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Jueves, 7 de julio de 2011
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Debate virtual sobre el canon digital

Compartir es bueno

Un proyecto de ley con gravámenes a los soportes digitales fue tema del momento en Twitter. Aunque nunca iba a ser tratado en el Senado, la amenaza del impuesto encendió la alarma digital. La discusión.

Por Federico Lisica
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El “canon digital” duró poco más de 24 horas como tema del momento en las redes sociales. Fue uno de los propios impulsores de la ley, el senador del Frente para la Victoria Miguel Angel Pichetto, quien anunció la postergación de su tratamiento el miércoles 29 de junio por Twitter, aunque el proyecto nunca tuvo dictamen de comisión: es decir, no podía ser tratado sobre tablas. Y si tenemos en cuenta los tiempos legislativos, la iniciativa del gravamen en reproductores y soportes digitales tuvo la misma celeridad que un tweet. Aunque, posiblemente, la próxima semana volverán a encenderse, pues sería tratada el 13 de julio.

¿De qué va la cosa? La idea es “proteger los derechos intelectuales de los artistas”, en palabras del legislador, y darles una “compensación” por las copias privadas que se hacen de contenidos amparados por la ley de Derecho de Autor. Los aumentos en CD y DVD vírgenes llegarían a un 75 por ciento; en tarjetas de memoria a un 5 por ciento; en discos rígidos a un 10 por ciento; en reproductores de MP3 y video a un 10 por ciento y en celulares con reproductor a un 1 por ciento. El primer boceto comenzó a escribirse en el 2008, y en octubre de 2010 fue presentado por Pichetto, apoyado por el socialista Rubén Giustiniani. Vale aclarar que no es una ley contra la piratería comercial (ya hay normativa al respecto), ni un impuesto per se, la nueva legislación comprendería al propio dueño de una obra como el destinatario del correctivo (en realidad, el gravamen va destinado a las importadoras y fabricantes, pero éstas lo trasladarían al comprador). Según sus argumentos, por ejemplo, al convertir a MP3 un disco adquirido legalmente, uno perjudica al realizador de la obra por “lucro cesante”.

Digamos que el término de “artistas” empleado por Pichetto fue un tanto generalista –seguramente coartado por las imposiciones de los 140 caracteres de Twitter–, ya que tiene en cuenta básicamente a la música y al sector audiovisual. Pero hay otro olvido. Como explican los de la Fundación Vía Libre: “La plata va a parar a algunos artistas, previo paso por organismos intermedios como Sadaic, AADI, Argentores y otros (organismos muy cuestionados por los mismos artistas), que luego deciden según su propio criterio quién recibe y cuánto, previa deducción de la parte que les toca en concepto de administración. Eso sin contar que el dinero que va a Capif (Cámara de Productores de Fonogramas y Videogramas) va todo, enterito, a las empresas de la industria”. Vale agregar las remesas a multinacionales y márgenes muy pequeños al Fondo Nacional de las Artes. Incluso, los propios artistas como usuarios deberán pagar el canon. Por ejemplo, cuando compran CD para grabar sus demos o un DVD para un cortometraje. En el sitio Derechoaleer.org sintetizan en una potente infografía: “Si sos músico, ¿cuánto cobrás regularmente por regalías para considerarte beneficiado por el canon que también tendrás que pagar?” Incluso a los que les llegan regalías plantean sus dudas: “Si vos te comprás un aparato, ya están presuponiendo que te vas a bajar música. ¿Y si yo necesito hacerlo precisamente como músico?”, razonó Lolo de Miranda en este diario el pasado lunes.

Supongamos esta situación: uno escribe en un programa de texto un artículo sobre el placer de andar en jogging y lo decora con fotos propias, o hace un PPS comparativo de los labios de Mick Jagger y Steven Tyler para un trabajo escolar (sin utilizar música de sus respectivas bandas para no ofender). De adquirir un pendrive nuevo para guardar esos archivos, también debería pagar el canon. El proyecto tampoco discrimina entre los tipos de usos que se les dan a las plataformas.

Llamativamente, y con argumentos similares, recientemente en Holanda se anuló una ley similar a la que se trataría en Argentina. Para la Cámara de Representantes de los naranjas, el canon atentaba contra la creatividad, la innovación, incluso afirmaron que las tasas eran vetustas por la propia evolución de la tecnología. Pero bueno, es el país revolucionario en el fútbol, el barrio rojo, eutanasia y el faaaso...

REPERCUSIONES EN 0 Y 1

Son tiempos agitados para la cultura digital. Hace poco más de un mes los responsables de Taringa! fueron procesados penalmente por violación del copyright a partir de una demanda iniciada por editoriales. Lo llamativo de esta nueva medida es que las propias plataformas digitales sirvieron para dar un vuelco a lo que parecía cantado y se suspendió su tratamiento express (que contaba con la venia de gran parte del arco político). Incluso, el epicentro de las ciberprotestas –Twitter más que Facebook– fue el medio elegido por Pichetto para dar cuenta de que había “escuchado a la multiplicidad de voces contrarias a la iniciativa”.

Las protestas en #NoAlCanon fueron varias. Desde quejas por los precios, persecución contra los “dinosaurios” que no se adaptan, el llamado a disminuir la brecha digital y predicamentos antipolítica más bien calcados de las recientes movilizaciones en España (#NoLosVotes). Otras fuentes, como Noalcanon.org, PartidoPirata.com.ar y Vialibre.org.ar, aprovecharon para instalar el debate sobre las formas que circula la cultura y proponer una reforma a la ley de Derecho de Autor (que data de 1933). El movimiento Anonymus llegó a hackear el sitio web del Senado y You Tube se pobló de amenazas con enmascarados a la V for Vendetta. Ejem. Los llamados a movilizarse hasta el Congreso tuvieron una respuesta inversamente proporcional a la ferocidad y cantidad de tweets.

El proyecto contó con adhesiones de algunos artistas (Horacio Ferrer, Zamba Quipildor, Susana Rinaldi), pero no se convocó a actores con más presencia (una mínima acaso) en la web como la comunidad colaborativa RedPanal.com o el músico Fer Isella (Unconvention.com.ar). Desde la Unión de Músicos Independientes impulsan una mirada más amplia a partir de la Ley Nacional de la Música. Uno de los –pocos– rockeros que se expresó sobre el proyecto fue Andrés Calamaro. Lo hizo el viernes último montado a su virulencia twittera y más salmón que nunca: “¡Paguen por sus pendrive, cerdos capitalistas! Nerd revolution. Tweet estupidilandia. La comunidad tweeter es sedentaria, conservadora, ingenua e infantil. ¿Tu lucha es el precio del pendrive y el CDR? La broma es leerlos indigna2 por el precio de un pendrive”. El debate recién comienza.

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