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Jueves, 29 de septiembre de 2011
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El fenómeno de los discos de poca duración

Caramelos media hora

Integrantes de Amor Elefante, 107 Faunos, Como Diamantes Telepáticos reflexionan sobre el notable fenómeno de hacer discos cada vez de menor duración aun teniendo cada vez más espacio. El disco medio lleno... ¿o el disco medio vacío?

Por Luis Paz
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De generación en generación, la estrechez ha provocado molestias en las escuelas, los clubes y los barrios: ser petiso, calzar poco o tener poca teta han generado zumbidos molestos para pibas y pibes que atraviesan su niñez y su adolescencia tal vez desde siempre. Alfeñique, imberbe, enano, pijicorto; todo aquello en lo que se llegase a menos de lo que llegaba el compañero o el amigo ha provocado y sigue generando cargadas varias. Pero frente a eso y revoltosas, dos generaciones les han hecho en 2011 un corte de mangas a los 80 minutos de audio que ofrecen guardar los cidís y a los tamaños casi infinitos del digitalismo, publicando discos que duran menos de media hora. Bandas como 1989, Amor Elefante, 107 Faunos, Como Diamantes Telepáticos o Biernes y solistas como Javi Punga, Lea Vovchuk o Reno; algo así como la generación del orgullo de la brevedad, apuntalada por grupos y músicos más grandes que también editan en corto: Fútbol o El Siempreterno.

“Creo que el multitasking, el zapping y tener muchas páginas y muchos archivos y carpetas abiertos a la vez cuando estás en la computadora, toda esa transformación en los tiempos que hubo y que provoca una distorsión cognitiva, me lleva a hacer canciones cortas”, aporta Javier Sisti Ripoll, de 107 Faunos y responsable del sello Laptra, uno de los autores que hicieron de la brevedad una estampa: en 2010, quedaron segundos entre los mejores discos nacionales en la encuesta del NO con Creo que te amo, un catálogo de 13 canciones que suman 25 minutos. Y siguen con su nuevo disco digital, El tesoro que nadie quiere, con otros 8 temas en 16 minutos, aquilatando un promedio que podría hacer enrojecer a los 2 Minutos: “El concepto es no estirar por estirar. No nos salen canciones largas. Nos interesa publicar colecciones de canciones específicas y con una periodicidad. Hay factores que hacen que un disco corto sea más práctico, incluso económicos, como el costo de grabación o de mezcla, aunque en nuestro caso no hayan sido ésos los motivos”, alimenta el músico portador del disminuyente apodo Gatito.

Pero sobre la cuestión económica en el disco corto, las opiniones están divididas. Para Mariela Centurión, cantante de Como Diamantes Telepáticos, “si el disco y las canciones son breves, usás m enos horas de estudio para grabar y mezclar; pero el resto de los costos son iguales”. La baterista de Amor Elefante, Rocío Fernández, discute: “Según cómo lo mires, también estás entregando un disco medio vacío y estás desaprovechando parte del soporte”. No se trata de EPs ni de demos ni de nada por el estilo, sino de discos que están pensados conceptual y sónicamente como tales. “Creemos que no deja de ser un disco redondo aunque sea corto o tenga ocho temas, porque tiene una atmósfera y un recorrido. Eso no te lo da que sean muchas canciones o que sean largas, sino que digan algo”, cierra Centurión acerca del epónimo primer disco de este cuarteto de pop fresco y dulce sin caer en lo naïf, y en su lectura devuelve uno de los ejes del asunto: la curiosidad de la brevedad en una industria que por estándar tiene discos de 40 minutos (en casos locales) o de 50 minutos (en casos extranjeros, siempre en promedio entre los más resonantes de los últimos años). En ese marco, que un disco se acabe dos veces en una hora da cierta frescura y marca otra pauta que hace de la música joven un caldo de cultivo de cambios constantes en las prácticas y costumbres artísticas.

La decisión de resumirse no alcanza en estas bandas sólo una cuestión discográfica. En vivo, también, sus sets suelen ser breves. “Siendo una banda nueva, el disco y el show corto ayudan a que la escucha sea más fácil. Las bandas nuevas solemos compartir fechas con otras y no podemos internar a todos con un show de una hora”, aporta Rocío Bernardiner, voz y guitarra de Amor Elefante. El cuarteto –de una onda fresca y perfumada y autores de unas canciones que apelan a la educación sentimental desde un anclaje en las melodías clásicas y en un tono de juventud eterna– acaba de publicar su primer disco, que lleva título epónimo: una entrada vocal y otras siete canciones en 24 minutos, el mismo tiempo que duran, por ejemplo, los capítulos de Los Simpson o un recorrido del subte línea C.

Es esta serie de elementos y prácticas que los definen (aunque sólo en parte) como generación la que entra en juego, aunque siempre destaquen que de un modo que no es premeditado ni buscado, y se conjuga en este elogio de la brevedad. No obstante, no es algo nuevo, sino una nueva oleada de discos que de algún modo, más no sea métrico, se relaciona con dos épocas fundamentales: el surgimiento del rock, con esos discos breves de Kinks o Beatles; y el under argentino de los ‘90, que dejó una batería de discos fundacionales de menos de media hora, como Fabrico cuero (Illya Kuryaki & The Valderramas, 1991), Extremo sur (No Demuestra Interés, 1993), Valentín Alsina (2 Minutos, 1994), Perdedores Pop (Perdedores Pop, 1995) o Todo niña sensible sabrá de qué estamos hablando (Fun People, 1997).

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