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Jueves, 12 de febrero de 2004
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PUNTA DEL ESTE SIGLO XXI: MODOS DE SUPERVIVENCIA

La puntita

El gran puerto de la histeria sudamericana parece haber perdido la pomposa exclusividad de los viejos tiempos. Hoy, las playas esteñas se pueblan de peinadoras artesanales, gigolós de poca monta, cholulos y buscas de toda especie. Lo importante es pasar el verano en el emporio (devaluado) de las modelos y las 4x4.

Por Julián Gorodischer
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Desde Punta del Este

“El mapa de la nueva Punta incluye unos lugares muy despreciables, con nombres argentinos: ¿desde cuándo una playa se llama Bikini?” El que lo dice es un argentino venido a menos pero nostálgico de los viejos tiempos, cuando se veraneaba en Punta del Este como símbolo de status. Allá lejos, el tipo vivía en un dos ambientes del Once, pero ahorraba todo el año para “estar a la altura”. ¿Quién da menos? La Punta del 2000 encuentra a la ex capital del imperio menemista “hecha un asco” –según dicen las egresadas del San Andrés–, y llena de “truquitos” para pasar el verano. El neoterrorismo esteño concibe un solo verbo para la estadía: zafar. A ver, a ver...

¿De qué estamos hablando?
“La vieja Punta, la del Santos Dumont, el puerto y los edificios con nombres curiosos como Tequendama o Arcobaleno, dejó de existir –dice Federico Novick, cronista sagaz de sus mutaciones–. El menemismo, los falsos millonarios brasileros, la forrándula y los turistas de fin de semana transformaron el mejor atardecer del sur del Ecuador en una zona donde el brillo cegador de las luces dicroicas derrite la grasa de personajes olvidables: gordos cuatroporcuatroteros, zombis, estúpidos, mujeres siliconadas.” El tipo lo vivió desde adentro cada fin de año, miró, anotó, y hasta imagina un documental sobre las faunas al este del edén. “Punta del Este –dice– es la gran timba del judaísmo argentino que construye casas, inventa proyectos inmobiliarios, funda una ciudad argentina en otro lado, en otra diáspora, en un costado del mar manso. Y en la otra punta, la grey católica, rugbística y militar traslada bellas de hoy que serán las arrugadas de mañana.”

Hacete amigo...
El halago siempre da resultado en tierra de estrellas, y después, llega el favor: ¿cómo seducir al famoso en cuestión? “El pibe (Jason Biggs) es un pajero terrible –cuenta el RRPP que lo fichó y vio el filón–. Yo le presentaba minas: la Zámolo, la chica Del Cerro, promotoras de Movicom. Un tipo así atrae periodistas, y eso lleva tu playa a las revistas; se habla de ella...” Las últimas tendencias en visitantes extranjeros dictan que Punta se volvió famosa en Beverly Hills, a la caza constante de destinos exóticos. “Dicen que en el Sur del continente hay un lugar”, se extendió el rumor que trajo, esta vez, al ídolo de películas college. En la ciudad de la fama prestada, el más preciado es el que viene del Norte, a juzgar por el pequeño huracán que lo acompaña a todos lados. Se conoce bien el precio de “estar cerca”. El séquito que espera en el fondo tira el piropo (“¡Buenísima American Pie, che!”) y se conforma con poco: una reposera con vista al mar en la FTV Beach, un pase libre al VIP de Tequila, un daikiri gratis en el parador...

En la playa
Se las empieza a ver desde las siete de la tarde en las arenas de la Mansa. Se adaptan al gusto esteño para armarle el peinado al bolichero. Lavan, enjuagan, planchan y, en privado, sacan el cuero a todo el mundo. “Lo vimos en la tele –dice Cinthia Gianotti, de Buenos Aires–. En Mar del Plata lo ofrece Sedal, con toda la pompa. ¿Por qué no hacerlo artesanal?” Cobran dos pesos a cada interesada, traen termos de agua tibia para el lavado y reinventan la changa allí mismo donde pasan sus vacaciones. Después se van a dedo hasta Maldonado, donde se paga más barata la “habitación en casa de familia”. ¿Cómo seducir al conductor, en esa Rambla que concentra quince autotospistas cada media cuadra? “Acá no va eso de mostrar, mostrar... –asume Carla Ballcels, con cinco amigas–.En Punta paran mucho, pero a chicas de menos de quince, con cara de pobrecita, que den charla en el camino. Vos (al cronista) vas muerto.” Llegadas a la pieza, las chicas almuerzan-meriendan-cenan todo a la vez con una lata de conserva traída de Capital. Una mochila especial sirvió para las provisiones, a la mitad del valor esteño en súper. “Si no, quedaría pagar diez pesos por una porción de tarta o un puré de calabaza –dicen–. ¡Una estafa!”.

Nadie salva
El lindo Uriel del Toro hace del aspecto su mejor carta, posa en las reposeras que dan al mar de la FTV Beach, y se hace las vacaciones posando para la cámara, para el patovica del boliche, para el RRPP que concede el canje. Otros lindos hacen de gigoló y se enganchan a la operada para salir de ronda por los bares, para pasarle cremita en la espalda o elogiarle el estado de su topless. “Hay mucha mina sola –asegura Diego B., en Punta desde diciembre–. Yo con Luisa (reconocida psicoanalista de la tele) ¡estoy muy bien!” Hacer de lindo significa dar presencia y compañía; no mucho más. “En el gran puerto de la histeria de Sudamérica –agrega Novick– se trata de mostrar todos los brillos prestados y esconder las miserias propias. El escándalo de Nicole vino bien para confirmar que sí, por supuesto, nadie coge. ¿Para qué mostrarse en ‘playas alejadas’ cuando las playas están acá nomás? Todo montado para un fotógrafo.”

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