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Jueves, 4 de junio de 2009
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Asunto: Los Brujos, el primer sitio web del rock argentino

Por Javier Aguirre

La información rockera circula por el aire, como los ácaros, el polen y las cepas virósicas foráneas. Los datos permanecen ahí, a la espera de que los sabuesos del periodismo de rock sintonicen su olfato (en esta época del año, tan congestionado y alérgico), los descubran y los donen al saber acumulado de la humanidad. O, al menos, a los lectores de este suplemento. El indicio, la puntita de la primicia, aparece con la vehemencia descomunal del spam: ¿será cierto que Los Brujos fueron la primera banda de rock argentino que tuvo un sitio web oficial?

El rumor hiela la sangre, y dispara un abismo de interrogantes: ¿Los Brujos, aquella fugaz banda de culto disuelta hace una década, habrá sido nomás pionera del desembarco del rock argentino en la red de redes? ¿Cómo chequearlo? ¿Por qué no habré estudiado Arqueología? ¿Cómo viajar al pasado de la Internet? ¿Dónde hallar la caja negra del rock argentino en la web? ¿Cómo vulnerar la seguridad de los obsoletos servers de los ‘90? ¿Cómo someter a un webmaster a hipnosis para recordar vidas pasadas? ¿Alcanzará con mandar un par de mails para cobrar esta nota a fin de mes? A trabajar.

Cuesta creer que la primera web del rock argentino no sea de Daniel Melero. Cualquiera sabe que Melero es el pionero del tecno porteño (o portecño), que tocaba sintetizadores antes que nadie, que grabó un disco sólo con instrumentos secuenciados bajados de Internet, que hasta es capaz (como denunciara oportunamente la desaparecida revista La García) de emular a Hendrix y tocar el mouse con los dientes. El primer sitio web del rock argentino debería ser de Melero. Le escribo un mail a través de una red social, pero pasan diez días y no contesta. Finalmente, obtengo la respuesta de Melero: “Mi primera página de Internet fue www.danielmelerodespues.com.ar, pero funcionaba más como blog que como una página oficial. Yo escribía los contenidos, que eran mi biografía, recomendaciones de discos o concursos. Valoro mucho más el blog de un artista que un site oficial. Hasta me parece mucho más interesante que un artista tenga myspaces y facebooks falsos, no hechos por él, a que lleve adelante una página oficial”.

La opinión de Melero siempre suma. Igual esta vez, por una vez, “Melero” y “pionero” no tienen en común más que la rima. Definitivamente él no fue el primer rocker argentino en llegar a Internet: su página, que no existe más, había nacido recién en 2004. Fue una muerte prematura que, por descarte, me deposita de nuevo en la pista de Los Brujos.

Un googlazo a tiempo puede salvar vidas. Es la ley primera. Para llegar a la verdad habrá que ensuciarse las botas. Habrá que hundir las manos en el fango informativo. Habrá que vestirse de Indiana Jones e ir a hacer el trabajo sucio, el trabajo de campo.

Truenos. Lobos que aúllan. Es medianoche y la única luz la provee mi monitor encendido. Llego, con sigilo y entre escalofríos, al sitio www.losbrujos.com. Ninguna animación en Flash sale a recibirme. No hay ningún signo de modernidad virtual. El diseño resulta rudimentario para los estándares actuales de los sitios web: información sobre Los Brujos, sus integrantes, su discografía, viejas fotos en bajísima resolución. Y nada más. Trago saliva y llego hasta el contador digital de visitas que, acaso oxidado y sin lubricación, registra mi presencia con un chirrido de bisagras y goznes. Soy el visitante número 150541 desde el nacimiento de la página, el... ¡1º de noviembre de 1995! ¡La web oficial de Los Brujos tiene casi catorce años! ¡Es un record que tal vez exceda al rock argentino! ¡Quizá ni Radiohead tendía su web en ese momento!

Las revelaciones no concluyen ahí: la última actualización del sitio de Los Brujos se remonta al... 20 de marzo de 1998. Eso significa que hace once años que está abandonado. Siento escalofríos. Es como un pueblo fantasma. Unos cardos enredados pasan girando, impulsados por el viento. Un banner lejano se cierra de pronto, dando un portazo. Cierro el explorador de Internet y me alejo rápido, en silencio. A veces la verdad da miedo.

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