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Sábado, 17 de junio de 2006
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Materiales inesperados

Este jueves se presentó en sociedad la línea de objetos y mobiliario de Producción Ciruja. Una alianza entre la cooperativa de recuperadores El Ceibo y tres diseñadoras industriales. Residuos que se transforman en objetos de uso, recuperadores que se convierten en productores. Nuevos escenarios para el diseño.

Por Luján Cambariere
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Individuales armados con tubos de sifones de plástico atravesados por cordones de colores, vasos generados a partir del corte de botellas de vidrio, mesas bajas, sillones y banquetas de cartón corrugado prensado y almohadones realizados con sobrantes de polar. Estos son algunos de los productos de la línea para bar que nacen de la articulación de distintos actores sociales. Encuentro que lleva el nombre de Producción Ciruja y que da cuenta de experiencias donde se da pie a otros diálogos a través del diseño. Se tienden lazos, se rescatan otros valores, se concreta el trabajo en equipo y por supuesto se llega a piezas, en este caso distintos utilitarios que nacen de desechos, que vale juzgar sobre todo por los nuevos espacios y oportunidades que generan.

Encuentros

Una arquitecta y bailarina de tango, Mercedes Frassia, suma a otra arquitecta, Graciela Novoa, encomendándole la obra de un bar con sala de ensayo en San Telmo y su intención de trabajar con productos reciclados y con sus recuperadores. Partiendo de esta premisa y de debates varios (qué es reúso, qué es reciclaje, qué es reutilización de materiales), otros se fueron sumando. Frassia se contacta con Carlos March, director ejecutivo de Fundación Avina, organización social dedicada a fomentar liderazgos para el desarrollo sostenible de América latina, quien contacta a su vez a la cooperativa de recuperadores El Ceibo con Cristina Lescano a la cabeza. Mientras que Novoa recluta a las diseñadoras –Natalia Hojman, Victoria Díaz y Angeles Estrada, tres egresadas de la carrera de Diseño Industrial de la Universidad de Buenos Aires que conforman el estudio Mu!– interesadas en trabajar con residuos sólidos urbanos. Juntos, todos, ponen manos a la obra.

La basura como materia prima

Rafael Yohai

El trabajo de la cooperativa El Ceibo consiste en la recuperación de residuos sólidos urbanos y su separación en origen (base fundamental para el óptimo desarrollo de esta actividad) para su posterior acopio, reciclaje o venta. Básicamente plástico, cartón, tela y vidrio. Para dicha tarea, fueron capacitados debidamente, sobre todo para poder concientizar a los vecinos de las más de cien manzanas del barrio de Palermo adheridas al programa. Así, la difusión de la importancia de la educación ambiental, la transformación de materiales recuperados en nuevos productos comercializables y el sumar capacidad instalada para que sus miembros pueda agregar valor a la tarea de recolección de residuos eran otras de sus metas, que empiezan a cumplir en parte, gracias a este nuevo proyecto de desarrollo de productos de diseño. “La idea principal del proyecto socioambiental de El Ceibo no es sólo la de recuperar residuos, sino y fundamentalmente, la de recuperar gente –apunta Lescano–, por eso cada día intentamos ir más allá con nuestra tarea.”

Intercambio de saberes

Formalmente, desde el diseño, en estas experiencias se habla de “transferencia de diseño”. Aunque tal vez en este caso, el término no podría ser tomado literalmente, ya que es evidente el fuerte intercambio. Los cruces de saberes entre diseñadores y cartoneros.

¿Pero cómo fue el proceso? “Primero empezamos a interiorizarnos sobre los materiales que recuperaban. Conocimos el galpón, las cantidades, ya que algo obvio pero no por eso menos importante a tener en cuenta es que el volumen y características que manejan son variables. Entonces, nosotras empezamos a trabajar en unos bocetos, que enseguida fuimos modificando en la práctica”, cuentan las diseñadoras. Así, según ellas, todos fueron trabajando en base a lo que iban descubriendo juntos. “‘Con un piolín se corta el vidrio’, contaban unos. Haciendo nudos, como los que hace Verónica Vega, llegamos a los almohadones de polar en una trama que originariamente nosotras propusimos más caótica”, suma Díaz. “Compartir saberes, de eso se trata”, señala Lescano. Y en esto es clara y contundente: “Ellas no se tuvieron que capacitar para tratar con los cirujas. Antes que nada somos seres humanos como todos. Nosotros aprendemos de ellas y a la inversa”.

