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Jueves, 21 de julio de 2005
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DE COMO INGRESAR EN EL EJERCITO DE LOS ESTADOS UNIDOS

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A Bush le cuesta conseguir soldados para “defender la libertad”. Entonces, la guerra se convierte en una rama difusa de la industria del entretenimiento. Un corresponsal del No cuenta qué herramientas usan para buscar reclutas de entre 17 y 34 años: CD-ROMs, videojuegos, web y videoclips ofrecen remuneración de 3 mil dólares, ciudadanía, seguro médico, 20 mil dólares de subsidio... ¡Y podés viajar gratis por el mundo!

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POR JAIME RODRIGUEZ
Desde Ventura, California

Hace como un año empezaron a llegar cartas a casa. Sucedió un poco después de completar la inscripción en los estudios. Las bases de datos se cruzan con notoria eficiencia en este país: al parecer, la Universidad de Estados Unidos le había provisto los datos al Ejército (The Army), que usa su poderoso sistema burocrático para enviar cartas para convencer a sus ciudadanos a ocupar las vacantes que van dejando sus distintas guerras por el mundo. No deja de ser una buena oportunidad de ascenso económico. Pero no era la primera vez que recibía esta información: la publicidad en televisión muestra cada tanto clips o videojuegos entrelazados donde se puede observar gente corriendo hacia adelante, disparando desde la cabina de un avión de combate o bien desde distintos lugares que podría usar un francotirador en una guerra. Después de esas imágenes, una frase sentencia: “We were waiting for you”, que en español es algo así como “Te estábamos esperando”. Es una forma bastante curiosa de unir el concepto de videojuegos con la idea bastante más concreta de ir a la guerra en algún oscuro rincón del mundo. No deja de ser asombroso que los jóvenes entre 17 y 35 años estén desaforados con los videojuegos aquí en Estados Unidos. La misma edad necesaria para ingresar al Ejército.

Las carreras universitarias son caras en este país: cuestan entre 12 y 25 mil dólares al año. Pero hay otra forma de estudiar: si ingreso al Ejército, éste ofrece entre 50 y 65 mil dólares para realizar la carrera universitaria que elija. Es decir: pagan la facultad a cambio de ingresar a un mundo de “Excitement and adventure”. Después de insistentes cartas personales, apareció en la Universidad un hombrecito sentado detrás de una mesa, ignorado por la casi totalidad de los estudiantes presentes. Sentado el reclutador (pongámosle Johnny), como esperando esos grillos que no se animan a acercarse, vestido de militar con una boina verde, pelo corto, camuflado, esperé que mis compañeros se alejaran del lugar y conversé con él: “Llevate mis materiales”, dijo. Así lo hice.

Uno de esos materiales era un CD-ROM verde llamado “Army Operations”. Funciona sobre Windows y Macintosh. Está diseñado como un campo de entrenamiento. Cada semana (en cada etapa) el jugador debe ir pasando etapas u obstáculos como el tiro al blanco, salto de helicópteros, etcétera. Probé primero con los tiros al blanco: tiraba, tiraba, tiraba y el objetivo (un hombrecito rojo) caía unas doscientas veces hasta cambiar de nivel. Pero (siempre hay un pero) si uno quiere pasar a nuevas y excitantes etapas debe conectarse para “cargar sus puntajes on-line”. Decidí no pasar de nivel. El Ejército, como también lo hacen las empresas privadas, usa el juego para acercarse a los usos y costumbres de quien lo utilice. Después de jugar un rato, observé que en el frente del juego decía “Defense freedom”, una frase que ya había escuchado en algún lugar. Ahh, sí. Ya sé donde: Bush suele decirla dos o tres veces por discurso. La dicen todos los voceros militares, la dicen sus ministros y superministros, y casi todos los medios de comunicación. La línea republicana de pensamiento basa los ataques a países que no son muy parecidos a ellos (o no quieren hacer lo que ellos decidan), en defender la libertad de los Estados Unidos. Lo repiten de modo goebbelsiano: “Defiende tu libertad”. Aparecen con esas pancartas hasta cuando hay movilizaciones en contra de la guerra.

Hace poco observé nuevamente unas publicidades en español (hechas para algunos de los hijos de los 30 millones de inmigrantes latinos que viven en Estados Unidos). En la tele se observa un joven mexicano hablando con el padre: el joven confiesa sus intenciones de ingresar al Ejército, y le sugiere que convenza “a mamá”, que está un poco reacia en el tema. “Te vamos a apoyar”, dice el padre también mexicano y la madre acepta con una sonrisa feliz. También el sitio web está traducido al español:www.goarmy.com cuenta con información, videoclips y jueguitos de fútbol americano.

