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Jueves, 25 de enero de 2007
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Todos juntos en Capilla

El reggaefugio de la cultura

Por Mariano Blejman
Desde Capilla del Monte

¿Qué fue eso? ¿Un objeto musical no identificado? No. La consolidación del regreso de Todos Tus Muertos sin Fidel Nadal, la posibilidad de volver a sorprender de las Actitud María Marta, la visita —finalmente— de los barceloneses-argentinos de Go Lem System y Che Sudaka, la capacidad de reacción de Las Manos de Filippi que acaban de perder al Moski de sus filas, la lucidez de los cordobeses de Armando Flores, la resurrección de los Sinsemilla con dos cantantes negros (John Fleitas y Marcus Vinicius) ocupando el espacio de frontman que dejó Fabián Rianni, quien falleció hace unos años, cierta fineza de los puntanos de Kameleba, y el cierre con olor a decepción que dio Akila Barret (otro pariente más de la tribu de algún músico de alguna formación de los Wailers) y alguna otra cosa que este cronista capaz que no vio, u olvidó, sumado al alto grado de sugestión que ofrece el Cerro Uritorco, flamante monte dedicado a recibir extraterrestres sobre todo desde que el periodista José De Zer y el recordado camarógrafo Carlos “Chango” Torres (el de “seguime Chango”) se pusieron a hacer ficción con las creencias de la zona.

¿Ah, era sólo eso? No. Hay más: en el medio (o, mejor, a un costado en Pueblo Encanto), el Reggae Punkie Party, una apuesta del Perro, variopinto productor, quien dice estar tanteando la zona de cara a 2008, pensando en algo más grande, donde a lo mejor incluirá cumbia. Las mil personas juntas en Capilla del Monte son una apuesta a la convivencia de géneros, un volver a las fuentes estéticas y comerciales del rock, un regodeo entre agrupación con ganas de decir algo, lo cual de por sí es un plus en un contexto donde las bandas dicen cada vez menos cosas. Así, la nota que este suplemento hizo el jueves pasado con las explosivas declaraciones de Pablo Molina, Félix y Gamexane (tres originales TTM, que salieron a decir “Odiamos la hipocresía de Callejeros”) fue comentario obligado en la cantina del festival. “Tendrás algunos enemigos más, pero también vas a tener más amigos”, le dijo un periodista a Gamexane.

Dos estéticas, entonces, convivieron entre las carpas acodadas al lado del escenario natural, que bien pueden ilustrar un peinado o dos: apenas un dúo de crestas (¿cómo se duerme en carpa con cresta punk?, se preguntaba este cronista) en todo el predio, frente a una inundación de dreadlocks. Durante dos días (el primero más dedicado al reggae, y el segundo algo más reggae-punk y hip hop), el festival fue una pasarela de apreciaciones políticas y denuncias bien entonadas, donde sobresalieron las diatribas de Actitud María Marta (quienes defendieron al buen reggaetón, contra el “comercial”), y Las Manos, que —dicen— este año editarán su demorado disco-bomba.

Postal. No es el Bronx. No son los años ‘60. Son los hermanos John (Sinsemilla) y Karen Fleitas (Actitud María Marta) detrás de la mano ¡blanca! del Pecho de Las Manos de Filippi.

Y entre todo eso, la presencia inesperada de una sombra del rock, el Pato Fontanet de Callejeros, arengando —el primer día— desde un costadito del escenario a los cordobeses de la Coca Fernández, donde el baterista de la banda protagonista de la tragedia de Cromañón hizo de percusionista. Esa presencia el primer día, y el botellazo de vidrio roto que esquivó con fina destreza sobre el final del segundo Pablo Molina cuando empezaba a clarear, estuvieron a punto de empañarla, pero el cantante saltarín respiró hondo, puteó al cobarde punkito extraterrestre y cerró con el doblete Gente que no y Sé que no, dos hitazos de los ‘90. Y a fumar al campo.

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