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Jueves, 17 de julio de 2008
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Aguas(re)fuertes

Amigos

Por Facundo Di Genova

Las definiciones importan un carajo. Las fechas conmemorativas, lo mismo. Igual conviene decirlo: “amigo” viene del latín amicus, humano que hace culto de la “amistad”, que significa afecto personal, puro y desinteresado. Aun si seguimos buceando en la cadena de sentido, la palabra amistad se frota con otra que, pareciera, no tiene nada que ver, pero sí: “amancebamiento”, o el trato sexual habitual entre el hombre y la mujer no casados entre sí, que no es otra cosa que una forma de amistad, y esto va para los que dicen que tal cosa nunca. Qué no: a ver si no consideramos como amiga aquella mujer que nos entrega en bandeja a sus propias amigas. Esa sí es una amiga. Pero si hablamos de amigo o amiga, y de la relación que se quiebra o perdura en el tiempo hasta que la muerte o los negocios o las minas o los chongos nos separen, urge enunciar la primera regla universal de la amistad, que aun supera la norma según la cual nunca se debe dejar tirado al amigo, la que prescribe celebrar las buenas y acompañarlo siempre y más que nunca en las malas, pues un amigo más que un amigo puede ser también como un hermano, y tan hermano puede ser que capaz se transforma en cuñado. Pedazo de amigo: el amigo que entrega a su hermana, o al menos no impide que su hermana se entregue, ha hecho el máximo renunciamiento que se le pueda pedir, candidato al oro al mejor amigo. Lástima que hay otros caminos en que la amistad queda definitivamente rota, o es la comprobación de que esa amistad en realidad nunca fue, que no es lo mismo. Es cuando el que se decía amigo hace una jugada a espaldas de quien lo creía amigo, más si se trata de amancebarse con el o la cónyuge del primero, estableciendo conspiraciones y conciliábulos, que se convierte entonces en traidor, el peor enemigo. Aquí la primera regla universal de la amistad, plausible de ruptura, siguiendo a Lévi-Strauss y su prohibición del incesto, según la cual la humanidad sale de su estado de naturaleza: “Eh, loco, ésa no es una hembra, es la mujer de tu amigo”. O: “Mirá que no es un macho, es el novio de mi amiga”. Se trata de una prohibición que funda la amistad, una relación cultural, fuera del estado salvaje de naturaleza. La regla se rompe en parte cuando quienes la eluden se ven superados por el impulso de la naturaleza, que sobrepasa a la amistad, aunque la maniobra no sea natural, ni animal, sino calculadora, muy cultural, nada que ver con el afecto personal, puro y desinteresado. La amistad se rompe, o deja de ser, o se comprueba que nunca fue. De ahí que la novia de un amigo sea una mujer con bigotes, y ya. Ojo acá: ya sabemos que hay amigos a quienes les gustan los trabas. Sin embargo, como amigo uno tiene derecho, mucho más que cualquier otro desconocido, a carpetearle dos segundos el orto a la novia del amigo, pero sólo para saber si el amigo está comiendo bien; y del mismo modo una puede mirarle el bulto al novio de la amiga para chequear cuán larga o ancha tiene la poronga, pero sólo para contrastar los dichos de la afortunada, que sabemos que las mujeres son bien detallistas. Aclarado este punto, avancemos sobre la amistad y el amancebamiento. Si el tercero que media en la relación amigo o amiga no es novia o novio, ni marido y mujer, y si no hay compromiso digamos social, sobre el cual todos saben que ésta es mi chica o éste mi chico (primera regla barrial cuya ruptura se paga muy caro), y en cambio sólo hay un amistoso y sin condiciones estado de sexual de amancebamiento, el amigo excluido tiene derecho a exigir participar de esa relación amistosa, brindando el amancebado todos los recursos necesarios para que el amigo se amancebe con la amancebada, que para eso es un amigo, y ahí no debe haber enojo que valga. Pero esto a veces no ocurre: y ahí está el caso de mi amigo, que cuando nos vamos de putas se agencia siempre la más linda y ni loco te la comparte, y el tipo igual es un amigo. Por eso es bueno recordar que las definiciones importan un carajo. Las fechas conmemorativas, tampoco.

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