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Jueves, 9 de agosto de 2007
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LA “CIVILIZACION” DE LOS PIOJOS LLEGO AL OBELISCO

Esperar lo inesperado

Por Mariano Blejman

Acostumbrada a la bandera, al aguante como objeto de pertenencia, a la militancia rockera de sus seguidores, la banda liderada por Andrés Ciro Martínez apostó por la sorpresa en un lugar simbólico desde lo histriónico, pero presumiblemente poco piojoso: ¿es rockero el microcentro porteño? Pocas han sido las veces en que el rock ha tomado las calles por sorpresa. Pero siempre han sido emblemáticas. El martes pasado, 07/08/07, día cabulero si lo hay, Los Piojos entraron en la historia, ante la salida del disco Civilización, que salía a la venta en un planificadísimo regreso (ahora que está tan de moda). Era de esperar algo inesperado.

El experimento rockero sirve para entender el rol del testimonio partícipe del transeúnte imprevisto; y la manera de digerir las nuevas tecnologías. Fue notable la velocidad con la que rebotó la noticia –después de haber mantenido un riguroso silencio de ultratumba por parte de la producción–; pero fue notable además la actitud de aquellos que se encontraron con la “noticia” caminando por Corrientes: el público –donde vive la tasa de teléfonos móviles per cápita más alta del país– estaba más preocupado por registrar aquello que estaba viendo, que en disfrutar lo que estaba pasando. La mano en alto, el celular en opción “foto”; una calidad espantosa que luego inundará los blogs, y los “últimos momentos” de los servicios informativos. Y las compañías telefónicas y de Internet disfrutando del aumento del tráfico on-line, por el que nada hicieron sus agentes de marketing.

Inesperada también, pero no inesperable, fue la actitud de la masa motoquera que recorre diariamente las venas de la city; convertidos en los jinetes del aguante, los mensajeros llegaron en cardumen, se pusieron detrás del registro digital, y se prendieron al bocinazo aguantador. Un clima de cancha, de 19 y 20 de diciembre, al menos por un momento. Estaba en ese escurridizo estrato social, seguramente, su público más cercano. Parecido al que iba llegando recién enterado, ¡remera piojosa puesta! cuando el camión que arrancó en Callao y Corrientes frente a veinte personas, y sumaban el millar cuando los de El Palomar daban sus últimos acordes llegando a Esmeralda. La calle, claro, estaba excitadamente intransitable. Y Los Piojos se convertían por un momento, para los medios, en un asunto del tránsito. ¿Quién puede pedir que levanten este piquete? Bienvenida la civilización, bienvenida esta barbarie.

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