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Jueves, 26 de febrero de 2004
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SHARLY LIDERA LA RESISTENCIA VIP

Comprá argentino

Rocketer, flamante disco de DDT, es uno de los proyectos autogestionados de Sharly, ex Demonios de Tasmania. El cantante del glamour trasnochado aboga por menos cipayismo cultural e insiste en que hay que darle bola a lo que se hace acá.
Caidos la pizza con champán y el sushi, anuncia la era del asado con el parquet.

Por Santiago Rial Ungaro
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”El sushi y la pizza con champán ya fue: asado con el parquet. El último grito de la moda: asado con el parquet.” Con esta alegre y desafiante cantinela, Sharly, líder de DDT, presenta el nuevo juego de la temporada: Rocketer es el nombre de su flamante disco, pero es algo más que eso: como los entrañables Pocketers, este CD propone el rock como un juego en versión moderna, barata y accesible. Lo fascinante de esta rocketería virtual es cómo desafía con sus proclamas irresponsables (en un momento de crisis educativa alarmante, se escucha que “en la universidad de la calle no hay que estudiar”) y el consabido talento de Sharly para armar riffs contagiosos y lujuriosos. A mitad de camino entre lo sofisticado y lo deliberadamente vulgar, el disco dispara inteligentes y sutiles consignas de resistencia (un tema se llama Resistencia Vip), y cuenta con un valor agregado: suena creíble. Y, por eso mismo, inquietante: no es difícil imaginarse a Sharly viviendo la letra de Asado con el parquet, levantando la madera del piso con algún forajido amigo, encarando la parrilla y desayunando “carne de calidad ciento por ciento argentina”. El juego que plantea Rocketer es el de realizar un banquete de pordioseros, lo que coincide con el estado anímico de este veranito kirchneriano. Mientras la gente sigue comiendo basura en las calles, Sharly parece querer abrir de par en par las puertas de la disco y compartir lo que haya. El cantante está volcado a convertir en Rocketería cada escenario o disco en el que suene su música, y desde la primera frase que suena capta toda la sabiduría y la confusión de la trasnoche: “Hoy me desperté con toda la furia, tuve que recurrir al cementerio de tukas, el vuelo nocturno aterriza ok”. Anarco en la pista es la consigna con la que se cierra Rocketer y el lema con que DDT trata de neutralizar el autismo que acecha en las discotecas modelo 04.
A mediados de los ‘90, Sharly lideraba los Demonios de Tasmania, grupo que amagaba con arrasar todo y que se ahogó en su propio vendaval, siguiendo los clichés propios del género (la trilogía sexo, drogas y rock & roll a veces hacía irreconocibles las canciones). Pero hay que decir que sus discos sobreviven hoy por mérito propio. Luego de que Sharly se peleara con sus ex compañeros, encarnó en DDT y encontró nuevos secuaces: ahora un demonio que sabe por diablo, pero más sabe por viejo. “Ponía mucho más que mis compañeros”, dice para explicar la disolución. “A ellos no les importaba mucho, seguían con la misma actitud que al principio. Estaba la fantasía de que podíamos ser estrellas de rock y la verdad es que estuvimos muy cerca, hasta nos llamaban de la tele. Pero acá es muy difícil ser estrella de rock.” Sharly cambió y su música se fortaleció. Hijo de una psicóloga relacionada con la Juventud Peronista y “cercana a las ideas del padre Mugica”, y de un analista de sistemas de IBM “pero con barba”, el Sharly modelo 2003 conjuga (con su clásico look mod y glamoroso) conciencia política y actitud fiestera a toda prueba. Es que a Sharly los excesos parecen equilibrarlo: “En los ‘90, uno quizás descreía un poco de todas las ideas que venían del entorno familiar. Y más con el menemismo, con esa mentalidad de hay que pegarla. Pero en mis letras en los Demonios se ve que ya tenía las mismas ideas que ahora. Todo el tiempo estoy hablando de esas cosas, al punto que a Gorriarán Merlo le fueron a hacer una entrevista a la cárcel y les preguntó por mí (en el disco DDT hay un tema que se llama Roby, que era el seudónimo de Santucho). Los Clash y Public Enemy serán muy combativos, pero nosotros venimos de otro lado. Yo rompí todos los vidrios del Palacio Pizzurno (sede del Ministerio de Educación) y fui preso. De última, es más difícil mantener un discurso combativo acá que en Nueva York. Tengo amigos que son más malos que 2Pac, sin dudas”.
