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Jueves, 8 de febrero de 2007
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MIRANDA! Y PIMPINELA EN EL MEDIO DE UNA CAMPAÑA DE ENFERMEDADES DE TRANSMISION SEXUAL

Una forrada

Mientras 20 mil personas coreaban el —cada vez menos extraño— encuentro entre Ale Sergi y los hermanos Galán, un grupo de jóvenes en campaña enseñaba a poner preservativos con clases en vivo y en directo.

Por FACUNDO DI GENOVA
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No quedan excusas. Argumentos tales como “no siento nada”, “no me entra porque la tengo muy grande” o “no lo uso porque cuando me lo pongo se me baja el muñeco”, van cayendo uno a uno y, cuidado que, en ciertos momentos, pueden rozar la categoría de mero chamuyo. No es por nada. Dentro de las diversas campañas sobre prevención de las ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual) hay una que está dando que hablar, que tiene éxito y mucho, digamos, impacto visual. Lo saben bien Fabiana, Luis y Natalia —y sus compañeros del equipo de la Fundación Buenos Aires Sida y de la Red Argentina de Mujeres viviendo con VIH—. Cuando se trata de dar la mejor información sobre el uso adecuado de un preservativo, lo mejor es ser explícito y no ponerse colorado a la hora de mostrar cómo poner un condón en un pito duro, y si es necesario con la misma boquita que te dice te quiero.

Hasta hoy, a la bucal con globito, estratagema para no perder la emoción antes de los bifes, sólo parecen animársele las prostitutas, como me contó un amigo. Será por eso que es uno de los capítulos más recordados, aunque no el más importante de estas clases magistrales sobre cómo usar una goma sin perder potencia en el intento; clases que se sucedieron el último sábado durante la previa del recital gratuito de Miranda! y Pimpinela, en Figueroa Alcorta y Pampa, frente al monumento a Güemes.

* * *

Mientras Ale Sergi y los hermanos Galán se preparaban para dar un recital de verano, y mientras el viejo chofer del camión de AySA llegaba para brindar 10 mil litros de “agua para todos” sin saber que iba a tener una noche muy agitada, y mientras la Guardia Urbana, Defensa Civil y Policía Federal se negaban a dialogar con el NO por no estar autorizados por sus jefes, los chicos de Buenos Aires Sida y la Red Argentina de Mujeres con VIH iban buscando sus blancos entre las casi 20 mil personas de todas las edades (sillita playera y termo, como mínimo) que se acercaron para inocularse una dosis de “pimpiranda!”.

No hace falta aclarar. Luis no andaba exhibiendo por ahí su miembro erecto para predicar con el ejemplo. El y Natalia (y sus compañeros) contaron con un ayudante que se aguantó sin quejarse los 30 grados centígrados promedio del sábado a la noche. Se trata de un pene de madera de catorce centímetros de largo por cuarenta milímetros ancho nominal, el muleto indicado para empezar a demostrar el arte de ponerse, o de ponerle a tu pareja, un condón bien puesto. Algunas claves se desprenden de estas “charlas profundas” que llegaron a unas mil de las miles de personas que daban vueltas por ahí.

Además de abrir el envase por el troquelado y nunca con los dientes, es necesario, luego de quitarle el envoltorio y antes de cualquier cosa, colocar el condón sobre la punta de un dedo para saber si está al derecho o al revés. ¿Por qué? “Porque si está al revés —explica Luis—, vamos a cometer el error de apoyarlo en la punta del pene e intentar desenrollarlo. ¿Qué se hace siempre? Como no podemos desenrollarlo, lo damos vuelta y listo. Pero cuando lo apoyamos en la cabeza del pene, el preservativo toma contacto con el líquido preseminal, que contiene espermatozoides, y al darlo vuelta, estamos aumentando las chances de un embarazo no deseado.” Lo mejor es abrir uno nuevo.

Otro de los argumentos refutados es el de “me aprieta y no siento nada”. Luis abre un preservativo, mete los cinco dedos de la mano y se lo desenrolla hasta la mitad del brazo, sin que la goma sufra roturas. “¿A vos te parece que no le puede entrar a tu pareja?”, pregunta a una chica, que no dice nada. “Mirá, tocá, ¿no sentís calentito?” La chica toca con confianza y dice “sí”. “Se puede perder algo de sensibilidad, pero la sensación de calor está.”

