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Jueves, 27 de octubre de 2005
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SE ESTRENA “TATUADO”, DE EDUARDO RASPO (APELLIDO IDEAL PARA HACER ESTE FILM)

El pasado en un brazo

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Por Mario Yannoulas


Pocas frases encierran tantos significados como esa de “Busco mi identidad” en la Argentina. Además de los tantos hijos de desaparecidos durante la última dictadura militar que aún desconocen su procedencia, la búsqueda de la identidad y la personalidad es una práctica preferentemente joven, ya sea por los que eligen escuchar una determinada banda, mirar una película en particular o hacerse un tatuaje o un arito.

Y en esto de la búsqueda joven, por estos días en Buenos Aires se da una extraña coincidencia. Mientras que en la Legislatura porteña se habla de la posible regularización de la actividad de los locales de tatuajes y body piercing, que obligaría a los menores de dieciocho a pedirle autorización a sus padres para visitar la agujita, el próximo jueves se estrenará Tatuado, la película de Eduardo Raspo que protagoniza Nahuel Pérez Biscayart, un actor de 19 años. Y, queriendo o sin querer, todo habla de la búsqueda de la identidad.

Nahuel encarna a Paco, un adolescente que fue abandonado por su madre cuando tenía apenas tres años, pero que antes de irse le dejó como marca un tatuaje en el brazo izquierdo. A partir de esa vieja historia y de su adolescente deseo de saber, Paco quiere averiguar la historia de su madre. “Pensé mi personaje desde lo general, de tantos chicos que buscan sus orígenes. En el caso de Paco, no saber nada era ansiedad y decisión por querer saber, y cuando sabe es todo mucho más tranquilo”, explica al No.

Los tatuajes pueden ser otra búsqueda de afirmación de la personalidad. Y Tatuado contiene un elemento que de algún modo contradice la naturaleza de la decisión por lo permanente, del tatuaje en sí. Primero, porque Paco no eligió tener el dibujo en su brazo. Segundo, y fundamental, porque el tatuaje actúa primero como disparador de la historia y luego, hacia el final, reaparece con un nuevo significado. Aquí el tatuaje no es búsqueda en sí mismo sino que aparece como un impulso por conocer.

“Al principio es sólo una marca, un estigma, algo que le recuerda todo el tiempo que su madre lo dejó. Le trae a la memoria esa falta de saber, que está presente y que es muy fuerte. Hacia el final el tatuaje ya no está para recordar esa ausencia, sino que tiene otro peso, porque al menos sabe qué significa, y lo entiende un poco más”, agrega el actor.

Nahuel ya trabajó en Próxima salida (‘04), El aura (‘05), y en otras cuatro películas actualmente en proceso de producción. También hizo varias series de televisión (Disputas, Sol negro, Sangre fría y Botines) y en obras de teatro como Los mansos y Una fiebre de tres días. Pero no es fácil ser un actor tan joven y tan solicitado. En seguida llega la presión de cumplir con las expectativas, de conservar el pergamino de joven promesa. Nahuel, igual, está tranquilo. “Me tomo mi trabajo con bastante dedicación porque lo disfruto mucho, y quizá lo que hago esté bueno, por eso me llaman”, dice con naturalidad.

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