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Sábado, 5 de septiembre de 2015
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Reuniones e italianos

Queremos Buenos Aires invita a una reunión de asambleas, ONGs y grupos barriales que se va a realizar en el Salón Alfonsín de la Legislatura porteña el 16 de este mes a las 18.30. El encuentro tiene el apoyo de muchas organizaciones patrimonialistas, ambientalistas y de cuidado de la identidad barrial, y está explícitamente dirigido a los que últimamente dieron batalla por la manzana 66, los parques, los cines de barrio, los centros culturales y deportivos, las construcciones ilegales, las demoliciones clandestinas o ilegítimas, y en general el abuso del poder sobre nuestro medio ambiente urbano.

Dos italianas: Este jueves, el Cedodal y el Instituto Italiano de Cultura presentaron el libro y exposición sobre tres tanos –y un descendiente– que le dejaron mucho a nuestro patrimonio urbano. Giuseppe, Mario y Giancarlo Palanti fueron los talentos que, con Mario al frente, nos dejaron maravillas como el Pasaje Barolo –y el Salvo de Montevideo–, el Cine Roca y lo que hoy llamamos Museo Renault, en sus tiempos una maravilla del cálculo estructural con su pista de autos en la azotea. El descendiente es el fotógrafo Edoardo Romagnoli, nieto de Giuseppe, que entre otras especialidades tiene la de fotografiar ciudades. Es en Marcelo T. de Alvear 1119.

Para seguir en la misma lengua y aporte, vale la pena acercarse al Museo Nacional de Bellas Artes para ver la pequeña y valiosa exposición de los maestros del arte gráfico italiano, dos salas de la planta baja. Las piezas provienen del Instituto Central de Gráfica de Roma, una parte del interminable universo de instituciones patrimoniales italianas y consiste básicamente en muy, pero muy hermosas chapas de grabado originales, con algunas copias del diseño resultante. La principal joya, sobre todo para los que aman la arquitectura, son las chapas de Piranesi. Una es una de las famosas vedutte, la del Anfiteatro Flavio, detto il Colosseo, que es un asombro de precisión, elegancia y sabiduría en el valor. La chapa es grande, está perfectamente pulida y permite ver el trazo directo del buril, de mano del maestro, en el cobre.

Luego hay que detenerse en una que se proyecta, como un cartel, de la pared. De un lado está la caída del Faetón, de 1747, y del otro la vedutta della Piazza de Monte Cavallo, de 1748. Por apuro o por el costo de materiales, Piranesi recicló una chapa ya usada para su trabajo. En ambos lados se repite la extraordinaria precisión y sabiduría del buril. A no perderse los pequeños trabajos de Antonio Tempesta, que incluyen un rinoceronte digno de Durero.

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