural鈥, lo que quiere decir que tiene cines. El mazacote tiene tres pisos de alturas, seis subterr谩neos y de estacionamiento, y un frente principal de una cuadra de largo. El edificio es tan grande y se va tan para abajo, que en enero comenzaron a cavarlo con taladros gigantes.
El ingeniero Montecinos se enter贸 del comienzo de obra muy temprano a la ma帽ana, cuando un temblor lo sac贸 de la cama. Pens贸, cuerdamente, que se trataba de un terremoto de intensidad media, pero pront贸 entendi贸 que no era un fen贸meno natural sino de maquinarias arrancando. En lo que va del a帽o, el hombre se acostumbr贸 a estar en casa con tapones en los o铆dos y a salir al jard铆n con un casco puesto. Montesinos est谩 fastidiado e inc贸modo, pero no soprendido porque durante a帽os le estuvieron ofreciendo sumas cada vez mayores para vender su casa y mudarse. El a帽o pasado vio demoler la 煤ltima casa de la cuadra, a lo guaso y con topadora, y tambi茅n vio caer dos cipreses centenarios que eran parte de su paisaje desde siempre. El ingeniero no s贸lo no vendi贸 cuando le lleg贸 la 煤ltima oferta, equivalente a seis departamentos, sino que puso una bandera nacional en su puerta y un cartel que avisa 鈥淣o se vende, ni mi casa ni mi barrio鈥.
Montecinos es, evidentemente, un hombre empecinado, pero adem谩s es un conocedor de los bueyes municipales. En 1996, Bellavista se despert贸 con el anuncio de que le iban a poner autopista propia, proyecto que inclu铆a t煤nel propio, edificios accesorios y la demolici贸n de muchas casas y edificios p煤blicos. Unas 25 organizaciones vecinales y de Santiago en general se juntaron para combatir el proyecto pidiendo amparos, haciendo campa帽a en los medios, movilizando gente, exigiendo que se revisaran los estudios de factibilidad y de impacto ambiental, y no dej谩ndole pasar una a la empresa. Hartos de tener que cambiar la traza de la autopista, contratista y gobierno municipal decidieron hacer la autopista por abajo del r铆o Mapocho. Montecinos, que presidi贸 varias veces su junta vecinal durante el conflicto y fund贸 la ONG Ciudad Viva, cuenta esta historia como un triunfo parcial, un 鈥渢rabajo de la sociedad civil que fue lo mejor que se pudo lograr, algo positivo, aunque lo ideal hubiera sido que no se haga el proyecto鈥. El ingeniero hasta escribi贸 un ensayo sobre el tema premiado en el concurso internacional Somos Patrimonio.
Con lo que no hubo sorpresas al saber que el amplio terreno no iba a ser un parque sino un patio de comidas con 317 estacionamientos, m谩s de 16.000 metros en total. Montecinos denunci贸 el proyecto ante la superintendencia de Medio Ambiente, cuestionando que ni siquiera le hubieran pedido a la firma Cimenta que hiciera un estudio de impacto ambiental. No le llevaron el apunte: 鈥淓l sistema funciona como las pelotas鈥, explica. El problema de fondo es que quien da los permisos de construcci贸n en Santiago, la Direcci贸n de Obras Municipales, se maneja con total independencia del gobierno local y s贸lo tiene que seguir un Plan Regulador Comunal muy amigo del 鈥減rogreso鈥.
La casa de Montecinos est谩 ahora, luego de infinitas quejas, rodeada por el fondo y los lados con muros antirruido, como si estuviera en una caja a medio cerrar, en la penumbra. Se est谩 transformando en un lugar para ir a ver, un s铆mbolo de los problemas que crean los negocios inmobiliarios a los vecinos reales de una ciudad.
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