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Sábado, 5 de marzo de 2005
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Un caso en el norte

Little Falls es un peque帽o pueblo en el estado de Nueva York que busca revitalizar su golpeada econom铆a local. Turismo, cultura y patrimonio aparecen como las recetas para sobrevivir.

Por Sergio Kiernan
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Main Street
Desde Nueva York

El fen贸meno de los pueblos que buscan una raz贸n para seguir existiendo no es local sino global. Excepto en pa铆ses abrumados por sus excesos de poblaci贸n, donde cada rinc贸n techado es invaluable, los ejemplos de cambios econ贸micos y corrimientos sociales que liquidan pueblos son comunes. Muchas veces, es tan simple como que un tren deje de pasar y se levanten las v铆as. En otros, la tragedia se dispara por cambios en el perfil industrial de la regi贸n.
Un caso que la viene peleando desde hace a帽os es el del pueblo de Little Falls, un perfecto desconocido entre las sierras Catskills en el norte de Nueva York. Little Falls es un conjunto urbano viejo que naci贸 como estaci贸n en el canal Erie y se transform贸 en polo industrial gracias a esa autopista l铆quida del siglo XIX, que un铆a el Atl谩ntico 鈥搊 sea la ciudad de Nueva York鈥 con los grandes lagos y las inmensas extensiones del Medio Oeste.
El pueblo todav铆a muestra su fisonom铆a original. Encajonado en un valle del r铆o Mohawk, afluente del poderoso Hudson, Little Falls tiene un barrio industrial y obrero victoriano, con f谩bricas de ladrillos y peque帽as casas distribuidas en damero. Del otro lado del r铆o, cruzando las v铆as del tren que sigui贸 al canal, hay varias manzanas de hermosas residencias victorianas en piedra, madera y ladrillo, estacionadas en terrenos grandes con jardines maduros y 谩rboles altos. Los edificios p煤blicos son realmente importantes: la biblioteca una casona g贸tica de piedra colorada, la intendencia una esquina afrancesada con c煤pula y todo, los bancos moles revestidas de piedra.
Little Falls era el primus interpares de los pueblos de la regi贸n, un valle fluvial que se extiende entre Alban y las cataratas del Ni谩gara sin ninguna ciudad realmente grande. Este es un fen贸meno que confunde al argentino, acostumbrado a que la industria se aglutina en ciudades francamente inmensas y a que en los pueblos a lo sumo habr谩 un soldador. Pero esta regi贸n, como muchas otras de Estados Unidos, muestra una colecci贸n de pueblos de pocos miles de habitantes punteados por edificios industriales que nacieron por la facilidad de transportar en barcazas y en trenes. A pocos kil贸metros de Little Falls 鈥揷apital estatal de la fabricaci贸n de bicicletas鈥 se encuentra por ejemplo Ilion, sede hist贸rica de la Remington, la peque帽a ciudad que aparece como Ilium en la primera novela de Kurt Vonnegut.
No cuesta imaginar qu茅 pas贸 con este esquema en apariencia inmortal. Entre las autopistas, que dieron fuerza al cami贸n a costa del tren, y la apertura de mercados, la base industrial norteamericana cambi贸 completamente. Ya no ten铆a la menor importancia el d贸nde de una f谩brica respecto de su mercado 鈥揘ueva York pod铆a comprar bicis de Little Falls, Omaha o despu茅s Corea鈥 y las empresas comenzaron a mudarse a lugares de tierra m谩s barata, impuestos menores, sindicatos m谩s blandos, climas m谩s templados que ahorraran cuentas de gas y calefacci贸n.
Muchos de los lugares abandonados de esta mano de Dios se reciclaron como centros de servicios zonales 鈥搒ede del 煤nico shopping en kil贸metros a la redonda鈥 o como lugares tur铆sticos. Otros resistieron por su masa propia y la inercia de seguir siendo el lugar m谩s importante, con m茅dicos, farmacia, tienda. Es el caso de Little Falls, que perdi贸 vitalidad pero no desapareci贸, con su rampa propia a la autopista y su hinterland de aldeas agrarias que la usaban aunque sea para tomar una cerveza. El golpe que fue que el tren dejara de detenerse en la estaci贸n local fue acusado pero no cambi贸 el fondo de las cosas. Peor fue el error de 鈥渕odernizarse鈥 demoliendo una vereda entera de la calle principal, Main Street 鈥搇o que significa justamente 鈥渃alle principal鈥濃 para construir un descartable, tonto, feo y ya machucado centro comercial.El pueblo lleg贸 al siglo XXI con una crisis de identidad y haciendo esfuerzos para tener un nuevo empleo. Es que las ciudades, como las personas, necesitan algo de qu茅 vivir. Little Falls est谩 intentando ganarse un lugar en el dif铆cil mercado del miniturismo local. Es que el pueblo est谩 en medio de una regi贸n francamente hermosa, alejada de los recorridos tur铆sticos convencionales, entre sierras nevadas y bosques, cerca del muy establecido y paquete Cooperstown, mezcla de spa, villa de casas de veraneo y museo del baseball.
Se sabe que el turismo es una industria 鈥渂landa鈥, que necesita atractores, cosas 鈥減ara hacer鈥 que tienten a una visita. Little Falls tuvo dos aciertos, ambos acu谩ticos: un festival anual sobre el canal Erie y una flamante marina fluvial tan bien equipada y ubicada que ya es popular entre los muchos yatistas que van y vienen de lago en lago cuando afloja el hielo. Al mismo tiempo, la 鈥渋sla鈥 marcada por el canal y el tramo rocoso del r铆o 鈥搇as peque帽as cascadas que le dan su nombre al lugar鈥 est谩 siendo reciclada de a poco, con sus edificios industriales viejos de un siglo transformados en tiendas y departamentos, inmensos lofts.
Sin embargo, no alcanza. Little Falls est谩 coordinando esfuerzos con otros pueblos cercanos para crear un corredor tur铆stico, una l铆nea con atracciones que se vayan sumando. Y tambi茅n hay cierta intervenci贸n estatal, aun en este pa铆s donde manda el mercado libre. El estado de Nueva York tiene una oficina para peque帽as ciudades que concede fondos para proyectos puntuales de revitalizaci贸n. Little Falls restaur贸 as铆 una cuadra completa del lado que se salv贸 de Main Street, y tiene un sal贸n de usos m煤ltiples en una de las viejas tiendas, un ambiente con vidrieras de metal y techo ornado de esta帽o, donde se re煤nen las comisiones de vecinos a buscar ideas salvadoras.
Entre estas ideas est谩 primer铆sima la del patrimonio. Nadie tiene la menor duda de que la gente no viaja para ver edificios nuevos, 鈥渕odernizaciones鈥 o ejercicios arquitect贸nicos. Uno de los dogmas de todo este esfuerzo es reciclar, preservar, reutilizar, con mucho cuidado para que las edificaciones nuevas que hagan falta no les hagan sombra a las tradicionales.
Si esto suena familiar, es porque San Antonio de Areco hizo algo similar, aunque m谩s a los ponchazos y sin duda con mucho menos dinero. Primero fue un festival, despu茅s restauraciones y reciclados, luego el turismo como ganap谩n para todo el pueblo, aprovechando la cercan铆a relativa a Buenos Aires. Norte o Sur, no hay tanto que inventar.

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