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Sábado, 16 de julio de 2016
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Concurso y negocio

Por Sergio Kiernan

El larretismo está buscando cubrirse de acusaciones válidas y justificadas por la venta, enajenación, concesión y alquiler de tierras y lugares públicos que parece será uno de sus ejes de gestión.

Para ver cómo se mueven, conviene ver cómo se organizó el Concurso Nacional de Ideas Urbana convocado por la Ciudad y organizado, como escudero fiel, por la FADU-UBA para el “Parque de la Innovación”, el negociado con las tierras del Tiro Federal. Lo primero que llama la atención y la primera complicidad universitaria, es que no sea un concurso de ideas sobre qué hacer en ese lugar: es un concurso para recibir ideas sobre lo que el larretismo ya decidió hacer. Para más detalle, desde la primera línea se avisa que el concurso es “no vinculante” pero se ofrecen buenos premios de entre 725.000 y 40.000 pesos. Este tipo de cosas, de paso, son consuelos para arquitectos, como los concursos de la Sociedad Central, una manera de justificar el silencio de las organizaciones profesionales ante estos curretes.

Que este concurso es poco serio se confirma con los estrechísimos tiempos que se ofrecen: cierra el 8 de agosto y los trabajos deben entregarse el 30 de ese mes. El jurado tiene doce días para hacer un “fallo preliminar” y luego apenas nueve días para hacer su fallo final el 21 de septiembre. Lo que el jurado tendrá que premiar es la creación de un “diseño conceptual de un ecosistema urbano”, una cumbre de la sanata conceptual. La Ciudad explica esta nubosidad como “dar respuesta al panorama económico global y a las demandas de transformación cultural, creando las condiciones necesarias para promover la atracción, desarrollo y retención a través de un ecosistema de innovación”.

Este pitch continúa con una serie de consideraciones sobre el rol de las ciudades que Wikipedia rechazaría por genéricos y derivativos, una sistemática confusión entre función y lugar equivalente a pensar que Silicon Valley genera ideas porque hay cafeterías gratis, basket y jardines, y una cantidad de zonceras de marketing sobre el “posicionamiento” de nuestra ciudad. Parece que, como los puentes de Calatrava, toda ciudad tiene que tener un polo tecnológico joven y cool. Por supuesto, hay más generalidades sobre la integración ciudad-río y Ciudad Universitaria-tejido urbano, que resultan posibles sólo si se borra de la retina las vías del tren y la autopista. Y hay mentiritas como afirmar que se crea un lugar con 65 por ciento de “espacio público, accesible a todos los vecinos y visitantes” con un 45 por ciento del total “verde y absorbente”. Para que dos tercios del proyecto que la Ciudad mostró en un inolvidable cartel digital en inglés sean accesibles, se está contando que el estacionamiento es accesible, los bares y negocios son accesibles, y el hotel es accesible, con la pequeña condición de pagar. Y no se entiende cómo el verde será también absorbente si tiene un estacionamiento de hormigón por abajo.

Las bases incluyen sesenta páginas de planitos, esquemas y demás yerbas que anestesian sobre el verdadero dato de relevancia, el de construir 60.000 metros cuadrados para usos educativos, de investigación, emprendedorismo, cultura, residencia de estudiantes y equipamiento público, y dejar 300.000 metros para comercios, viviendas, hoteles y oficinas. La obra civil en total se arrima al medio millón de metros, sin incluir posibles faraonismos como túneles o puentes para “integrar” la Ciudad Universitaria. En fin, un caramelito para los amigos...

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