Rafael Yohai

“Nosotras vinimos a enseñar sobre lo que sabíamos y a aprender sobre lo que no sabemos”, agrega Hojman y así se van sumando las anécdotas. “Hay una historia muy linda –revela Frassia sin la aprobación total de las diseñadoras que en principio se avergüenzan–, cuando ellas deciden comprar un polar en el Once”, detalla. “El tema es que todos los que llegaban donados eran grises –retoma la conversación Díaz–, entonces se nos hacía difícil poder componer algo. Pero cuando llegamos acá, con la pieza nueva, nadie la quería cortar justamente por ser nueva. No habíamos pensado en eso y fue un aprendizaje. Así que decidimos no tocarla y que se la llevara quien más la necesitaba”, cuenta Díaz.

¿Democratizar la creatividad? “Tiene un poco que ver con eso –suma Gonzalo Roque, de Avina–. Es que la sociedad está estructurada de una manera tal que algunos saben y piensan y otros hacen. Y cuando se genera este ida y vuelta todos se enriquecen.”

“Igualmente debemos confesar que al principio tuvimos miedo. Sobre todo porque nos sentíamos con una enorme responsabilidad. Tuvimos que dar respuesta al pedido concreto de nuestra clienta con su acotado tiempo y las necesidades de su bar y adaptarnos rápidamente a los materiales y tecnologías con los que íbamos a contar para producir los objetos. No contar con herramientas duras de trabajo (tenemos trinchetas, una caladora, una lijadora, pero nada más que eso). Esto fue muy difícil ya que por primera vez teníamos que resolver el modo de conciliar la variabilidad del material, no sólo en su cantidad sino también en su forma, dimensiones y calidades, y la necesidad de producir objetos seriados (aunque fuera a pequeña escala). Esto fue decisivo, por ejemplo, a la hora de diseñar el mobiliario. Había que tener en cuenta que no siempre se conseguían los cartones más grandes y de mayor resistencia. Por eso, además de diseñar los productos, necesitábamos diseñar el método para unificar nuestra materia prima. Para esto construimos prensas con maderas y bulones en donde compactamos los distintos pedazos de cartones con los que contábamos para trabajar. A todo esto se le sumaron algunas dificultades del espacio físico en el que trabajamos y varias veces se arruinaron piezas terminadas por culpa de la humedad. Aunque lo más novedoso fue la experiencia de trabajar en grupo y estar al frente de un taller. Trabajamos todos juntos en un grupo formado por personas de diferentes edades y con diferentes historias, y creamos entre todos un espacio de intercambio en el que todos nos sentimos cómodos y contentos”, cuentan las diseñadoras.

Del lado del grupo de recuperadores todo fue a favor. “Sacar al grupo de la tarea diaria de levantar materiales para trabajar en estas piezas fue como estar en otro mundo, puro disfrute”, cuenta Lescano. Los presentes dan fe de esto. Desde Antonio Brunetti –“Cachito”–, encargado del encolado, que confiesa haber empezado un poco incrédulo y ahora estar muy contento (“Es lindo estar trabajando y disfrutando con los compañeros”) a las mujeres que coinciden en lo terapéutico de la tarea. Desde una de las más jóvenes como Valeria Corbalán, promotora y recuperadora, a Susana Rodríguez, quien revela que en el taller se olvida de todos sus problemas. O Juan Franco, ingeniero agrónomo encargado de educación ambiental en El Ceibo, que cuenta inmerso entre retazos de polar lo satisfecho que se siente de estar viviendo en carne propia lo que pregonaba: “No todo lo que uno tira es basura sino que es insumo para otra producción”.

El poder de la articulación

“La función de Avina es la de articular. Acercar actores donde existe potencialidad de hacer cosas y después ir acompañando el proceso”, suma Roque. “La equidad para transformar el sistema no sólo consiste en desarrollar emprendimientos que generen ingresos en sectores vulnerables, sino también pasa por facilitar el acceso de esos sectores a trabajos de calidad. La experiencia que une a El Ceibo, MU! y la arquitecta Frassia genera recursos y democratiza el acceso a la creatividad, lo que la convierte en un emprendimiento absolutamente transformador”, remata March. Así, el desafío, una vez concretada la primera producción de objetos, es encontrar mercado para futuras partidas, contagiar el modelo en otras cooperativas de cartoneros y entusiasmar a otros diseñadores en experiencias similares. Por lo pronto, el primer paso está dado. Las piezas ya se lucen en San Telmo. Y estos puentes que se tejen se convierten en lugares de encuentro

* Cooperativa El Ceibo:
E-mail: [email protected]
* Mu! Diseño Industrial:
Tel.: 4957-0207.
E-mail: [email protected]
* Fundación Avina:
Tel.:4553-2123.
Web: www.avina.net

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