Separados los Demonios, la paradoja de un proyecto como DDT fue la de ser demasiado rockero para el tecno y demasiado tecnoso para el rock. Pero si el arte se trata de conciliar los opuestos, en Rocketer el rock combativo se amalgama con bases infecciosas que amenazan con copar las pistas. Cuando Sharly se autodenomina como un “anarcotraficante” (“Lo siento mi amor, sólo puedo ser tu amante/ Mi vida es clandestina, soy anarcotraficante”), o cuando se autoproclama como líder de la Resistencia Vip (“Soy el líder de la Resistencia Vip, mis canciones están hechas con BIPS, cuando lanzo un disco soy artesanal, yo mismo preparo el locro de mi vernissage”), la fantasía se vuelve realidad. Por lo menos durante los minutos que dura cada canción. El discurso del cantante no es ni demagógico ni pedagógico. Rocketer es un disco de canciones, que hasta tiene algún toque britpopero, pero a la vez es un juego que planta al oyente en su lucha cotidiana, en la efervescencia de la vida misma. El principal mérito de DDT, entre tanta necrofilia rockera, es el de estar vivo. Vivito y coleando, Sharly toma aire, mira de reojo el Palacio que alguna vez apedreó y afirma: “La gente se sorprende de que el grupo siga existiendo, de que sigamos tocando. Nosotros siempre tocamos, siempre sacamos discos. Acá la gente se está despertando, en ese sentido. En Francia, la gente no escucha música alemana; cada uno escucha música en su idioma. Pero acá, de tanta mentalidad neoliberal terminó predominando una mentalidad de cipayos, de valorar lo extranjero, de ser pro-yanqui. Y eso es ser imperialista. En lo musical, eso lleva a pensar que los White Stripes son un grupo más importante que nosotros. Pero en la Argentina, nosotros vendimos más discos que Suede, que los Sex Pistols o que los Jesus & Mary Chain. Hay que sincerarse un poco: el sistema debería funcionar un poco más con los grupos de acá. Siempre lo pensé y siempre lo dije. Grupos importantes como Adicta y Turf debutaron en shows nuestros. Cuando dije que Juana la Loca era mejor que Oasis se burlaron de mí, pero, ¿por qué hay que tener esa mentalidad snob de pensar que el grupo de afuera siempre es mejor que el de acá? La cuestión es simple: si un grupo es nota de tapa allá, también sale nota de tapa acá. Y mientras tanto nosotros no tenemos nada”.
Su trabajo como compositor para documentales de Román Lejt-man, su sello Recordzooz, su banda DDT: todos los proyectos de Sharly tienen que ver con la autogestión. Y lo explica así: “Acá siempre existió la fantasía de que alguien venga a buscarte y que te diga: ‘Vení, grabate algo’. Pero hay que empezar a darse cuenta de que quizás a uno nunca vengan a pedírselo y que, de todos modos, uno puede conseguirlo por las suyas. No se debe pensar que Mick Jagger nunca trabajó: hay que estar ahí, cumplir un horario... Son treinta años de trabajo. Si no fuera por eso, ahora no hablaríamos más de los Stones. Hay que empezar a valorar esas cosas. Bersuit o Catupecu Machu, más allá de los gustos, son grupos muy grandes hoy en día. Y no en todo el mundo se llevan a cabo recitales de la envergadura de los de esas bandas. Hay que valorar el trabajo que se hace acá. Estoy convencido de que el criterio que finalmente se va a imponer culturalmente es que las cosas que se hacen acá son las que importan. En la época del tango, acá no sonaba jazz por la radio. El jazz era una cosa de freaks, de locos e intelectuales. Y nosotros no copiamos rock de afuera sino que hacemos rock en castellano: somos como los tangueros de ahora”. ¿Sharly tanguero? Uno de los tracks más curiosos de Rocketer es una bizarra versión de El día que me quieras de Gardel y Le Pera, pero con ritmo medio madchester y con la deformidad que caracteriza a DDT. “Nunca hice un disco mainstream”, se envalentona Sharly. “La ilusión de ser famoso la perdí enseguida, antes de que saliera el primer disco de los Demonios. Acá está todo por hacerse. El circuito no está, tenemos que hacerlo.”

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