Creo que El Cantante
es un género en sí mismo, una clase de disco que, más tarde
o más temprano, todos los cantantes vamos a grabar. Así explicó
Andrés Calamaro al No cómo fue que el esperado sucesor de El Salmón
es un disco de versiones, con únicamente tres composiciones originales.
Por si hace falta justificar lo de únicamente, dígase
que entre 2000 y 2004 el método de composición y grabación
de AC violentó los alcances de la palabra prolífico, al menos en
cuanto a escribir canciones. Y aunque sin ediciones discográficas desde
su álbum quíntuple al que había antecedido uno doble,
el ya lejano Honestidad brutal, Calamaro se valió del MP3 y varios
sitios no oficiales (deepcamboya, camisetasparatodos, calamarometropoli) para
crear una línea directa de difusión, de su portaestudio a tu PC.
Las composiciones y grabaciones anteriores a este disco son infinitas recuenta
el cantante, muchas canciones y experimentos, que llegaron, a mi gusto,
bastante lejos (o alto). Textos importantes, progresos instrumentales y generación
espontánea. Los años dedicados a la música no se pueden borrar.
Y como me gusta el sonido de todas las grabaciones, no le encuentro mucho sentido
a grabar de nuevo esas canciones, pero también me parecía justo
adaptar algunas a este sonido, el de esta grabación, con músicos
amigos y tan buenos. Así que elegí lo que me parecía mejor.
La elección apuntó a tres canciones inéditas, pero ya bastante
conocidas entre los gourmets del MP3: Estadio Azteca (ver tapa), Las
oportunidades y La libertad. En cuanto a su pasión por
las versiones, la estadística recuerda que no es nueva: ya había
más de veinte en El Salmón, entre tango, folclore y clásicos
rockeros. Escribe Andrés, e-mail mediante: Es sencillo elegir entre
tantas canciones buenas como hay en el repertorio argentino, lo mismo que entre
los boleros y otros géneros. No soy académico, ni mucho menos, pero
me gusta redescubrir canciones al interpretarlas. Las versiones están llenas
de música y de pretextos para existir, son un repertorio, y un repertorio
necesita de un cantante. Además, me sentí compartiendo los tracks
con los gigantes que escribieron o interpretaron estas canciones alguna vez, como
Juanjo Domínguez, Goyeneche, Gardel, Yupanqui o Héctor Lavoe. Me
pareció importante... y un buen disco. Es para ustedes. Mi abrazo a los
argentinos, con especial afecto a los que están privados de su libertad
y/o sufren.
Tres
actos
Tres encuentros,
tres actos, ¿una misma obra? ¿Trágica o cómica?
Hace dos años tocó fondo: Soledad, caos y drogas. Hace uno, recuperó
a su chica. Ahora, regresa a la luz con El Cantante, un puñado
de canciones de las de siempre. Rolling Stone lo acompañó desde
su viaje en el infierno.
UNO. Hace de esto dos años: invierno de 2002. Un local de ensayo
en Madrid. Las persianas están bajadas y las ventanas precintadas, así
que da igual qué hora sea. Sobre la moqueta, latas de Pepsi vacías,
tobas de porro, un teclado, un micro Shure 58 y un cuatro pistas. Centenares
de casetes desparramados por el suelo. Un pollo de plástico colgando
del techo (una bombilla lo proyecta en la pared). Una bolsa de plástico
del tamaño de un puño. Y un hombre que ha decidido encerrarse
a vivir aquí. Compone canciones desenfrenadamente, y las graba. Si tiene
sueño, duerme. Y luego sigue. Prefiere cantidad a calidad. Andrés
Calamaro. Rock n roll Van Gogh.
No dormir es libertad. He decidido no apagar los aparatos del estudio.
Se estropean. Como las personas. ¿Cómo está uno cuando
se levanta? Jodido. Después está ese invento egipcio que es el
tiempo, que es virtual y sirve para contar lo que uno lleva vivido. O lo que
a uno le queda. La cocaína es otro remedio. La coca, ¿es la que
uno toma o la que queda? También queda la soledad, que sirve para dársela
a la música.
Así
comienza la nota firmada por el periodista Bruno Galindo (amigo de este suplemento),
publicada en el último número de la revista Rolling Stone edición
española bajo el título 3 veces Calamaro. Una de las
fotos que ilustra la nota, muestra a un Calamaro versión bigote con un
cartel en su mano. Vuelvo en unos minutos, reza el mensaje que muestra
para la cámara.