Entonces llamo al 1-800-USA-ARMY para pedir el contacto del Centro de Reclutamiento Local. Hago una cita para dentro de unos días y allí estoy días más tarde, siendo atendido por dos reclutadores. Es una oficina con cuatro escritorios y en cada escritorio un reclutador. Pero no hay ni una sola persona queriendo ser reclutada. Tan sólo una cantidad oprobiosa de folletería que no deja bien en claro si se trata de papeles para ingresar al Ejército, o para comprar CD-ROM de dudosa procedencia. No suena el teléfono, no hay gente haciendo cola, nada. Conocía la imagen de los reclutadores: estaba en Farenheit 9/11 de Michael Moore. Pero esto es la absoluta desolación.

Me hago el perfecto desorientado para recibir un poco más de información. Además de saber que debo tener entre 17 y 34 años, estar sano, en buen estado mental, con una buena moral y una escuela secundaria (o equivalente) completa, querría saber algo más. “Vine aquí porque escuché que dan dinero para la Universidad y eso me interesó mucho”, digo. Entonces me explican el sistema: apenas uno ingresa recibe entre 1500 y 2400 dólares por mes, además de otros 1300 dólares para pagar el alquiler. Es decir: alguien que no tiene trabajo, ni preparación alguna, empieza ganando un mínimo cercano a los 3 mil dólares mensuales.

Una vez ingresado al Ejército, hay nueve semanas de instrucción básica. Pasado ese tiempo, se puede especializar en diferentes áreas de conocimiento (hay, se sabe, distintos tipos de conocimiento). Por los montos y los “bonus” que entrega el Ejército para aquellos que atraviesan sus cuatro, cinco o seis años de carrera mínima (para los que llegan vivos al final, claro), uno puede pagarse una de las mejores carreras universitarias de Harvard. Eso es lo que dice este hombre, que atiende con una amabilidad asombrosa. Y sigue –como quien está por adquirir una medicina prepaga– contando beneficios: “Tenés seguro médico cubierto, un alquiler seguro, un sueldo y tus posibilidades de crecimiento son ilimitadas”, entre sus carpetas, tomando un café no demasiado cargado.

El slogan de uno de los folletos espeta: “213 formas de ser un soldado”. Pareciera ser que la mejor manera de ingresar al Ejército no es por el frente sino más bien por detrás. Entre esas formas hay doce áreas como para hacer “Administrative Support”, nueve para “Arts & Medias”, 29 para “Combats”, 25 áreas del Ejército para ser mecánico, entre otras. En su web, el Ejército se encarga de aclarar que cada una de las tareas desempeñadas tendrá su consiguiente carrera “civil” para cuando salga, si es que no quiere seguir la carrera militar. Es fácil imaginar qué hará más tarde un bombero (Firefighter), un abogado o un periodista (son áreas que se ofrecen dentro de la carrera militar), lo difícil es entender qué hará un “Field Artillery Officer” (Oficial de Artillería de Campo) o un “Infantryman” (soldado raso). “Aunque no hay un trabajo directamente relacionado a Field Artillery Officer, el liderazgo que adquiere en la Armada le ayudará civilmente. El oficial de la Armada está muy relacionado con el cargo de manager”, dice la web. Sobre los soldados explica que “para la vida civil, el soldado aprende el trabajo en equipo, la disciplina, el liderazgo”.

En fin. Por suerte los beneficios de formar parte del Ejército más poderoso del planeta no se detienen en cuestiones vinculadas a la preparación. Otro de los reclutadores (pongámosle Tom), que no tiene demasiadas ocupaciones en esta oficina vacía, acerca su silla a nuestra mesa (dos reclutadores para un interesado es un verdadero lujo) y expone sus argumentos: “Podés conocer todo el mundo. Tenemos bases en Europa, Corea, Japón, Centroamérica y otros lugares. Si ingresás, podés elegir cualquiera de esos destinos y el Ejército te manda. ¡Es una forma de viajar gratis!”.Una vez dentro del Ejército, se puede elegir el área de interés, perfeccionarse en el área universitaria que uno guste. O... se puede probar con la zona llamada de “Excitement and adventure” (Un área de aventura y adrenalina), según dice el reclutador, que tiene que ver más “con la acción, el frente de la batalla y el combate”. Al fin lo dice. Después de media hora de conversación menciona que el Ejército también sirve para combatir. Ahh, por cierto... después de un rato preguntan de dónde soy:

–Are you american?

–Legal resident –contesto.

–Ahh, ohh, ok. No problem.

Siendo residente legal se puede ser del Ejército, no importa la ciudadanía que uno tenga. Podría ser un paquistaní o un afgano. O un coreano. O un chino. ¿Podría ser así? ¿Me van a dejar volar un avión, ya que tengo la residencia hace poco tiempo? Según dicen, sí, algo así puede suceder. Lo único que parece no estar permitido es el asunto de los trabajos de inteligencia y operaciones secretas. Hay un bonus track: si ingreso al Ejército (dice Johnny, que trabajó sólo en logística) podría obtener mi ciudadanía estadounidense en menos de un año, cuando normalmente tardan cuatro o más.

