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Viernes, 9 de agosto de 2002
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CARAJO, HORCAS, MALON: MONSTRUITOS, DE ACA

¡Rock insano!

Pertenecen a tres generaciones del viejo y querido rock pesado argentino, aunque los unen muchas más cosas de las que quizás creíste. Ahora, las tres bandas encabezan el cartel de un festival y sus líderes se permiten pensar el momento del género, en una Argentina por demás jevi.

Por Roque Casciero
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”Ahora que no vienen los Monsters of Rock, salimos los monstruitos”, dice Marcelo Corvata Corvalán, cantante y bajista de Carajo, y desata la carcajada de Walter Meza, cantante de Horcas, y Guillermo Pato Strunz, baterista de Malón. Las tres bandas de las que forman parte tocarán juntas por primera vez este sábado en un festival que marca, según ellos, el comienzo de muchas uniones para poder mantener la calidad de los espectáculos pese a la devaluación. “En estos meses hubo como una reestructuración; los productores y managers se juntaron para ver cómo seguir adelante”, sigue Corvata. “Antes nos iba bien a todos y cada uno hacía la suya. Pero ahora hay que meter el doble de gente para cubrir lo que antes dejaba ganancia. Aunque no es lógico que la gente vaya a ver bandas nacionales porque no vienen las de afuera.”
Walter: –Quizá lo que pase sea que las bandas de diferentes estilos se junten. Yo me imagino un estadio lleno de rockeros.
Corvata: –Sí, esto podría terminar derivando en un Lollapalooza argentino o algo así. Quizás el ejemplo sea lo que sucedió en Cosquín.
Pato: –Puede ser que los pibes que no iban a conciertos de bandas nacionales, pero que consumen este estilo con bandas de afuera, alguna vez tengan ganas de ir a vernos... Tal vez ahí descubran que hay buenas bandas, más allá de las que suenan en la radio.
–¿El rock pesado resurge en tiempos de crisis?
Pato: –Puede ser, porque el mensaje que tira el género en las letras está ligado a lo que pasa en la calle, a lo que le pasa al laburante. Entonces, quizás ahora eso se vive más de cerca por el desastre en el que estamos.
Walter: –La música pesada sirve como un desahogo. Es como una palabra fuerte. No es que podamos cambiar algo por tocar música, pero sirve para ver en qué realidad estamos. Ojalá tengamos nosotros la sabiduría para hacer las cosas bien y no repitamos errores de hace un tiempo.
Corvata: –Me parece que se está produciendo una conexión entre el mensaje de las bandas pesadas y lo que está pasando.
–Salvo excepciones como System of a Down, las letras del rock pesado dominante en el mundo hoy se reparten entre la épica o la queja por problemas personales...
Walter: –Si vivo y sufro en la Argentina, no puedo escribir sobre otra cosa. Tratamos de hacer música y de contar nuestras vivencias, y por ahí la gente se ve reflejada en eso.
Corvata: –Lo que pasa con las bandas de afuera es que viven otras realidades en sus sociedades. No digo que lloren de mentira, quizá tienen males muy grossos. Y el metal, como lado oscuro de la música, te da la excusa de hablar de cosas repodridas. A veces el público busca que le pegues un cachetazo con algo. Quizá por ahí pasa el placer de los pibes que escuchan esta música.
–¿O sea que los metaleros son todos masoquistas?
Corvata: –Los músicos pesados tenemos que tener algo de eso para estar tantas horas adentro de una sala de ensayo con el volumen que usamos. El placer son los cinco primeros minutos, después es puro bancársela (risas). El rock es muy insano. Quizás hay una hora de gloria, cuando estás arriba del escenario o cuando recibís el cariño de la gente, pero el resto...
Walter: –De todos modos, nos sentimos afortunados porque estamos bastante enteros.
–Walter habló de no repetir errores. ¿Uno de ellos fue la separación tajante entre distintos subgéneros metaleros?
Walter: –Totalmente. En otros tiempos, era muy difícil que hubiera camaradería entre los músicos y nunca se podría haber hecho un festival como el que vamos a protagonizar, porque no se podían conjugar estilos diferentes. Pero hubo un recambio generacional muy grande. Los pibes de treinta años ya tienen su familia y colgaron su campera en el ropero. Los que vienen a los conciertos ahora tienen quince y traen la cabeza más abierta, son más democráticos.
Corvata: –Cuando yo tocaba en A.N.I.M.A.L., para los heavies de la primera hora nosotros éramos un bicho raro y no les gustábamos nada, especialmente porque yo rapeaba. El metal era como una especie de religión: había una Biblia y no se bancaban nada fuera de eso. Ahora está todo más mezclado. Si te ponés a pensar, Slipknot son como los más vendidos del metal, puro marketing, pero está todo bien y a los pibes les vuela la cabeza. Y pensar que a Metallica los criticaron porque se cortaron el pelo...
–¿Habrá llegado el posmodernismo al metal?
Corvata: –Capaz, ¿no?
–Por ejemplo, “The Osbournes” muestra que Ozzy es un padre de familia que pone en escena un show. Ustedes, en algún momento, deben haber creído que era algo más profundo...
Pato: –Claro, pero Ozzy todavía se la aguanta. Y en vivo es tremendo.
Walter: –La mina le maneja todos los negocios, pero él tiene una personalidad fuerte.
Corvata: –Ozzy es un hijo del infierno. Fue y volvió.

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