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Jueves, 5 de febrero de 2009
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Nico Landa, lider de Los Animalitos y ex Decadente

Mi vida loca

Despues de su paso por las huestes de Cucho y Serrano, Nico Landa encontro su razon de ser en COMPONER canciones. Y las hace muy bien, como queda certificado en La gran estafa, su tercer disco al frente de Los Animalitos.

Por Juan Manuel Strassburger
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Imaginen a un pibe que a los 14 años entra a Los Auténticos Decadentes. Directo. Sin escalas. Su prima tiene un flechazo en Brasil con uno de los integrantes de la banda y él pasa a compartir discos, shows, giras y toda esa alegría que sólo puede surgir de un grupo como los Deca. El pibe crece, la pasa bárbaro, se vuelve un par y empieza a tallar fuerte en el interior de la banda, al punto de potenciar algunos de sus momentos más importantes. Por ejemplo, en Mi vida loca, a partir de su arenga incansable y de su indiferencia total hacia todo lo que fuera sentar cabeza y llevar una vida rockera algo más responsable. Sin embargo, Nico Landa, que de él se habla, un día dice: “Listo, bárbaro, estuvo buenísimo, pero hasta acá llegué”. Están en Francia, a la vuelta de una gira por el Mundial ‘98. Y el guitarrista, bajista, cantante o corista (porque para estar en los Deca hay que hacer de todo) se baja de ese gran sueño que prácticamente lo había formado como persona para lanzarse solo y ver qué onda. ¿Por qué?

Landa a veces se encoge de hombros, otras ofrece una respuesta más honda, pero a lo largo de la entrevista no puede evitar volver sobre el mismo tema. Hace diez años lidera Los Animalitos, con quienes logró cierta notoriedad a partir de Vendrá la muerte y tendrá sus ojos, un tema coescrito con Andrés Calamaro, y con quienes también acaba de sacar La gran estafa, su muy buen tercer disco. Sin embargo, Landa siempre fue y será, antes que nada, un Auténtico Decadente. Ya retirado, pero presente. Una marca imborrable como el tatuaje que dice Jorge Serrano –el Deca mayor– que lleva en su brazo derecho y que enhebró junto a otros tres nombres ilustres: Bob Marley, The Ramones y José Luis Perales. “Fueron muchas cosas”, explica Landa. “Ver que quería seguir haciendo ciertas cosas, como quedarnos después del Mundial en Francia con hash del bueno y que ellos me cortaran el mambo. Ahí tuve un segundo de lucidez y me dije: ‘Esto ya no es para mí’.”

Sin embargo, la otra razón fue la urgencia autoral. Landa dejó los Decadentes y, cual Salmón, no paró de grabar y componer canciones; la mayoría aún inéditas (temas olvidados y covers imposibles que tal vez algún día salgan a la luz), y el resto disponible en los tres discos que ya llevan Los Animalitos. Temas como Brujería guaraní, Mariana o los más recientes Tú y yo, La birome y el papel o Cuervita revelan a Nico Landa como lo que es: un digno heredero del costumbrismo y la artesanía pop de Jorge Serrano, pero con claras marcas propias como la obsesión por el Litoral y la Mesopotamia guaraníes, el pulso punk-rock (integró Mala Suerte durante los ‘90), las referencias a la cumbia santafesina (Los Lamas, Los Leales) y, más que nada, el gusto por crear personajes y contar historias en sus temas.

Y es que la anterior referencia al Salmón no es casual. “A Calamaro lo conocí cuando vino a grabar con los Deca una versión buenísima de La guitarra. Y después volví a verlo en España, en la época del Mundial ‘98, cuando con Cucho lo encontramos comprando fiambres con el Bebe Contepomi”, recuerda, divertido. “Era la época de Honestidad brutal y él ya estaba en esa vorágine de grabar todo el día.” El frontman de Los Animalitos ya había participado en Victoria y Soledad (grabada de una toma con coritos Decadentes deluxe) y se quedó junto al ex Abuelo unas semanas más en su casa de España. Esa temporada sirvió para que les picara el bichito de la amistad y volvieran a encontrarse algunos años más tarde, cuando Calamaro terminaba de sacar El Salmón y, lejos aplacarse, continuaba en pleno rally compositivo. “Conocí a alguien dedicado ciento por ciento a su trabajo y la pasión por la obra; la posibilidad de ver a alguien que aparte de la calidad operaba con la cantidad”, precisa sobre esa etapa. “Me parece que es uno de los buenos en serio. Pero del mundo, no sólo de acá”, certifica, orgulloso.

Producto de aquella época (o terminadas más tarde) son Prefiero olvidar, La paciencia del pescador y Salté el alambre (las tres con letras compartidas con Calamaro) y también Piedra, papel y tijera, con el toque especial del Cuino Scornik, poeta de La Zurda y factótum clave de la vorágine de El Salmón. Fueron días que duraban 72 horas y en los que cualquier otra actividad que no fuera grabar y componer canciones quedaban relegadas para una mejor oportunidad. “Conocí a un chabón al que todo el mundo le doraba la píldora y trataba como si fuera el número 1, pero que me trataba a mí así”, cuenta, contento, sobre su relación con Andrés. “El no podía creer que yo no conociera a fondo los Beatles, pero a la vez le encantaba charlar conmigo sobre cumbia santafesina, Roberto Carlos, Perales o mi mambo con el Litoral; lugares o cantantes que él no tenía tan a mano, pero que también le fascinaban como a mí.”

Ahora –más allá de que, fiel a su espíritu inquieto, se encuentra grabando los demos de un futuro disco solista– La gran estafa es la gran apuesta de Nico Landa y Los Animalitos. Después de un parate de casi cuatro años sin novedades discográficas debido a problemas diversos (“Tuve una etapa oscura; se me apagó la tele y pasé por el chifladero”, desliza sin abundar), el grupo bajó su número de integrantes (llegó a tener 3 percusionistas al unísono) y logró una formación más concisa (siguen Guty Gutiérrez en guitarras y Freddy Vargas en bajo y voz; ambos claves en la identidad sonora y compositiva de la banda) que le deparó canciones ídem. “Cuando no le prestás tanta atención al adorno musical encontrás al autor”, explica Landa. Y esa claridad se nota en temazos como Me lleva la vida (un punk-rock de raíz popular), la ya citada Tú y yo (con esa línea que define bien la poética de Landa y Los Animalitos: “Yo no sé si todavía sufrís escuchando a José Luis”) y la definitiva Mi cumbia, o cómo contar con autenticidad la experiencia cumbiera a partir de un folk-rock hecho y derecho.

Landa afirma vivir un presente “pleno” y “cancionero”, y lo ejemplifica así: “Hace unos días estaba con Jorge Serrano y después de grabar unas cosas en un estudio hablábamos de lo lindo que era escribir textos y componer. ‘Qué lindo cuando empezás a pensar con el ukelele y dónde lo ponés –me decía Jorge–. Qué lindo cuando empezás a perder tiempo en eso’, empezamos a arengarnos hasta que los dos nos repetimos: ‘Sí... ¡Perder tiempo en eso! ¡Qué bueno!’”. El ex Decadente cuenta que entonces Serrano le dijo: “A eso yo lo llamo sabiduría: encontrar qué hacer con tu tiempo y hacerlo a fondo”. Pausa. “Bueno, yo lo encontré”, dice ahora Landa, los ojos celestes clavados en su interlocutor: “Hacer canciones”. Ni más, ni menos. Y no hay resquicios para no creerle.

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