El reclutador con experiencia en logística prosigue: “Estuve en Irak y en Afganistán. En Afganistán, por ejemplo, tenía una oficina con aire acondicionado, con una heladerita y una computadora para mí”, dice. “El (señaló a Tom, el otro reclutador) estuvo en el frente. Pero si te interesa la carrera universitaria, no vas mucho allí.” Y no. “He viajado por todo el mundo, conozco casi todos los lugares del planeta gracias al Ejército, aunque estoy vivo de casualidad”, se le escapa a Tom. En eso, uno de los dos cuenta que apenas enrolado se reciben hasta 20 mil dólares de “prima” (además del sueldo y el alquiler). Esa es una de las novedades para incentivar a los muchachos, aunque ahora dan el dinero después de las nueve semanas de entrenamiento, porque algunos tomaban el cheque y se iban a vivir a Canadá.

–Bueno, ¿y cómo me enrolo? –pregunto.

–Acá no enrolamos, te pasamos a buscar por tu casa y te llevamos al Centro de Enrolamiento. Allí se reciben unas clases, se firman unos papeles y se hace un pequeño test, además, para saber si legalmente no habrá un impedimento.

Hay un tema en letra chica: una vez adentro, no se puede salir por un buen tiempo.


NUEVOS RECLUTAS: UNA CUESTION DE NUMEROS

Soldaditos con plomo

POR MARIANO BLEJMAN

Según informaron los diarios The Washington Post y The New York Times últimamente, hace veinticinco años, el Ejército de Estados Unidos era bastante más grande y tenía menos que hacer. Ahora se trata de una fuerza más pequeña con distintos frentes abiertos. En los últimos dos años, el Ejército se embarcó en la guerra de Irak, que no iba a ser tan larga como sigue siendo. El despliegue está tomando un peso inesperado, especialmente en el Ejército (que tiene 500 mil de los 700 mil soldados disponibles por las Fuerzas Armadas). Según publicó el 2 de enero The New York Times, eso está limitando la capacidad de enviar fuerzas a otra parte para “sostener su diplomacia” o “responder amenazas”.

El nivel de reclutamiento está debajo de lo necesitado en casi 30 por ciento, aunque en junio de este año, por primera vez en seis meses, los 7 mil reclutadores repartidos por todo el país lograron alcanzar un nivel deseado de inscriptos al Ejército. De los 139 mil soldados en Irak, el Ejército proporciona 105 mil y la Marina, 22 mil. Una gran mayoría tiene un promedio de 23 o 24 años de edad. Ahora, más de la mitad de las fuerzas del Ejército estuvo, está o puede estar pronto en Irak. Las rotaciones se están acelerando, degradando la preparación y dejando menos tiempos para el entrenamiento. Cuatro de diez estadounidenses en Irak vienen de la reserva o de la Guardia Nacional. Consecuentemente, lo que los norteamericanos llaman “la fuerza diplomática de las armas” está minada. Los iraníes pueden pensar que Washington no está en posición de hacerles frente. Corea del Norte puede sentirse más libre con sus planes nucleares y mover a tropas cerca de la frontera de Corea del Sur. Los líderes chinos pueden ver esto como el momento oportuno de extender su territorio a Taiwan.

Washington “necesita” aumentar sus reclutas. La industria de la guerra no se detiene. Los analistas proponen aumentar en 100 mil los soldados existentes, mientras que en la Marina deberían subir unos 12 mil más. Según los analistas de The New York Times, la atracción de esos reclutas requerirá el ofrecimiento de estímulos financieros.

En junio pasado, The Washington Post informó que el Ejército convocó a 6150 reclutas en ese mes, pasando en un 9 por ciento la meta propuesta de 5650 personas, por primera vez desde que comenzó el año. La suba tiene que ver con el momento del año (miles de graduados de la High School han empezado a pensar qué harán desde septiembre), pero también con el trabajo de los 7 mil reclutadores y las primas de 20 mil dólares para tentar a nuevos reclutas. Aunque la estrategia del Pentágono no termina en un asunto monetario: las insistentes campañas de propaganda han adoptado el uso de formatos que suelen corresponderse a la industria del entretenimiento, para acercar a posibles candidatos.

Con todo, las cifras están por debajo de los 80 mil reclutas nuevos que pretende obtener el Ejército este año. El Ejército debería incorporar a 31.500 reclutas en los tres próximos meses, aunque nadie cree que eso suceda. Hace unos días, George W. Bush invocó el tema: “Necesitamos que padres y parientes de potenciales reclutas intenten convencer a sus hijos de que los Estados Unidos necesiten hombres y mujeres jóvenes en las Fuerzas Armadas”. Como sea, los estudios han demostrado que los padres están cada vez más inclinados a disuadir a sus hijos de alistarse en el Ejército. Habrá que ver si los pibes saben entender los límites que ofrece la realidad.

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