“Con el preservativo puesto, el hombre puede extrañar la lubricación de la mujer”, dice Fabiana Barbuto, coordinadora de la Red Argentina, y tira un dato interesante que ha tenido buena recepción de parte del público. “Antes de ponerse un preservativo, podés usar unas gotitas de gel de base acuosa entre éste y el pene. Esto aumenta la sensación de placer”, dice Fabiana, pero aclara dos cosas. Primero no ponerse mucho porque, si no, durante el traqueteo el condón puede perderse en las profundidades femeninas; y segundo nunca usar silicona y otros lubricantes de base aceitosa, pues aumentan la temperatura del látex durante el coito, sus microporos se expanden y el preservativo se raja. ¡Hasta las manos!

Un clásico. Usar siempre un nuevo condón para cada nueva penetración. Pero algo más: nunca usar un mismo preservativo para distintas cavidades —-imaginen cuáles—, aun cuando todo sea parte del mismo acto.

Para la población lésbica, a quienes “se les ha brindado muy poca información”, según Fabiana, y para quienes se interesan por los juguetitos eróticos, hay que anotar que se le debe cambiar el condón al adminículo si éste interactúa con más de una persona, pues el intercambio de fluidos es la principal causa de transmisión del VIH/sida.

Fabiana dice que hay que prestar especial atención a las cutículas de los dedos, y si se trata de sexo oral practicado a una mujer, técnicamente conocido como cunnilingus o “práctica sexual consistente en aplicar la boca a la vulva”, se debe prestar especial atención al período menstrual.

Se sabe: la tradición indica que sexo oral y preservativo no se llevan bien. Si bien los estudios científicos no son concluyentes, es común escuchar que el sexo oral sin contacto con el semen no transmite VIH, pues la acción de las enzimas de nuestra saliva podrían neutralizar o destruir la eventual aparición del virus. Esta afirmación no es del todo verdadera pues aún no está comprobada, pero además cabe anotar, dice Fabiana, que aunque la saliva pueda destruir o neutralizar el VIH, no tiene acción antiséptica frente a ETS tales como el herpes y la gonorrea.

Por eso, para la cunnilingus existe el llamado “campo de látex”, que se vende en Europa y que aquí se fabrica con un preservativo: se rompe el anillo del condón y se abre como un papel film, se aplica sobre la vagina y ¡lenguas a la obra! Esta práctica casi no existe en el país y, según los coordinadores, todo parece indicar que no va a prosperar.

Para refutar el principal argumento contra el condón, según el cual su colocación hecha por tierra toda esa pasión previa acumulada y termina arruinándolo todo, si la concentración o la irrigación sanguínea nos abandona, existe una salida interesante, que combina sexo oral con la correcta, y excitante, colocación de un preservativo. Por eso ahora es el turno de Natalia que va a explicar, frente a dos jovencitas y un muchacho que las acompaña y mira con sorpresa, y ante los lectores del NO, cómo se pone un condón con la boca (“una forma de negociar el uso de preservativo a la que ningún hombre puede negarse”, dirá Fabiana): se toma la punta del condón entre los labios de la boca (nunca entre los dientes) y se procede, fácilmente, a desenrollarlo por el pene del compañero. Natalia lo hace hasta la mitad del muñeco de madera, saca su boca ahora brillante con delicadeza, y acompaña suavemente con sus labios hasta la base del adminículo. De lujo.

Final. Cuando la primera parte del recital termina y los Pimpinela están por aparecer en el escenario, y mientras el viejo chofer del camión de AySa sufre refugiado en la cabina ante una avalancha de doscientas personas sedientas y desesperadas que rodean el camión y lo toman por asalto abriendo las canillas en franca lucha por un vaso de agua, cerca de 10 mil preservativos, provistos por la Nación, la Ciudad y el Fondo Mundial de la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, ya están en los bolsillos de la gente, listos para cumplir su función.

—¿Lo harías? —le preguntó el NO a una chica de veintitantos que acababa de presenciar la colocación de un condón con la boca.

—Ni loca —responde contrariada.

—¿Por qué? ¿Te da asco ponerte un preservativo en la boca?

—No, ¡me da asco el sexo oral!

Qué lo parió...

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