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Jueves, 2 de septiembre de 2010
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Las Pelotas PRESENTA “DESPIERTA”

“Las bandas no tienen dónde tocar”

Germán Daffunchio dice que el rock ha perdido su capacidad de desarrollo natural con el paso del tiempo.

Por Luis Paz
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El sol de frente le cierra el ojo izquierdo y hace que el derecho lubrique por demás. Tiene el puño derecho sobre la rodilla del mismo lado, la mano izquierda libre, y una colita desmechada atrás que deshace su pelada. Germán Daffunchio habla tranquilo en la quinta de Las Pelotas en Hurlingham, donde el sexteto ensaya de cara a su primer concierto en el Luna Park. La tarde –soleada pero bien fresca, apenas pre-primaveral– es ideal para escuchar alguno de sus temas, pero el ensayo es privado. Es en un corte de esos preparativos que Daffunchio se sienta en el patio, sobre un tronco, y charla con el NO. “Hay una mística del Luna Park, pero que no nos toca emocionalmente. El sentimiento con este show es que tenemos la suerte de poder seguir tocando en vivo en un momento donde los lugares son cada vez menos. Y el agradecimiento de poder encontrarnos con la gente.”

Sabido es que el estadio de Corrientes y Bouchard ya no es aquel Luna Park místico e inalcanzable de la época en que Daffunchio era uno de los Cinco magníficos de Sumo. “Hoy, en el Luna Park toca cualquiera, básicamente porque es el único lugar mediano que queda”, provoca el derrumbe místico Daffunchio. Obras, aquel estadio también histórico donde presentaron sus discos durante la década de los ‘90, ya no es espacio para el rock de acá. River, aquel otro estadio, otra vez histórico, donde tocaron diez veces con los Rolling Stones, ha pasado a ser una plaza rockera limitada. Es en ese contexto que a Las Pelotas, esta llegada al Luna Park, no le representa ninguna cuestión particular por fuera de la comunión popular.

“El gran problema del rock es que las bandas no tienen donde tocar. No descubro nada, pero las bandas se cansan de ensayar y se separan. Y eso es una mierda, viejo. No hay lugares intermedios, donde la música se podía desarrollar, donde el músico se iba templando”, sigue el guitarrista. El tema es que, a partir de esa situación, Daffunchio vislumbra que las bandas se interesan más en sacar un disco y conseguir ser infladas que en “tocar, tocar, tocar, tocar y tocar, como era antes”. El rock, así, dice, “ha perdido su capacidad de desarrollo natural con el paso del tiempo”.

Las Pelotas rebotan en cualquier lado. Han sido vistos en River con los Stones, en Obras, en varias ediciones de los festivales primaverales y veraniegos, pero también mucho más allá de la General Paz y los tablados montados en grandes predios. “Me acuerdo de un pueblo en el que tocamos, que tenía ocho cuadras por cinco. Todo el pueblo estaba en ese show”, cuenta. “Es que nosotros tratamos de ser federales, primero porque no nos interesa mucho la idiotez de la Capital, pero también porque Las Pelotas es una banda que combate las injusticias”, explica. El rock unitario es injusto.

–Hay todo un modelo, relacionado con lo que decís sobre el cierre de lugares, donde el tratamiento hacia el rock también es injusto. ¿O no?

–Está claro que no se tiene la rigurosidad que se tiene con el rock en otros géneros. En los boliches y con géneros más populares, donde también pasan cosas y muchas veces más jodidas, nadie hace nada. Hay una cuestión política ahí respecto del rock, de controlarlo.

–¿Se lo controla porque es molesto para ciertos sectores o para poder lucrar con él?

–Me parece que por ambas cosas. Por un lado, el rock sigue siendo una carga, sobre todo en las provincias. Por el otro, se ha montado todo un negocio en torno del rock: la ropa para rockero, los lentes para rockero, la cosita para el pelo. El rock era sinónimo de rebeldía y terminó siendo funcional. Es un género oprimido, claro, pero a veces también es opresor.

