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Sábado, 23 de marzo de 2002
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CON NOMBRE PROPIO

Alfarerías

Jorge Nabel, contador, descubrió el arte de la arcilla y el color por casualidad. De su fascinación le nació una nueva vida.

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Por Lujan Cambariere

Contador por profesión, artista y alfarero por vocación, pasión y convicción, Jorge Nabel sostiene que su encuentro con la arcilla fue mágico. “Estaba en San Telmo con un amigo que había venido de viaje y en un volante invitaban a una demostración de alfarería. Ahí, sentada frente al torno, estaba quien después sería mi maestra, Mabel Santos (hoy fallecida). Desde el instante mismo que la vi trabajar, supe que no me quería mover de ahí. La fascinación de ver aparecer de un bloque de arcilla macizo una forma delante de tus ojos con esa velocidad es algo increíble. Como los buenos alfareros, tenía una técnica tan depurada que hacía que todo pareciera fácil y fluido. El trabajo me pareció único.”
La fascinación de Nabel se transformó en oficio seguro. Hubo taller y un sinnúmero de piezas que lo llevaron a su amplia producción actual. Todo tipo de vajilla –platos, tazas, fuentes, jarras, teteras–, una línea de baño –algodoneras, portacepillos, jaboneras– y hasta encargos especiales como juegos de sushi, ensaladeras, cuencos y bandejas. Utilitarios en los que se destaca la impronta única que le da su increíble manejo del color y diseño.

Noble tramposa
“La arcilla parece tan fácil, pero no se entrega así nomás. Sobre todo en el torno, donde uno presupone que la va a domar, que se le va a imponer, pero donde ella siempre termina imponiendo su carácter.” Para lograr sus piezas, Nabel conoce las condiciones y pasos que hay que seguir, el trabajo diario metódico. Del taller húmedo donde maneja la pasta en el torno y va jugando con las formas, deriva a la parte seca del trabajo. Una vez que la arcilla pasa por el horno y se transforma en cerámica, la pinta. Ahí, sin duda, se destaca su veta más distintiva, un manejo de color sin clichés, prejuicios o cánones. “En principio porque no le tengo miedo al color y voy experimentando. Al no ser ceramista de formación, me animo a las trasgresiones”, se explica. Y después está la propia magia del esmalte cuando pasa por el fuego, algo que siempre sorprende y donde surgen sus deliciosos verdes manzana, lilas y lavandas.

La vida es bella
¿Por qué incorporar su vajilla? “Mi desvelo, cuando empecé, era cómo incluir la belleza en la vida cotidiana. A eso es a lo que apunto hoy con mi trabajo. Que una taza no sea una taza sino ‘esa taza’. Valorar el uso de ese objeto frente a otro y poder incorporarlo como algo que te agrada al ojo y da placer.” ¿Y el riesgo de que pierda su carácter utilitario y se conviertan en objeto decorativo? “Eso ya no depende de mí.”
Taller de producción:
4581-0624.
E-mail: [email protected].

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