En Saben, tema de su disco más reciente, Despierta, un coro de niños canta: “Dicen que cooperarán en arreglar el mundo, cuando en realidad les chupa un huevo”. No es difícil imaginar a Daffunchio, la bajista Gabriela Martínez, el baterista Gustavo Jove, el percusionista y vientista Alejandro Gómez y los guitarristas Tomás Sussmann y, en ocasiones, Tavo Kupinsky, reuniéndose para cooperar y así arreglar su mundo cotidiano. “La mayoría se preocupa por entender de un modo lineal qué queremos decir o por qué sonamos así en tal tem a, cuando no hay una fórmula. O la fórmula de Las Pelotas es hacer lo que queremos, pero lo que queremos de verdad, con pasión y emoción.” Eso explica por qué, por ejemplo, tras tantos años juntos siguen laburando a conciencia y a piacere, y nunca a reglamento en sus temas, que tras casi dos décadas siguen recibiendo mutaciones. “Vivimos concentrándonos en nosotros, en seguir siendo coherentes con lo que somos y fieles a lo que pensamos. Sabemos el camino que hicimos, pero no nos hace falta mirar afuera, porque afuera está lleno de idiotas. Si hacemos música y nos juntamos, después de tanto tiempo, es para seguir cambiando nuestra vida. Es difícil de cambiar el mundo hoy, porque todo es comercio, entonces además de los intereses políticos, los hay comerciales.”

–Intereses que, en ocasiones, son mucho más difíciles de discutir que los intereses políticos.

–Estamos metidos en una estupidez muy grossa y es muy feo. La globalización es una mierda. Nos dijeron que era para que todos seamos iguales, y era mentira. Fue para que todos seamos iguales comercialmente, para que a todos nos vendan lo mismo, nos vistan igual. Están jodiendo al planeta para vendernos cosas.

Este mundo, en el que si somos todos lo mismo es porque todos tomamos Coca-Cola, ha estado dando señales de agotamiento continuamente. Y en el último tiempo, huracanes, derrumbes y temblores mediante, ha alzado la voz. La entrevista ocurre a pocas horas del derrumbe de la mina en Chile y Germán, con la astucia crítica presente en sus canciones, ya tiene una mirada bien clara: “¿Sabés cuál es el problema? Ahora todos van a salir a decir que por eso hay que hacer minería a cielo abierto, porque las excavaciones a profundidad son peligrosas. Todo les sirve para seguir con su mentira”, vislumbra.

–Dentro de este panorama que planteás, la posibilidad que queda es la de la resistencia, no sólo política sino la resistencia como humanos.

–El poder es una mafia. O varias, mejor: una mafia política y una mafia económica que juegan con la gente. Es difícil desarmar eso, pero debemos ser conscientes de que, en este país, el poder sigue en manos de muy pocos que son muy ricos. Para mí no es imposible revertirlo, pero sí mucho más difícil que antes. Ser independientes tiene que ver con eso. Pero también tiene que ver con eso de dejar de vivir como idiotas. Y eso se hace con la actitud del guerrero: el escudo en una mano, la espada en la otra y vamos para adelante.

Las Pelotas nunca ha cesado en ir para adelante. En su búsqueda de una canción de amor que no fuera una grasada. En su búsqueda por generar nuevos desafíos, como antaño ha podido ser la edición de un DVD o, ahora, entregarse al armado de una fecha en el Luna Park. Un hecho que, más allá del poco o mucho peso simbólico que la banda le adjudique, significa para sus seguidores un reencuentro con sabor a justicia. “Estábamos armando la lista recién, en el ensayo, y podríamos hacer dos fechas. Tocar un día tres horas, decir ‘nos vemos mañana’ y seguirla al otro día, porque nos gustan mucho nuestros temas.” Y así les pasará una vez que el NO se vaya de su bella quinta conurbana, con la fantasía de esa piscina llena y la imagen de un asado entre gente que goza de pasar tiempo juntos, haciendo canciones o simplemente pasando tiempo juntos. “Muchas veces nos llegan las 6 de la mañana y decimos: ‘Uh, salió el sol, cortemos’. Eso es pasión; te aseguro que el momento de crear y compartir esa creación con otros es un momento de amor pleno.” El Amor seco, que quede en los títulos de sus discos.

* Las Pelotas presenta Despierta el 11 de septiembre a las 20.30 en el Luna Park (Corrientes y Bouchard).

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